Monofisitas y cínicos
A
los monofisitas hay que buscarlos hacia el siglo V en el cristianismo
ortodoxo, allá por Antioquía, Alejandría y Éfeso, envueltos en
bizantinas discusiones sobre si en Cristo había una o dos naturalezas,
la humana y la divina. Sus encendidas discusiones metafísicas y
teológicas en concilios y Sínodos resultaban ininteligibles, de
argumentos sibilinos inextricables, de cuál era la “natura prima et
secunda” de Dios Hombre, de que no había orden sino paridad, de si las
naturalezas en Dios no se dividían, de si la naturaleza divina absorbía a
la humana, de si sus operaciones no se confundían, todo ello en un
embrollo de sutilezas indiscernibles y de enfrentamientos entre los
secuaces de Cirilo de Alejandría y de Nestorio de Constantinopla.
Después
de Concilios a favor de una y otra parte, el papa León I en el Concilio
de Caledonia del año 451 proclama la herejía de las dos partes con
los cuatro famosos adverbios que restablecían la relación de las dos
naturalezas en Cristo. Contra los heréticos monofisitas eutiquianos
sentenció que la distinción era: inconfuse et inmutabiliter; y contra los heréticos nestorianos: indivise et inseparabiliter.
Tal que monofisitas me parecen los actuales teóricos defensores del bilingüismo regionalista de la España
doliente de nuestros días. Para ellos existen dos lenguas en este caso:
la divina y la humana. Ambas son distintas, pero ‘inconfusamente
inseparables’ al menos en teoría. La divina es el vasco, el catalán, el
valenciano, el ibicenco, el aranés… La otra es la común, la del montón,
la humana, la española. Y la herejía en boga dice que la humana debe
ceder ante la divina.
Pero
el galimatías está servido: Que hay un primer idioma y un segundo
idioma, dicen; otros, que no hay orden, sino paridad; que si la elección
del primer idioma corresponde a no sé quién, que si es conveniente la
sucesión o la simultaneidad controlada en la enseñanza como en el
mallorquín, ibicenco y menorquín; que si la inmersión es catalanista,
también la invasión extra-catalana; que si entre el ‘valenciá’ o el
‘catalá’ se antepone el uno y se superpone el otro; que si la
‘catalanización’ vale y no vale la ‘españolización’ ni como rescate del
abuso nacionalista, que si las lenguas regionales llevan ideología y no
se niega; que esto está justificado como arma contra el españolismo, que
para otros no existe; que si la rotulación no puede ser libre; que si
la cooficialidad es para una sola lengua, la que más ‘jode’ al que
llega…”Pagamos también para entendernos” decían unos clientes de un
hotel catalán. “No hablamos así por chinchar, es nuestra lengua”
replicaban ellos.
Todo
un embrollo para contestar-no contestar a la siguiente pregunta: “Señor
director, mi hijo que es español y está en España, puede estudiar en
español en su colegio? Ellos
no pueden decirte: “Esto no es posible” Y en su circunloquio omiten
llamar “divina” a su propia lengua, pero la tratan tal cual. Ambas
lenguas resultan como en el Concilio de Caledonia, inconfusas e
inseparables. Pero esa es la sentencia oficial, porque en el monofisismo
herético la lengua divina absorbe a la humana. Dicho en construcción
sibilina, la contestación de los monofisitas lingüistas es cosa de
locos. Es cosa que no puede hoy comprenderse en ninguna parte del mundo
civilizado.
Pero
es que la cosa no para ahí. Lo que afirman los teóricos lingüistas
regionalistas, después de denodados esfuerzos por entenderles, tampoco
lo cumplen. No cumplen la cooficialidad ni la paridad constitucional. Es
también la escuela cínica de Antístenes y Diógenes. Y si les dices que
ni siquiera cumplen lo que dicen, no ya la ley que pisotean, entonces lo
niegan más cínicamente y te dejan por mentiroso y te montan una
cacerolada. Los caceroleros monolingüistas, perseguidores del español,
se asoman después a las cámaras de televisión muy dignos y afirman sin
tensionar un músculo y para encubrir su herejía, que sus muchachos están
por encima de la media en comprensión oral y escrita, que todo es
normalidad, y ningún enseñante adoctrinado es capaz de colaborar con la
verdad proscrita. ¿Cómo se dirá: podríos, pudriros, podriros o pudríos?
Pues yo se lo digo en las cuatro distintas expresiones, incluso
heréticas, para que elijan los profes superiores a la media.
Los
bilingüistas regionalistas de la escuela herética monofisita y cínica
son los que enseñan la única lengua de sus patologías pueblerinas. No en
v vano la enseñanza española está a la cabeza del gasto y a la cola de
la calidad.
Los sindicalistas nazionalistas
se atreven a llamar ‘franquista’ a la política docente de este
gobierno. Lo dicen ellos precisamente, los más sectarios, la izquierda
que ha asfixiado la enseñanza en este país, inspirada y expirada por su
arrogante exclusividad; ‘franquista’ dicen ellos precisamente, cuando la
enseñanza de los muchachos de los años 60 y 70, la de la reválida de
cuarto y de sexto, también la de Villar Palasí, les daba a estos cien
vueltas y estaba a la cabeza de los mejores resultados.
Las
lenguas autonómicas le cuestan al Estado español un riñón. Pero las
lenguas no prenden apaciblemente en su huerto vernáculo, sino que se
violentan sin límite contra el propio Estado protector como su
“pedregal”, según dice Arturo el Mas. Las lenguas autonómicas dejaron de
ser la riqueza multicultural de nuestro patrimonio y pasaron a ser el
lastre que alimenta unos nacionalismos que rompe nuestra convivencia.
José César Álvarez
www.josecesaralvarez.com
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”Los
bilingüistas regionalistas de la escuela herética monofisita y cínica
son los que enseñan la única lengua de sus patologías pueblerinas. No en
vano la enseñanza española está a la cabeza del gasto y a la cola de la
calidad”.
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La catedral copta de Alejandría
nos trae hoy los lejanos ecos del monofisismo,
cuyas sutilezas dialécticas nos recuerdan
el galimatías de los defensores
de nuestras lenguas regionalistas.
Artur Mas, entre su cohorte catalanista, es el mas intolerante de los caudillos de
las lenguas autonómicas, y con su cinismo de espejo se proyecta para decir que
“tenemos unos vecinos intolerantes con nuestra lengua” cuando todos sus celos
concentrados son incapaces de borrar la Lengua Española de lo que sigue siendo España. Como político nacionalista se erige en pontífice de una lengua de la que
se sirve para alimentar su ideología totalitaria.
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