Las formas “incorruptas” de las Bernardas, una
historia secreta y consumada
Terminada la
guerra civil, y desde 1939, la nueva Junta de Patrimonio iba depositando en la
gran sala capitular de junto al coro bajo del Monasterio de las MM. Bernardas los
vasos sagrados y objetos religiosos, originarios de los conventos y templos de
Alcalá, hasta entonces en poder de la “Junta de Incautación y Salvamento del
Tesoro Artístico” de la
República.
Refiere Josefa
Muñoz, religiosa regresada a su monasterio, que ya en 1940 le había llamado la
atención un copón estropeado y sin cruz de remate, al que en repetidas ocasiones
quisieron abrir sin resultado. Al domingo siguiente vino un escolapio a
reconocer sus objetos y le rogaron que lo abriera, lo que realizó con dos dedos
sin obstáculo alguno, comprobando que estaba repleto de hostias.
En aquellos años
era Abad de la Magistral
don José Utrera y confió el cuidado y entrega de aquellos objetos a dos
jóvenes, Ángel Lozano y José Bueno, el sacristán, quienes también testimonian
que les llamó la atención aquel copón que se resistía a abrir, y que cuando lo
consiguieron, les sorprendió el buen estado de las formas hasta atreverse a consumir
una cada uno, lo cual se lo dijeron a don Eustaquio, el responsable, quien
dicen que no les regañó. Pero, ante la duda de si estaban consagradas o no, fue
el capellán don Jesús Gordón quien decide depositar en el sagrario las 48
formas, que poco después pasarían del copón deficiente a una cajita redonda de
hostias del celebrante.
En los tiempos
inmediatos en que fue Abad don Francisco Herrero, encarga a los jóvenes de la Acción Católica llevaran a cabo
la catalogación de aquellos objetos restantes. Fue entonces cuando entró en
contacto por primera vez el que habría de ser el valedor de las ‘Formas de las Bernardas’, don Manuel Palero, entonces
seminarista, quien, andando el tiempo, compartiría su labor en la parroquia de
Santa María con la capellanía de las Bernardas.
Don Manuel comprobaba
estupefacto que el tiempo pasaba y aquellas formas seguían incólumes, cuando
colocaba otras formas a su vera y amarilleaban y tomaban moho. Por lo que la fe
de don Manuel crecía imparable. Y más cuando al dar un viático a un enfermo –al
hijo del director de Correos don José Pérez Rojo–, quien había sido desahuciado
clínicamente, le adjuntó una partícula de ‘las ‘formas bernardas’ a la hostia
normal, y sanó contra todo pronóstico, conduciendo su coche por Madrid con
normalidad. Don Manuel cree tener fundamentos para convencer a la jerarquía
eclesiástica de que inicien el proceso milagroso de la “incorrupción milagrosa”
de las santas formas de las Bernardas, pero ante los distintos obispos de
Madrid-Alcalá sólo encuentra silencio. No son los años jesuíticos del P. Juárez
y, quizás, nunca segundas partes fueron buenas. A don Manuel le llega el
desánimo y piensa si él no será la persona adecuada, ya que tampoco consigue se
acometan las obras de la iglesia del Monasterio.
En 1964 cedió su
capellanía a don Severino Domingo. El misterio de las ‘incorruptas’ formas será
de tal secretismo que ni el nuevo capellán lo sabe, siendo así que don Severino
– oh desgracia– imparte un día la comunión con las formas “incorruptas”. Y
debió seguir sin saberlo después, porque ‘alguien’ pasó por el sagrario para amarrar
bien la tapa de la cajita. La sorpresa fue, sin embargo, mayúscula cuando se apreció
que quedaban veinticuatro hostias. ¡Eran 24! Justo como las gloriosas Formas
Incorruptas desaparecidas en la Guerra Civil,
por lo que se quiso ver la mano de la Providencia que las señalaba así como las
sucesoras.
Pero la
acumulación de sus signos anunciaba su fin cuando en el año 2000 las escasas monjas
bernardas dicen adiós a Alcalá. Entonces la madre abadesa hizo reparto de las
hostias a su capricho. Concedió 10
a la comunidad hermana de las Claras, y el resto a los
dos destinos de León: 10 al convento de San Miguel de Dueñas, donde recalaba la
autora del reparto junto a otra monja, y dos y cachitos de otras dos a Gradefe,
destino de cinco de ellas.
Las monjas de la Orden cisterciense de San
Bernardo trasladadas a León dejan en Alcalá como representantes de su causa a
las monjas del Monasterio de Clarisas de Ntra Sra. de la Esperanza, quienes elevan
sus pretensiones, y a cuya Madre Abadesa escribe el Obispo Complutense don
Jesús Catalá en abril de 2007, comunicándole la determinación de la Santa Sede acerca de “unas supuestas formas consagradas”,
a las que se les negaba el culto y convenía fueran consumidas, rogando su entrega
al Obispado. Lo mismo habría de ocurrir en León. Ese fue el fin del fin. Habló
Roma.
Ello no quita
para reconocer que Manuel Palero, delicado pintor, es un titán forjado en el
revés. Don Félix Pérez Establés, párroco de Santa María, le obligó a cubrir de
pintura al temple sus propios frescos de la Capilla de las Santas Formas. Más recientemente
le cubrieron los dos murales de los extremos del crucero de Santa María. Y el lienzo
al óleo sobre madera que compuso para la capilla de la catedral en que antes
estaba el sagrario –ángeles enardecidos, enarbolan la custodia de las Santas
Formas–, hubo de comérselo enterito… Y ahí sigue.
Hoy quiero glosar una homilía suya de la Pascua de Resurrección
cuando van al sepulcro y dicen: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo
han puesto”. Lo cual puede repetir literalmente el cura-titán mirando la
capilla de la catedral donde puso sus ilusiones. O mirando el sagrario de las
Bernardas sobre el que depositó sus anhelos. O mirando la fecha huera de la
fiesta grande de las Formas Incorruptas a la que quiso restituir su gloria
perdida.
José César Álvarez
12.5.2018 Puerta de Madrid
12.5.2018 Puerta de Madrid
Puerta de Madrid,12.5.2018