El
siete de octubre pasado, 445º aniversario de la batalla de Lepanto,
fijaron el ancla el almirante de la Armada, Juan Garat Caramé, y el
alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez Palacios, en la que desde
ese día se llamó glorieta de la Armada Española en la carretera de Meco
frente al edificio policial. Fijaron al alimón el ancla, donada por la
Armada y aceptada y ubicada por la ciudad, bajo el orgullo recíproco del
dador y el receptor, ligados a un mismo Miguel de Cervantes de este
cuarto centenario de su muerte. Fijaron el ancla del soldado “ejemplar y
heroico” que fue Miguel de Cervantes en contra de esa batulea de
cervantistas oficialistas que se han atrevido con desvergüenza a
extorsionar el heroico comportamiento de Cervantes en Lepanto en este
aniversario redondo de su muerte.
El
principal biógrafo de Cervantes ha sido Luis Astrana Marín, cuya
monumental obra en siete copiosos volúmenes lleva el título de “Vida
ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes”. Pues al biógrafo y al
biografiado quieren llevarse por delante estos insensatos en un tema por
otra parte ya bien trillado.
Fue
otro gran cervantista como Martín de Riquer el primero que planteó la
hipótesis de que Jerónimo de Pasamonte fuera el autor de la segunda
parte del falso Quijote firmado como Alonso Fernández de Avellaneda.
Este tal Jerónimo había sido compañero soldado y cautivo con Cervantes
en diversas campañas militares como Lepanto, Navarino y Túnez, donde fue
hecho preso por los turcos, y cuya cautividad tuvo peor suerte que la
de Miguel, llegando hasta los 18 años, la mayor parte de los cuales
estuvo Jerónimo como galeote de los barcos turcos. Volvió a España y en
1593 publicó unos apuntes biográficos, antes de escribir su ‘Vida’,
donde Cervantes con sorpresa se ve suplantado en la batalla de Lepanto.
Las falacias propagadas por el galeote de “la Mancha aragonesa” fueron
satirizadas por Cervantes en el personaje Ginés de Pasamonte que de
galeote cautivo
de los turcos pasaba a ser galeote encadenado por malhechor para servir
en las galeras reales, y a quien Cervantes replica punto por punto, en
imitativa y superadora réplica en la novela interpolada del ‘Capitán
Cautivo’ a las experiencias de las campañas militares narradas por
Pasamonte. Por
eso dice el apócrifo Quijote de Avellaneda en su prólogo que él fue
imitado primero, además de su queja sobre los “sinónimos intencionados”
que sufre. Ginés de Pasamonte será el único personaje episódico de las
dos partes del Quijote.
Maqueta de una galera española de la época
Tiene Cervantes, sin embargo, otros testigos de su heroísmo en Lepanto, como de sus fiebres, quizás las cuartanas de Corfú, las que le obligaron a estar postrado en la cueva de La Marquesa, antes de la batalla principal, de la que nunca dimitió Miguel, pese a las recomendaciones de sus jefes y oficiales, no queriendo faltar en el momento crucial del combate al primer puesto del lugar asignado en el esquife, al frente de un grupo de doce soldados. De aquella batalla de Lepanto tomamos los momentos previos de la descripción del propio Astrana:
“Publicóse
al instante el jubileo e indulgencias del Pontífice para los que allí
murieran y se hizo la absolución general. Entre tanto, el resplandor de
las armas competía con los reflejos del sol en el mar, y la diversidad
de colores, banderas, estandartes, flámulas y gallardetes entonaban el
hosanna de la victoria a la vez que el adiós a la vida.
Don
Juan volvió a su galera e hizo enarbolar un Crucifijo (el antiguo
«Cristo de los moriscos», que le traía el recuerdo de Luis Quijada), con
la imagen de Nuestra Señora; se vistió con toda calma su coraza, debajo
de la cual se prendió el «lignúm crucis» regalo del Pontífice, colocóse
el collar del Toisón y se cubrió con su casco. Un momento quebró el sol
sus rayos en sus atavíos de guerrero, y pudieron verle sus capitanes y
soldados arrodillarse, pidiendo a Dios el triunfo. Después, desde lo
alto de la proa, que le servía de puente, dio a los clarines y trompetas
la orden de tocar la batalla. ¡Era la llamada terrible a las armas
vengadoras y tiranicidas!
Frente
a frente ambas escuadras formaban como dos arcos opuestos, que apoyaban
un extremo en la costa e internaban el otro en el mar. El ala derecha
turca (Mahomet Sirocco) se enfrentaba por la parte costera con la
izquierda cristiana (Barbarigo), y la izquierda turca (Uluch Alí) que
entraba en el mar, con la derecha de la Liga (Juan Andrea Doria). Una
milla antes de embestir, Alí-Pachá disparó un cañonazo, contestando con
otro don Juan.
Cervantes joven
Son las once de la mañana, el sol brilla espléndido, el cielo está límpido y como translúcido, y el mar semeja un plato de leche. El viento, favorable hasta entonces a la armada turca, cambia de pronto, y se tiene en la de la Liga por buen augurio. Avanzan las dos escuadras pausada y armoniosamente.”
Son
los mejores testimonios de la valentía de Miguel su pecho hundido y su
mano estropeada. Su galera ‘La Marquesa’ ocupó el encarnizado cuerno
izquierdo y sufrió “más de cuarenta muertos”, y Miguel recibió dos
arcabuzazos en el pecho a quemarropa y otro en el brazo. Ensangrentado,
enardecía a los suyos para lograr la victoria. El 31 de octubre fue la
entrada triunfal en Mesina, en cuyo hospital sanó Miguel tras larga
convalecencia sin poder librarse de las secuelas de su mano izquierda.
Allí fue visitado por don Juan de Austria, quien tuvo testimonio de la
heroicidad del alcalaíno, a quien subió su soldada y le firmó algunos
pagos de atrasos.
Este ancla nos ha salvado de los galeotes cervantinos de nuestros días.
José César Álvarez
Semanario ‘Puerta de Madrid’, 15.10.2016
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