lunes, 25 de septiembre de 2017




Las Santas Formas

     Las Santas Formas fue la fiesta más grande del calendario alcalaíno, hoy resurgida desde el recuerdo. El Obispo de Alcalá don Juan Antonio Reig Pla asistió el domingo a Jesuitas (hoy Santa María), el lugar histórico del acontecimiento, cuya historia narró incompleta. Un penitente morisco en el año 1596, cuando Cervantes andaba por Andalucía en las sacas de trigo para la Armada, se acercó al confesionario y, arrepentido, entregaba unas formas al jesuita P. Juárez, producto al parecer de la profanación de distintas iglesias. Aquellas formas no fueron consumidas por ningún sacerdote por temor a estar envenenadas, según  había ocurrido en otros lugares. Se guardaron en una cajita por si estuvieran consagradas esperando que se corrompieran. Pasaron los años y con gran sorpresa se observó que las formas seguían frescas. Se amplió la observación a otras formas contiguas, pero sólo aquellas mantenían su perfecto grado de conservación. Intervino la Universidad en aquella observación y en su determinación. No encontraron explicación. Fueron ya las Santas Formas Incorruptas desde su proclamación en 1619, arropadas por la devoción del pueblo y por la presencia de cardenales y reyes. Estuvieron en Jesuitas hasta 1767, a causa de la expulsión de sus tenedores, pasando a la Iglesia Magistral, a donde llevaron muchas de sus pertenencias, entre ellas las 17 espléndidas lámparas de plata. En Santa María su culto dejó dos preciosas capillas, reanudándose en nuestros días la adoración perpetua y permanente.



      Y llegado este punto don Juan Antonio dijo: “Lo demás ya lo sabéis”. Una prudencia del obispo que no quiere hurgar en nuestro reciente pasado, en su desenlace ominoso. Un ejemplo de un representante de la institución mártir que pasa de decir una sola sílaba sobre la guerra civil. Un ejemplo para aquellos que siguen apalancando con frenesí en su monotema.



     “Lo demás ya lo sabéis”. Y, sin embargo, no lo sabemos. Porque, personalmente, mantengo dos versiones. La primera, la que puede considerarse oficial, es la que en su día explicó el antiguo abad don José Utrera, en que las santas formas fueron sacadas de los viriles de la custodia y estrujadas por los milicianos, siendo conducida la custodia a al común de una camioneta que fue camino de la fundición. Pero hay otro testimonio del ama de un cura de la Magistral, quien dice ser testigo de una conversación con su madre. Ella le apremiaba sobre el peligro que presentaban las Santas Formas a tenor de los acontecimientos. Una mañana, después del coro, desayunaba el beneficiario su habitual tazón de migas con leche con una servilleta prendida en el alzacuellos. Cuando su madre insistió en la seguridad de las Santas Formas, en ese momento, el hijo levantó la cabeza del tazón y mirando a la madre con un goterón blanco en la comisura, le dijo: “No las encuentran, madre; por mucho que busquen no las encuentran”. El cura cayó de súbito en la misma calle, y el mártir se llevó consigo el secreto del escondite, junto a otros dos curas.



     Dos versiones encontradas y una sola verdadera. Las Santas Formas han sido buscadas principalmente cuando se desarrollaron las obras de la Catedral-Magistral con resultado negativo.



     Otras formas “de las Bernardas” parecían mantener la ilusión de reemplazar la gloria de las perdidas. Sin embargo, me he encontrado con un alcalaíno que se siente abatido, consternado, al enterarse de que las nuevas santas formas que las monjas cistercienses de San Bernardo se llevaron a su destinatario convento de Burgos, como las que aquí se quedaron en las Claras, fueron consumidas por orden superior, habiendo desaparecido y habiéndose también consumido sus ilusiones de recuperación.  Ya no hace falta una guerra civil para allanar los fervores incorruptos.



     Sea como fuere, lo que nadie puede allanar ya son los tres siglos de gloria de las Santas Formas Incorruptas de Alcalá, abrumadas por los pétalos de rosas de los balcones alcalaínos que cayeron  sobre el palio de quince varas de largo; con el homenaje de las solemnes paradas militares de la guarnición alcalaína y sus bandas militares, y dignificadas por el primor del vestuario del pueblo alcalaíno en el día de sus mejores galas.



José César Álvarez

Puerta de Madrid. 17.5.2015

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