lunes, 25 de septiembre de 2017




Cuatro desenlaces
              
     La trama de cualquier historieta o narración se divide en tres secuencias: introducción, nudo y desenlace. Pues bien, quiero fijarme en cuatro distintos desenlaces de la penúltima  actualidad y ponerle un adjetivo. Por ejemplo, es curioso que la manifestación del ‘orgullo gay’ que el sábado pasado partió de ‘los cuatro caños’ tuviera como desenlace ‘los Santos Niños’. Es llamativo que el XV Simposio de la Asociación Internacional de Filósofas, celebrado en Alcalá, fuera clausurado por un hombre, Fernando Sabater. Es inusual que el Partido Popular despida a Rubalcaba, su látigo indomable, con un enaltecido reconocimiento de su personalidad política. Es natural el desenlace mortal de la ‘hija adoptiva de Alcalá’ Ana María Matute. Esta es mi introducción: cuatro desenlaces. 
     A la festiva caravana del ‘orgullo gay’ quisiera desearles, con todo respeto, que alcanzaran un día el desenlace de su equilibrio, la normalidad, la ‘ataraxia’, esa situación estable que no necesite de más exhibiciones callejeras, sobre todo cuando las aceras de su marcha están pobladas de comprensión y tolerancia. Pasaron por la Casa Natal de Cervantes. Hay exégetas de su texto, como Rosa Rossi, que dijeron que Cervantes podría, si pudiere, integrar dicha comitiva. Así escribía dos días antes de morir y así podría decirles al pasar delante de su casa:
     Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos, que yo me voy muriendo y queriendo veros presto, alegres, en la otra vida.
     Frase que precisamente escuché recitada el otro domingo en el TSC –En un lugar del Quijote–, una magnífica obra teatral de ‘Clásicos de Alcalá’ que abundaba en los paralelismos Quijote-Cervantes. Unos ‘Clásicos’ que parecen pasar desapercibidos, excepto para los que se chutan en vena su formidable caudal.
      
                                                     Miguel de Cervantes

      Y, sin embargo, la normalidad está asentada en el desenlace citado de las filósofas, donde no existe la tasa de género. Uno tiene que ser  partidario del feminismo filosófico, que hace autocrítica de los feminismos vulgares y que busca su identidad de género, por encima de la prosaica igualdad, llegando hasta la dimensión multicultural de las mujeres sometidas por la norma o la costumbre del lugar, apremiadas entre el ‘ser’ y el ‘deber ser’, entre el conocimiento y la acción. La Filosofía, para no ser inoperante, conecta con la Política Social y busca el modo de romper en la práctica la coraza que somete a la mujer en determinadas culturas y circunstancias. Y ha habido hasta una ponencia sobre la teología de la mujer, la que fue hecha d la costilla del hombre.
    

                                                          Adolfo Pérez Rubalcaba
     
En sus costillas, clavada, ha llevado el PP la fusta de Rubalcaba. Sus insidias contra el PP, su trayectoria conspirativa, donde rastreó como perro sabueso toda información contra sus enemigos, cuando al lado de Zapatero, fue vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior. El que movió las aguas sucias del 11-M hasta límites desconocidos, el intrigante, ha recibido, sin embargo, el aplauso unánime de la bancada del PP en el Congreso, ponderando al hombre de Estado que deja la política y que ha dignificado el parlamentarismo español (¡qué distinta de aquella tormentosa despedida de Aznar!). Su último gesto de gallardía en el momento de la abdicación del rey Juan Carlos, recordando su compromiso de la ‘transición’ a su veleidoso partido, al que supo explicar que la Monarquía era compatible con su ideología republicana, ha propiciado el incienso de los presidentes del Gobierno y del Congreso, cuyos humos reparadores han saturado de aroma los funerales de su muerte anunciada.
    
                                                       Ana María Matute    
     
     La muerte de verdad, la de la guadaña que a todos nos iguala, esa es la que ha venido a segar  la vida y obra de Ana María Matute, una catalana de 88 años que escribía en castellano, y que fue madrileña y riojana a la vez. Los medios de comunicación se han referido estos días al ‘Olvidado Rey Gudú’, y su obra predilecta le ha servido de sudario mediático. Pero yo quiero recordarla en otros momentos, por ejemplo, cuando en el Salón de Plenos de nuestro ayuntamiento recibió el título de ‘hija adoptiva de Alcalá’. Ella no llevaba cuartillas escritas para la ocasión e hilvanó a trancos voluntariosos algunas frases de agradecimiento sincero, para decir “que lo que aquí me ha pasado no me ha pasado nunca en ninguna parte”. Y, analizando su frase, tenemos que, sin presentar ningún texto, como le ocurrió en otros premios, aquí recibió de forma escalonada el ‘Premio Cervantes’, el ‘Premio Ciudad de Alcalá de Henares de las Artes y las Letras’, y el ‘Título de hijo adoptivo’. Tres premios, tres, donde Alcalá quiere bogar en los ríos que le llegan.
     La mañana del Premio Cervantes decía: “Si alguna vez cae una historia mía en sus manos, por favor, créansela”. La generosidad alcalaína, también.       

 José César Álvarez
Puerta de Madrid, 5.7.2014

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