lunes, 25 de septiembre de 2017




Las cenizas de bellas tradiciones



     Entre las cenizas alcalaínas de las tradiciones que el tiempo ha borrado por causa del progreso, podemos citar la feria chica, la feria de la cebolla, San Blas, el San Antón de entonces, el baile de compadres, el baile de la blusa, Ánimas, la feria de ganado, los desfiles militares… De estas tradiciones alcalaínas, a excepción de las dos últimas, los actuales alcalaínos, sólo pudimos conocerlas por referencia.



     La vieja fiesta de San Antón gozaba de una romería en el Paseo del Zulema con fiesta campestre en sus aledaños. Una gran afluencia de público se concentraba en la Puerta del Vado. Cuentan que los romeros eran cómplices de una banal trasgresión: se allegaban al Gurugú a comprar las sabrosas morcillas que a principios del siglo pasado   vendía el señor Anselmo. La picardía estaba en el retorno de los romeros, al burlar al “guardapuertas”, el pósito fiscal que había a la entrada, cuya Avenida Fiscal recuerda la vieja aduana municipal que también hemos llegado a conocer.

     

     La feria chica estaba fijada en San Eugenio, a mediados de noviembre. Tuvo sus inicios en la época dorada de la Universidad, donde los paños bastos de Brihuega y Trillo eran su estrella, ofreciendo a los estudiantes reemplazar sus vestes raídas para el nuevo curso. Pero desplegó su oferta textil hasta los años treinta del siglo pasado.

    

     De la feria grande de San Bartolomé se dispone ya en una pragmática de Alfonso X  el Sabio de 1254 “que no fuesen molestados quienes a su feria asistieran”–, por lo que su origen se pierde en la noche de los tiempos. Y los nuevos tiempos pierden el ganado de muletas ante los ojos de los alcalaínos de los años cincuenta sobre unas eras de San Isidro que también se perdieron.

    

    

     Una de las cenizas tradicionales de la entraña alcalaína es su orfandad militar, la ciudad castrense huida. La reciente fiesta de la Inmaculada, patrona de la Infantería era la ocasión, entre otras, donde competían en solemne desfile los tres batallones de Cazadores de Llerena, de Arapiles y Figueras. Los niños alcalaínos alardeaban cerca del cabo de gastadores o siguiendo a los infantes marciales. Cuando los alcalaínos se hacían  mayores, al presenciar los desfiles, revivían su niñez intacta, aunque ahora con el ademán grave.



     La feria de la cebolla, por estas fechas, ocupaba toda la calle mayor con los puestos que ofrecía “menudillo” de matanza, además de toda las especias y servicios requeridos para su ejercicio y pitanza, de la que era protagonista especial la cebolla formando grandes montañas. Hasta noviembre “no se mata”. Pero la matanza podía alargarse: porque “por San Saturnino se mata el cochino”, es decir por el día 29 de noviembre, e incluso había quien llegaba a la Navidad.



     
     
     Pero, metidos ya en estas fiestas navideñas, uno de los personajes típicos del costumbrismo de principios del siglo pasado era el pavero o la pavera. Manejar una manada de pavos por toda la calle mayor alante, detenerla cuando quería, fijarla, moverla, era todo un arte. El pavero iba vestido con un mandilete de gris perla, gorra de visera y provisto de una vara que servía, además de puntero para señalar el ejemplar elegido, también para apartarlo sin que cundiera el escándalo en el grupo. La destreza del pavero se cifraba principalmente en mantener el sosiego de la manada entre el griterío de los vendedores en porfía fónica, los cascos de los caballos percherones y el rodaje de los carros de los cuarteles intendentes. Los pavos se arremolinaban más en el estrépito, irguiendo sus cuellos perceptivos.



    

     Bueno sería en estas fechas echar una mirada al ancestral reloj de sol de la ermita del Cristo de los Doctrinos, hoy remozado. Ese es nuestro severo tribunal del tiempo. Ese cuadrado tribunal de números romanos es un cedazo que cierne el tiempo, es mazo inmisericorde y causante de las cenizas de nuestras tradiciones y de este año 2014 que también va a convertir en cenizas. Su mensaje está claro: “Homo velut umbra fugit”, el hombre pasa como una sombra, como un soplo. El texto pertenece a un versículo de Job (14, 1-2). Y esa es la juerga despiadada que nos ofrece nuestro reloj de sol de nuestra Puerta del Sol de nuestra Noche Vieja alcalaína.   


José César Álvarez
Puerta de Madrid,  27.12.2014
www.josecesaralvarez.org

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