lunes, 25 de septiembre de 2017



Las lentejas
    

     Viene a estas líneas hoy Simon  Peres, entre otros muchos honores, por socialista y cervantista a la vez, dos estampas bien distintas que por diversos motivos hoy se nos juntan en el calendario fijo y móvil de nuestros días. Viene aquí el lúcido y vigoroso Simon Peres, el que muere a los 93 años, el que nunca pensó en la muerte; el que, estimulado por sus seguidores que le auguraban ciento veinte años, les contestó: “Por favor, no me sean tacaños”. Viene aquí en estos días el socialista que supo estar coaligado con la oposición cuarenta y ocho años, pensando solo en la construcción de su país; el que perteneció a doce gobiernos y fue primer ministro en dos ocasiones; el que fue premio Nobel de la Paz por los acuerdos de Oslo. Viene aquí el hombre positivo que acumula, une, comprende, dignifica, pacta y debe ser monumento de obligada referencia laborista en estos días españoles de contaminación acústica socialista, de hombres de paja, de juncos que se doblan, que se consumen, que se marchitan de jóvenes, que vienen y van, que reptan, que se traicionan entre ellos, que se bloquean en su bloqueo, que se reconsumen en los días de las vacas flacas y se deshilachan con neurasténicas alternativas y conspiraciones suicidas.



     Fue Simon Peres un gran admirador de Cervantes, de su obra. Fue, en general, un ávido lector. Dicen que hubieras sido escritor si no hubiera sido político. En una ocasión se refirió a la despensa de Don Quijote:



     …Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos  los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos…



     “¡Pero si esa era la comida de mi abuela!” exclamó el político israelí subrayando lo de las lentejas los viernes. Y precisamente en el día de las lentejas de don Quijote y su abuela se celebró su funeral de Estado, en el que estuvo presente nuestro Felipe VI. Vino a morirse el que no pensaba en morirse en el año redondo del aniversario de la muerte de su admirado Cervantes y junto al día que en Alcalá nacía, un posible día veintinueve de septiembre. Allí se agostaba rendido un río largo donde había brotado otro. Rindió su viaje el caudaloso río laborista donde nacía por un casual el manantial de la palabra.




    (Aprovecho la ocasión para indicar que ”los duelos y quebrantos”, en contra de lo que parece, no son dos bocados o tajadas de distinta naturaleza, como se ha reconstruido en algún plato, sino que son los huesos de la res estropeada, despeñada, accidentada, con los duelos implícitos al amo, que carecen de solidez.)



     ‘Esto son lentejas y si no las tomas las dejas’ es la letra rimada de la imposición más contundente, más chulesca, más retadora. Es un ultimátum a la española en toda regla. Es este sin duda el espíritu del reto que los secesionistas catalanes  plantan al Gobierno, en vez de que el Gobierno, incluso en funciones, les pusiera esa letra a los separatistas, que es lo que correspondería.



     Pero el paisaje de la sobreabundante lenteja, desparramada y desbordante, es la estampa que Alcalá asimila sobre su espina dorsal en estos días del bullicioso Mercado Cervantino, cada edición más amontonado y más prieto. La minuciosidad de la lenteja desparramada y contigua sobre los mostradores y anaqueles de la Feria del Libro en la plaza de Abajo, sobre los paños de baratijas, tarros de esencias, cerámicas, prendas… de los puestos de la calle Mayor. Y esa parva humana y lentejera que se amontona, que se esparce, que hace corro, que se hacina, que discurre y se tapona. Y la ‘lens culinaris’, que es la lenteja, te lleva a las ollas que borbotan en las calles, a los quebrantos sin duelos y a los frutos del mar.   



     La humilde legumbre que los romanos cocinaban para el condumio de los velatorios mortuorios y que fue el alimento principal de los obreros de la pirámide de Keops, ha dado nombre a la lente y a la lentejuela. La lente agranda la visión, pero la lentejuela es el brillo fatuo. Son la verdad y la mentira que se suceden y se esconden a lo largo de este intrincado mercado de la vida.



José César Álvarez

Semanario ‘Puerta de Madrid’, 8.10.2016

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