lunes, 25 de septiembre de 2017



O arráncame el corazón…



     Es el momento cumbre del Tenorio, de la declaración de los enamorados, la famosa escena del sofá, donde Doña Inés, cercada por el aliento susurrante de Don Juan, de sus brazos acechantes,  y abrumada por la espléndida cadencia del entorno sensorial que enhebra la voz enamorada de don Juan, entre vocativos suspirantes –paloma mía, estrella mía, gacela mía– hace que la novicia estalle por fin así: Don Juan, don Juan, yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón o ámame porque te adoro.



     La resultante es una disyuntiva o dilema, en la que la primera opción es un imposible que hace necesario el cumplimiento de la segunda opción: O arráncame el corazón o ámame. Ámame es toda la solución. Y el amor necesario de Zorrilla se ha erguido necesariamente en  treinta y una ocasiones sobre la ruina romántica de nuestro patrimonio histórico, desde que José Antonio Rivero lo pusiera en marcha hasta la versión última de Eduardo Vasco, director alcalaíno que ha repetido este año la versión de 2003, muy aplaudida por el numeroso público que aguantó estoico de pie las dos noches del pasado fin de semana en la Huerta del Obispo.



     ‘Don Juan’ es, después de ‘Don Quijote’, el principal personaje de nuestra literatura, también religado a Alcalá, ya que Tirso de Molina, autor del personaje en El burlador de Sevilla fue alumno de su Universidad. Desde entonces el personaje arquetípico de Don Juan se ha dilatado en la historia de la literatura universal en un centenar de obras de todo tipo, entre las que están las mejores plumas y batutas: Molière, Corneille, Mozart, Pushkin, Dumas, lord Byron, Bernard Shaw, Richard Straus, Valle-Inclán, Gregorio Marañón…  



     La exigente disyuntiva ‘o arráncame el corazón…’ se prodiga en el trasunto variopinto de nuestros días: O arráncame el corazón o no me rompan España te digo a ti, presidente, seas quien fueres, tú, Mariano, déjate de complejines y fustiga a los sedicentes, a los levantiscos, a los golpistas que quieren romper la nación más vieja de Europa, reúnete con los hombres de ley que quedan y que la justicia encarcele a los insurgentes de ‘la pela’, al Arturo de esa otra disyuntiva: “O me das ‘el cupo’ o verás la que te espera”.  Arrancar un trocito del cuerpo de España, sea el que sea, es un dolor que repercute en el centro vicario del corazón de cada españolito. Evita, tú, presidente, ese dolor colectivo,  y ahuyenta ese sufrimiento que persiguen sus iniquidores.



     Tú, presidente, has sido dador de la palabra contra esa sedicente ‘república catalana’. Cuando la palabra se ajusta a los labios y se ajusta a la acción, se dice que hay sincronía. Pero cuando la palabra va sola, se produce un desajuste, una espera, un vacío, un desasosiego. Sé tú sincrónico con todos nosotros, presidente, en esa acción de la integridad de España.        



     Cuando el avión llegaba a la isla de Lesbos del mar Egeo, se veían sus playas pintadas de un ignoto color tomatina. Cuando el cooperante pisó sus playas se percató de que eran superficies que formaban los chalecos salvavidas. Una niña de cuatro años lloraba desconsolada, gemía a gritos desandando el camino sobre la alfombra de los chalecos. O arráncame el corazón o busca a su madre perdida, tú, cooperante, tú que has intentado tomarla en brazos y ha pataleado contra ti y contra el mundo, busca a su madre, búscala entre esa humanidad en desbandada, fugitiva, que vuelve a ser nómada. Los cooperantes han dado hilo y aguja a las mujeres y han empezado a fabricar las colchonetas que faltan con los chalecos que sobran. La historia del mundo ha vuelto a comenzar en las playas de Grecia, puntada a puntada.      

      

     O arráncame el corazón o no le quites la nutrición, enfermero, no te lleves del árbol de hierro, niquelado, su fruta colgante, dásela, tú, bata blanca, diácono del alimento divino, no le niegues la limosna nutricional a la pobre mujer, asediada por la maldita recidiva de las anillas de sello, dale limosna, hombre, o arrancarás el corazón de una familia. Sólo tú harás posible la opción imposible de este Diario.   



José César Álvarez

Puerta de Madrid, 26.11.2015

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