lunes, 25 de septiembre de 2017




La gitana y el romero
      
     La gitana me ofrece una ramita de romero en la calle Libreros, mientras me pide la palma de la mano, y le digo que la titular de la plaza es María. María es veterana en el centro histórico de Alcalá, es una anciana cetrina y arrugada que lleva en el alma clavado el cansancio de tantas buenaventuras fallidas y los abortos de sus hebras sin pegar. Los desplantes a su romero le han ido minando la vida. La nueva gitana me contesta:

—María es mi suegra, pero se la conoce por La Lola, el mote que le puso su sobrina. La Lola se fue ya ‘pa’ el Sur.

     “Se fue ya” tiene el valor de un viaje sin retorno, como el viaje último de los salmones, como la elefanta anciana que se sale de su rumbo buscando su última intimidad en la selva espesa. La nuera me quiere hacer ver con ello que la canongía es ahora de su propiedad, que estoy hablando con la titular de la plaza.

    
Pero la sabiduría pertenece a la elefanta anciana. La nuera está más verde que su romero, nada que ver con La Lola. Es cierto que la nuera, por su madura juventud, no se atreva a decir “mi niño”. “cariño”, “marqués”, como hacía La Lola seductoramente, pero es que la letra de su buenaventura se la tiene aprendida de carrendilla, y lo mismo vale para un cornudo que para un ciclista. Y luego se la veía venir muy de pronto: “Vas a disfrutar de una gran felicidad personal y familiar. Pero nada de esto habrá de cumplirse individual y familiarmente si no se abona su precio, que es de 10 euros, y echarse atrás tiene un castigo que es sólo de tu responsabilidad… Las monedas tienen mal fario, dan grima, el papel es más limpio.”

     Lola, no; Lola, después de hacerse con tu mano, te miraba a los ojos, que te lo mandaba, y en un ir y venir de la mano a los ojos, te metía personalmente entre su jerga de misterio. Lola tenía puntos de improvisación según el cliente. Y si el intento de buenaventura era abortado, pese a la insistencia, Lola desprendía un quejido final, muy hondo: “Cariño, tengo hambre.” El cliente entonces solía pagar su liberación. Ese era su golpe de efecto. La Lola comió de sus quejidos últimos y ahorraba el romero, que tiene su gasto.

     Pero la dinastía de las gitanas alcalaínas que leen la mano, ha tenido siempre un rasgo de autenticidad: el romero es verdadero, con la inaudita fragancia que te colma el bolsillo y la ropa y el cuerpo. En Alcalá el romero de la buenaventura es auténtico, no como en Sevilla, qué vergüenza, donde las gitanas ofrecen ramitos de arrayán, robados en los setos de la ciudad.

     La buenaventura es el oficio ancestral de las gitanas. Es la falsa profecía callejera, dicha con liturgia calé. Es la pillería alegre y seductora de las calles andaluzas ante los ingenuos. Y están también los ingenuos que se dejan llevar y se divierten. Es un oficio sin ayudas ni subvenciones, sin subsidios ni retiros.

     En el debate del Estado de la Región de Madrid de la semana pasada, el ‘gitano’ Tomás Gómez le echó la buenaventura a su ‘cliente’ Ignacio González, augurándole que aquel iba a ser el último de sus discursos en los Debates de la Región. Y González le devolvió una buenaventura  larga y borrascosa, de tal forma que por las rayas de la mano de Gómez viajaban tranvías de Parla, Trinis y Zapateros.

     Y la gitana Soraya Sáenz de Santa María ha visto en las rayas de la mano de Cataluña nubarrones y claros. Claridades por la seguridad de que el referéndum no se celebrará, y nubarrones por poner los independentistas en peligro su costosa recuperación económica, mientras ve que los socialistas se siguen ahogando en sus vacuas palabras sin compromiso ante el peligro de la unidad de España.

     La gitana ha visto en la palma de la mano del ministro Wert una M grande, rotunda, indeleble. Es la M central de la LOMCE, la Ley orgánica para la mejora de la calidad educativa que nace en las aulas de España este septiembre, por fin una ley de signo positivo, integradora, competente y competitiva, bilingüe, evaluadora, curricular, coherente, troncal y diversa. Sobre la fiereza de las rayas de su mano, la vidente ha advertido durezas, que ella toma por envidias, colapsos, intrigas, subversión de los elementos opositores. Son los de siempre, los que quieren ganar fuera de las urnas a cualquier precio. Son los que han escogido sin saberlo el viaje de La Lola. Pero subvencionados. 

José César Álvarez
PUERTA DE MADRID, 12.9.2014          

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