lunes, 25 de septiembre de 2017





La vara de mando


      El uso de la vara de mando es ancestral, data de los tiempos prehistóricos. Cuando éramos nómadas, nuestro guía levantaba la vara en su mano para que le siguiéramos, lo hacía en las encrucijadas, en el desvío de los caminos sin macerar, en la decisión tomada por él para desviar la ruta emprendida. Señalaba con la vara el justo punto por donde habíamos de cruzar un río, el lugar para establecer la acampada o el hallazgo de agua potable. Lo que no recuerdo de aquellos tiempos es el significado de los distintos gestos de la vara de mando, pero los había.



     Cuando el guía del grupo enfermaba o se cansaba, se convertía necesariamente en sedentario, quedándose a la vera del camino. Entonces, entregaba a otro de los miembros la vara de mando, siempre con la aquiescencia del grupo. Lo importante es que fuera la misma vara. Ese era el símbolo del grupo: que la vara permanecía y los hombres cambiaban, que nuestros guías portaban la vara de mando que llevaron nuestros tatarabuelos, los que se quedaron a la vera del camino para no lastrar el paso vivo de nuestras mocedades. Allí quedaban sin que hubiera tiempo de llorar. Las mujeres entonaban entonces un canto quejumbroso, un adiós largo sin dejar de andar, porque otros seguían nuestros pasos. Pero, aunque ellos no vinieran,  llevábamos con nosotros su mando. Estaban allí en la vara misma que custodiábamos con celo, estaban en el intervalo irreducible de su mandato, estaban en el camino irreversible de su tiempo, estaban en la entraña de su pueblo.



     
      Todos los que llevaron la vara estaban en la vara. Incluso los que nos metieron por colonias de víboras,  loberas inhóspitas y estepas de hambruna.  ¡Qué distintos sus portadores! Los que nos llevaron por la orilla del río y nos dieron barbos y lampreas, y los que nos hicieron subir montes y nos dieron a comer reno y bisonte. Y los que nos subieron a los árboles de fruto inmaduro y agraz, sin esperar su caída. Hubo de todo.



     Ribó, el nuevo alcalde de Valencia no quiere la vara. Dice que la vara de mando la deja para otros tiempos. Es un hombre extraño, ajeno al pueblo del que quiere ser guía. Él es un bulto inconexo, porque si no recibe la vara no irá en la vara. Es un hombre que tiene que revisar sus complejos en la consulta del psiquiatra. Es, por tanto, hombre peligroso, despegado de su grupo.



    En las noches de plenilunio se consultaba al firmamento, después de juzgar la destreza de los que traspasaban el fuego, si había de cambiar de mano la vara de mando. Javier Rodríguez Palacios ha debido superar con habilidad la prueba del fuego, ya que ha recibido la vara de su pueblo y habrá de llevarla sin complejos por los caminos macerados o sin macerar de su nuevo viaje, al que le deseamos sea venturoso.



     Nuestros guías prehistóricos pintaban sus varas con la sangre mágica de sus animales preferidos, embadurnadas a la vez por sus creencias y supercherías. Los colores de las varas de la magia hechicera de sus creencias han sido variopintos en la España que todavía nos queda. Nosotros vamos a mirar ahora el color de las varas de mando más cercanas, las del corredor Madrid-Guadalajara, incluidas ambas, entronque y término. Son siete ayuntamientos, son siete varas, siete casuísticas, siete hechizos, siete grupos humanos que entregaron su vara a su guía, en sotos distintos y situaciones distintas.



     La vara de Madrid lleva el color de la marca blanca de PODEMOS, obtenida con la ayuda socialista, ganada por un solo voto. Y del mismo color ha resultado la vara de San Fernando de Henares, obtenida con la ayuda de socialistas y de los comunistas que hasta ahora han gobernado.



     La vara roja de los socialistas ha reaparecido únicamente en Alcalá, porque en Coslada y Azuqueca era el color que ya tenían.    

    

    
      Las varas de Guadalajara y Torrejón de Ardoz siguen siendo azules del PP. La primera fue conseguida con la abstención de Ciudadanos, mientras que la segunda fue alcanzada sin ayuda ni abstención de nadie. Fue el PP de Torrejón quien obtuvo la única mayoría absoluta de un partido en el Corredor.  En los siete municipios de este Corredor con entronque, a excepción de Azuqueca, el PP fue la lista más votada. Las varas perdidas por el PP en el Corredor son: Madrid y Alcalá, ambas por un solo voto de posible ayuda en la contra.

     

     La vara es el testigo que se entrega en una carrera de relevos. Si la pierdes en tu carrera, se ha acabado la prueba, nada hay que entregar. La vara corre con todos. Su carrera es superior a cada individuo. Es la suma de todos. Es el símbolo transferido del poder de mando de un pueblo.



José César Álvarez


Puerta de Madrid, 20.6.2015

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