lunes, 25 de septiembre de 2017



Nombre se paga con nombre


     Alcalá de Henares como ciudad universitaria fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad un 2 de diciembre de 1998 porque su vieja Universidad había servido de modelo en otras partes del mundo. Hace tiempo, mi hijo Javier, que anda por esos mundos, me mandó unas fotos de la ciudad de Antigua en Guatemala y de su vieja Universidad fundada por los franciscanos, a quienes había servido de modelo la de Alcalá, donde ellos habían estudiado. La sorpresa fue, según me contaba Javier, que allí, al enseñar sus venerables piedras, recibió a quemarropa y sin aviso el nítido nombre de de ‘Alcalá de Henares’, y que allí se explicaba su historia con el orgullo de su origen complutense. Y el alcalaíno de la maternidad de O’Donnell aprovechaba para reprenderme: “¡Si es que no sabéis hasta donde llega Alcalá!” Es cierto, estamos emperrados en que no pasa del Torote y de la Venta de Meco, y bien viene que en este cíclico dos de diciembre, aniversario de su declaración, nos entre siquiera sea un vaho cierto de esa humanidad patrimonial dispersa y difusa, un testimonio del nombre de Alcalá tomado vivo a pie de obra en el ‘antiguo’ lugar de manera espontánea, que no de otra manera.   

   

     
Antes de seguir paseando por Antigua queremos señalar que ‘patrimonio’ viene del latín ‘pater’, de la misma raíz de que procede ‘patria’. Fue Estrabón quien dijo que España era una piel de toro. Y ello está bien, pero su silueta es también la de una cabeza bifronte, que mira igual al Mediterráneo como al Atlántico. Iberia, la vieja Hispania, no es el culo de Europa como han dicho algunos europeos, es la vanguardia que rompe su continentalidad y se proyecta ‘más allá’, ‘plus ultra’. Y en esa mirada atlántica se entiende que allá se hable español y portugués. En esa mirada oceánica puede entenderse el patrimonio disperso. Y desde allí puede entenderse que los términos patriarcales del patrimonio y de la patria se vuelvan matriarcales al devolver la mirada hacia la ‘madre patria’.  El viaje de ida es ‘pater’ y el de vuelta es ‘mater’. 

    

     La ciudad que hoy se llama Antigua y popularmente Antigua Guatemala tuvo por nombre el de Santiago de los Caballeros de Guatemala durante la época colonial, cuyo título oficial e histórico es el de ‘Muy Noble y Muy Leal’, es cabecera del municipio homónimo y del departamento de Sacatepéquez. Se ubica a aproximadamente a 45 kilómetros al oeste de la actual capital, y fue la capital de la Capitanía General de Guatemala entre 1541 y 1776, año en que la capital fue trasladada a la ciudad de Nueva Guatemala de la Asunción, después que los terremotos de  Santa Marta arruinaran la ciudad por tercera ocasión en el mismo siglo, y que las autoridades civiles utilizaran eso como excusa para debilitar a las autoridades eclesiásticas —siguiendo las recomendaciones de las reformas borbónicas emprendidas por la corona española en la segunda mitad del siglo XVIII—  y obligando a las órdenes regulares a trasladarse de sus majestuosos conventos a frágiles estructuras temporales en la nueva ciudad.
     A partir del traslado la ciudad pasó a llamarse «arruinada Guatemala», «Santiago de Guatemala antiguo» y la «antigua ciudad». Fue abandonada por todas las autoridades reales y municipales, y en 1784 por las dos últimas parroquias, quedándose también sin autoridades eclesiásticas. Tras la independencia de 1821 recuperó la categoría de ciudad y fue nombrada como cabecera del departamento de Sacatepéquez
     Fue designada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

     En el siglo xxi es un importante destino turístico guatemalteco por su bien preservada arquitectura renacentista y barroca española con fachadas del barroco del Nuevo Mundo, así como un gran número de ruinas de iglesias católicas, incluso aún después de que sus estructuras fueran severamente dañadas por el abandono en que estuvieron entre 1776 y 1940, y por los terremotos de 1874, de 1917 y de 1976. También es reconocida por las solemnes procesiones de Semana Santa que se han realizado anualmente desde antes del traslado de la capital a la Nueva Guatemala. Su actual población ronda los cuarenta y cinco mil habitantes.
     Aquel nombre nuestro pronunciado lo pago hoy devolviendo su nombre, el suyo.

                                                           

José César Álvarez

Puerta de Madrid, 3.12.2016

www.josecesaralvarez.org


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