lunes, 25 de septiembre de 2017



 
Reyes que aquí pisaron y moraron
     

      Atravesaba a pie un bello pueblo coruñés del Camino de Santiago en la ruta de los ingleses,  cuando alguien replicó así a mi curiosidad: “aquí pisó y moró un rey”. Era, pues, un pueblo colgado en la historia porque un rey, hace siglos, durmió allí una noche. Es la magia literaria de los reyes. En esta alta primavera que va a traer un nuevo rey a España, queremos echar una ligera mirada a  reyes que en Alcalá “pisaron y moraron” en el sentido de mi confidente.
    Dicen que en el 380 estuvo aquí unos días el emperador romano Flavio Valentiniano para otorgarnos Leyes Imperiales. Veníamos entonces en el mapa como Complutum.
     Y, sobrevolando el desierto amnésico de Santiuste, sobre visigodos y árabes, nos plantamos en 1268 donde el infante Sancho está ya en Alcalá de Henares firmando un decreto que favorece las dos industrias locales del momento, los caballos y la vid, cuyo famoso vino dormía en las bodegas de la calle de la Tercia. El futuro Sancho IV el Bravo no será coronado hasta 1284, después de muerto su padre Alfonso X el Sabio, el que concedió a Alcalá las ferias de San Bartolomé y que su hijo las protege para que no sean detenidos los feriantes de Alcalá. Y dio Fuero Viejo a esta villa, donde iguala en privilegios y penas a cristianos, judíos y moros conversos. Nos dio sobre todo los Estudios Generales, precede
nte de la Universidad. Y su cariño por Alcalá está en su testamento, donde, de las tres instituciones que han de mirar por su enterramiento, figuran los curas de San Justo de Alcalá.



  SANCHO IV


      Las justas de caballos debían ser algo así como hoy las carreras de motos. El 9 de octubre de 1390, domingo, se fue el joven rey Juan I con el Cardenal de caballos a los Juegos de Caballeros Farfanes de Alcalá, y, queriendo hacer un alarde,  lo derribó el caballo contra una piedra, donde dejó la vida. Se lo trajo el Cardenal a palacio y habilitó un Aula para su velatorio íntimo. Porque el palacio se cubrió de susurros para guardar el secreto de la vacante del trono de Castilla. A la mañana siguiente la comitiva real se dividió en dos: una parte se fue con el rey muerto a Toledo, y la otra partió para Talavera, donde se hallaba el heredero menor, tercero de los Enrique.
     Pero los Reyes Católicos “pisaron y moraron” en Alcalá con mayor firmeza y asiduidad. Tomaron a Alcalá como un calmado remanso. Aquí publicaron muchas de sus Pragmáticas. Pasaron aquí gran parte del invierno de 1497, estancia que repitieron en 1502 y 1503, además de otras visitas. En esa placidez alcalaína la reina Isabel daría a luz en 1485 a la infanta Catalina, reina que fue de Inglaterra, bautizada en San Justo; y doña Juana de Castilla daría a luz en 1503 a Fernando, Emperador que fue de Alemania. Dos bautizos alcalaínos que fueron dos acontecimientos nacionales. En el segundo de ellos, el Adelantado de Castilla portaba el agua en fuentes de oro, y el Conde de Fuensalida en gran copa de oro portaba la sal. Cuantiosos fueron los privilegios alcanzados de los Reyes Católicos para la Universidad y su villa, por la acción mediadora de Cisneros, regente que fue en dos períodos.
     


   ISABEL LA CATÓLICA
  
     Felipe IV vino en 1625 a inaugurar la parroquia de San Pedro y le invitaron a los toros y torneos de la plaza del Mercado  para que los viera por una celosía de clausura.    
     Finales del siglo XVII. Es la decadencia. Se agota el siglo y la Casa de los Austria. Carlos II no puede tener descendencia y, junto con la reina, se vino a Alcalá buscando su alivio junto al cuerpo incorrupto de San Diego. Pero que ni con esas. Se alojó en la plaza del Mercado, nº 3. Nos concedió el título de ‘ciudad’ en 1687, mediante el pago de la ‘media annata’, la mitad de la producción anual del término, a pagar en diez años. Nos dio también vara de Alcalde de Corte y Mercado franco.
     


  CARLOS II


      La estancia de Carlos III y su séquito en el palacio Arzobispal (8.12.1759) fue penosa y gélida. Ni las infantas tenían colchón. Tal vergüenza se la estuvieron echando en cara ayuntamiento y clero. Eran los tiempos del arzobispo Lorenzana. Y fue este y le levantó un monumento de nieve al rey Carolo: la Puerta de Madrid.
     Cuando vino José Bonaparte se alojó en la casa de Munárriz en la calle de Escritorios y las colgaduras de balcones y ventanas, ordenadas por Bando, colgaban de cualquier forma, incluso del revés.    
     Fernando VII estuvo aquí tres días de agosto de 1816. Venía con la reina de los baños de ‘La Isabela’ en Sacedón, también procurando la sucesión, y al llegar aquí, después de un trepidante viaje, dijo el rey: “Al final parimos todos menos la reina”.
    Amadeo I se alojó en el ayuntamiento. Pero Alfonso XII y Maria Cristina vinieron a Alcalá en tren real en 1880 para darnos el título de ‘Excelentísimo’ al ayuntamiento, y ya no pernoctaron por causa del progreso. Como el rey Juan Carlos, quien, sin embargo, “pisó” Alcalá con cíclica persistencia. Y el rey que ha de brotar en esta altísima primavera ya pisa y mora en el corazón de nuestras mejores tradiciones y realidades.

José César Álvarez
'Puerta de Madrid', 14.6.2014

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