lunes, 25 de septiembre de 2017



El café en vaso o en taza

      
     El dilema abierto en todas las cafeterías de este país que todavía se llama España es si el café en taza o en vaso. La taza ha sido siempre el contenedor natural del café, guarda el calor y el asa te auxilia de su ardor insufrible. Ha sido un rito de siglos, universal, este del maridaje del café y la taza, de tal manera que el vaso era la excepción para el que así lo prefería. Pero el cambio ha sido de tal naturaleza en este país que la taza ha pasado a ser la excepción. Esto es una revolución de las costumbres y de los protocolos que no tiene parangón. Así, por ejemplo, en la cafetería del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, si no avisas de antemano la excepción de la taza, te lo tragas con vaso y todo, quieras o no quieras. La rebelión del humilde vidrio en este país ha sido imparable. Ocurre vayas donde vayas. Si lo quieres en taza hay que decirlo. La taza ha pasado a ser un capricho, una antigualla, un artilugio burgués.

     “Los derechos de los taceros están arraigados en la tradición secular” le dije a una camarera que no quiso darme taza y se me quedó mirando con arrobo. Me contestó que si azúcar o sacarina, que es el segundo dilema que hay que solventar con el café. El tercer dilema es si la leche caliente o templada. Las camareras del café no están preparadas para la dialéctica, ni tampoco para solventar derechos.

     Taceros y vidrieros. El proletariado del vidrio y la burguesía de la loza. Estos son los dos barrios, los dos mundos, las dos Españas del momento. Pero la España histórica ha recibido  un golpe severo con la rebelión de los vidrieros, ya que la caña cervecera ha invadido con insolencia la mañana cafetera. Ya todo es caña en la España cañera. La polivalente caña de España acoge el café que quema y la cerveza que hiela. Ardores y frialdades que se suceden sobre la misma epidermis.  

         
 Adiós a los juegos de café que trajimos de Andorra y de Portugal. Adiós a los juegos de café de los regalos de boda. Adiós a los juegos de café de la loza burguesa, de la porcelana aristocrática y de la cerámica popular. Adiós a los primorosos modelos de las firmas nacionales de Pickman Cartuja de Sevilla, de Sargadelos, de Pasajes. Adiós a los modelos de juegos de café exóticos de Sèvres, de Praga y Viena, de China…  Entérense, el café ya perdió la liturgia, ahora se bebe en vaso. Yo creo que esto lo han traído los poedemitas.

     Yo no los he visto tomar café, la verdad, pero yo creo que Rajoy y Albert Ribera toman el café en taza, mientras que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias lo toman en vaso. El vaso para todo es propio de  gente sin liturgia, de gente que no va a misa. La tradición no es cosa vieja sin más, es cimentación, evolución natural de un proceso, continuidad sin ruptura, progreso. Los que toman café en taza son la gente del SÍ.

     Los que allanan costumbres, los que rompen tradiciones, los que eliminan, desvalorizan y vulgarizan son la gente del NO. Los portadores del SÍ tienen sentido de Estado, que es lo que les falta a los portadores del NO.

     Yo creo, no lo he medido, que los cafeteros del vaso lo son porque les entra más, son gente del MÁS. No confiesan ese su secreto en la elección, pero creen que salen favorecidos en el más, en tanto miran a los enjutos taceros en su nimiedad. Son gente de la cantidad en vez de la calidad. Ellos no saben del aroma de un café concentrado.

     Los sujetos que toman el café en vaso que son gente del NO y que prefieren la cantidad son los más, claro: 180. Y los sujetos que toman el café en taza y son gente del SÍ que  prefieren la calidad son 170. Los de la calidad están unidos. Los de la cantidad desunidos.

      Es el caso que los unidos le han pedido a los desunidos, que son más, les prestaran unos sobres de azúcar para su supervivencia, cosa de nada, pero vital, y les han contestado así:

     —No, de ninguna manera, nosotros somos la gente del NO.

     Es decir, que los desunidos solo están unidos en el NO. Con esa gente no se puede ir ni a la esquina. ¡Qué tropa!

     Estaba Rajoy seduciendo a Sánchez con la mano tendida para que le diera una limosna de nada y Sánchez, que sabía que en su acto de seducción nunca le replicaría, le increpaba sobre la corrupción, dale que dale, olvidando el acusador que su partido es campeón en la materia. Y salía Sánchez otra vez y volvía a la carga magnificada de la corrupción, a sabiendas de que el de la mano tendida no podía contestarle. ¡Qué tropa!

      Ganar en las urnas es el principio básico de acción democrática. Rajoy gana en las urnas y no gana en el Congreso. Y los que pierden en las urnas le dicen a Rajoy que se vaya. Hernando sentenció: “Los que tienen que marcharse son los que pierden, los que pierden”. ¡Qué tropa!

José César Álvarez

Puerta de Madrid, 10.9.2016

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