lunes, 25 de septiembre de 2017




Crónica del NO

     En Escocia por fin ha ganado el NO.  Y un NOOO largo, rutilante, se ha esparcido por doquier. Hoy no quiero hablar de política y menos independentista. Hoy sólo quiero hablar   del NO fonético y disuasorio, rotundo, por causa de ese NO escocés que inundó las destilerías malteadas del país, que trepó  por los iceberg y sobrevoló el Canal de la Mancha para llegar a la Bretaña, a Flandes, a Euskadi, a Cataluña, a Córcega, a La Padania, a Alsacia, a Südtirol…

     NO es lo contrario de SÍ. Está claro. La Creación fue un SÍ absoluto, omnímodo. Según ello, ¿representaría el NO  la destrucción? Por de pronto, en Escocia el NO ha destruido la genuina iniciativa, la ilusión de un pueblo por reconocerse a sí mismo. Pero ese NO, a su vez, ha reconstruido los miedos de aquellos a quienes les dolía la ruptura, ha recuperado los complejos de enanismo del resto de los ciudadanos del Reino Unido, que se sentían al borde de su orfandad. El NO escocés, pues, tiene un valor relativo. Es un NO vencedor que ha desencadenado un sinfín de síes directos e indirectos. El NO escocés lleva más síes que noes en su expansión de reafirmaciones y esperanzas.

    

      En el Congreso de los Diputados, en aquellas votaciones que se realizan a mano alzada, tras la letanía de los nombres alfabéticos, compuesta de un brebaje de fachillas y rojeras, se suceden los síes y noes, pronunciados con distinto timbre, tono y fuerza. Los síes se manifiestan fonéticamente agudos, los noes broncos. El NO puede magnificarse hasta el sarcasmo, mientras que el SÍ carece de gracia fónica.

     Hay noes cainitas, traicioneros, siniestros. Hay gente que goza con la repercusión negativa de su NO. Por ejemplo, cuando en una Comunidad de Vecinos se necesita la unanimidad para un tema y aparece un NO infranqueable, inamovible, como un bastión crecido contra todos.

     Hay noes serenos, firmes, vengativos, servidos en copa de hielo. La venganza se sirve fría.  Así fue el NO severo y contundente, sin ápice de relativismo, que Emeterio le propinó a la Fuencisla en el mismísimo altar, vestida de novia. Aquello vino en los periódicos. Fue en la Basílica del Santísimo Cristo de la Agonía. El cura le preguntó si quería por esposa a Fuencisla, y Emeterio dijo que NO. Volvió a preguntar el cura por si acaso mediaran cuestiones de anfibología, y el novio, más recio, replicó: NO. El cura hizo que respirara el interfecto para someterle por tercera y última vez a la oportunidad de beber los vientos de Fuencisla. Y Emeterio, cansado de la sordera y terquedad del cura, le contestó alto y largo: NOOO.  El organista estaba en silencio, con la cabeza agachada de vergüenza, mirando las teclas blancas y negras que ya conocía. En el atril tenía colocadas por este orden: el Ave Maria de Shubert, un Aria de Cabezón y La Marcha Nupcial de Mendelssohn, las mismas tres partituras que Emeterio le ahorcó obstinadamente.

     “No saber decir que no” es un reproche muy corriente que se le dice al timorato, al que no despide a la gitana, ni a los mormones, ni al que llama a la puerta, ni al que te vende la bolsa de ajos a un euro. 

     Hay noes sinceros, que ennoblecen a sus portadores, a pesar de que parezcan en principio feos e interesados. En un internado de chicos, el fraile hizo probar a los chavales sobre su generosidad y sacrificio. “Mañana –les dijo– el plato principal de la comida se lo daremos a los pobres. Sólo habrá sopa, pan y postre. Pero tiene que ser votado por unanimidad”. Pasó lista el fraile, y uno a uno, quizás por compromiso, iban diciendo: “SÍ…SÍ…SÍ. Cuando le llegó la vez al glotón de Maroto, soltó un orondo NO que celebraron a carcajadas sus compañeros, más que nada por la inconfesable reconquista de su plato principal.

     Aquel pérfido NO a la OTAN por parte de Fraga, fue sólo una china en el zapato del altivo Felipe, propinado por causa de su tardía conversión. Pero aquel “NO a la guerra” de infausta memoria, cuyo logo lucían ínclitos personajes sobre el ojal de sus circenses solapas, fue la martingala más burda y chusca que se ha conocido, con el único objetivo que la declaración de guerra al PP. ¡Ay de los próceres de la paz!

        
 
     Sobre el NO indeciso de los timoratos, sobre el NO bronco de los diputados, sobre el NO rotundo de Emeterio, sobre el NO glotón de Maroto, sobre el NO burlesco de los próceres de la paz, se ha posado hoy el NO escocés, una nueva forma de ser NO, sobre cuya cumbrera flamean las banderas generosas del SÍ.

José César Álvarez
Puerta de Madrid, 27.9.2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario