lunes, 25 de septiembre de 2017





     








 Romance de la noche en blanco
   
     La Noche en Blanco es la noche de la luz alcalaína, mientras que la noche en blanco es un pálpito de vida. Son dos pálpitos distintos: el primero es localista, donde la ciudad se abre en luciérnaga visita, mientras que la noche en blanco es la conciencia intranquila que no te deja dormir y te mantiene en vigilia. O puede ser el café, coca-cola, cafeína. La primera, se la goza; la segunda, mortifica. De las dos noches en blanco yo quiero hablar por mi rima.
    Es primera Noche en Blanco de factura alcalaína esa noche de pasión que se anuncia tan festiva, primer sábado de junio de solemne sabatina. Es un libro que se abre y que tú eliges línea, lámina, tema, capítulo, un libro que te fascina de la noche de los tiempos, un hontanar que ilumina. Puedes perderte en la braña de los palos que te invitan, en la maraña de cosas que por doquier se prodigan, si no tienes puntos claros de preferencia elegida, si careces del librito de la oblea en azulina. Puedes entrar en bodega y acabar en churrería, si es que te dejas llevar como si fuera otro día. En las noches de pasión, tú tienes tu preferida, y no hay “experiencia única”, sino experiencia vivida.
     Hasta ese búnker de Archivo que en Aguadores levita, hasta ese ladrillar bloque a la azotea te invitan. Y se nos abre Compluto de la noche más latina, Clausuras, Laredo, Cristo, las murallas, Carmelitas, la Universidad antigua, el Instituto Cervantes, torre de Santa María, también la casa deHippólytus, Santa María la Rica, los teatros, los museos, exposiciones gratuitas, nos viene el tren de Cervantes y en la calle dramatizan, rutas de bici y cigüeñas, abiertas las librerías… Allí cantan, allí tañen, allí declaman y gritan… allí comen, allí beben, allí venden, allí invitan. Y la noche a campanadas se nos apaga y marchita.
     Otra cosa diferente es la noche de Matías. Los dos Madrid en la tele jugaban la finalísima. Matías es un acérrimo de la afición madridista. Faltaba sólo un minuto y los ‘atletis’ vencían y celebraban con gritos la victoria que veían. Apagó el televisor de una rabia incontenida y se metió en la cama de una forma expeditiva. El sueño se le marchaba del disgusto que tenía, se tapaba los oídos de los cohetes que oía, de las voces del ‘atleti’, los rivales que él creía, cuando eran suyos los gritos, los petardos y los vivas. Bajo la almohada guardaba toda su cabeza huida. No quiso escuchar la radio, no quiso escuchar su ruina,  y en sueños se preguntaba si la décima vendría, si los cielos concedieran esa gracia algún día. Esta fue la noche en blanco del madridista Matías, que al no sufrir un minuto en la miseria se hundía y vagaba por la noche de su nube ennegrecida, noche blanca alquitranada sin que pueda resarcirla.
     A la mañana siguiente el quiosquero le expendía el MARCA solicitado por el bueno de Matías. Cuando vio el 4 a 1 de la portada clarísima, le dijo al quiosquero que le diera el del día. Y el vendedor lo miró como alma que delira. ¡Jamás pudiera creerlo! ¡Matías no lo creía! Y el comprador de periódico de la mañana bellísima se fue derecho a su casa y así fue como mugía: “¡Ay, qué dolor que yo siento al no vivir mi alegría! No es igual vivir la fiesta que por tinta recibirla. ¡Yo merecía esa fiesta que ha sido en blanco vivida! ¡Doce años esperando una fiesta que te birlan! ¡Desgraciado fue el instante en que mi mando tendía!”
     Y ahora quisiera cambiar el registro de la risa y poder así mudar las sensibles cañerías. Quisiera entrar en la noche de noche en blanco vivida por las madres que perdieron la noche de hijos e hijas. Generación de los hijos que la noche nos pedían y hubo que darles la noche, dar hasta la noche misma. Madres que cubren sus hijos y que pierden la porfía, madres que dieron la noche y no pudieron dormirla, noche en blanco de las madres que no dijeron ni pipa, que pasaban esas noches entre lágrimas y tilas. La noche se los llevaba y el alba se los traía. Hubo albas y mañanas que incumplieron su misiva, fueron albas tan traidoras que pudo la cocaína. Noche en blanco de la madre que no volvió a ver su hij
a, atrapada en un tapón de humanidad convulsiva. O la noche del alcohol de las cunetas tendidas. Y es que la noche de fiesta tiene múltiples cuchillas. El secreto de esas noches, esas madres lo sabían, por eso fueron tan largas y en blanco se las servían.






     Al final fueron tres noches: Primero, La Noche en Blanco de factura alcalaína; la noche en blanco de un tonto que se llamaba Matías, y la noche en blanco de madres que cedieron su vigía. Fueron tres noches en blanco de blancura bien distinta. 

José César Álvarez
Puerta de Madrid, 7.6.2014

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