viernes, 22 de septiembre de 2017



Viejo ‘crisma’ navideño

     Es el día de la Pascua de una Navidad cualquiera de mil setecientos. Baja la municipalidad, baja el Ayuntamiento pleno por la calle Mayor a los oficios de la plaza de Abajo. Abren paso los cuatro porteros tocados de encarnado y mazas de plata al hombro. Ahí van loss regidores, ahí van los munícipes de uniforme, con chupa, calzón corto y medias de seda encarnada, sombrero de tres picos, espadín y zapato con hebilla. Esos son concejales, como Dios manda y a mí me gusta. No había llegadoaún la era de los descamisados. No es justo que estos hombres compongan un Ayuntamiento sólo «ilustrísimo», ya que no sería «excelentïsimo» hasta que Alfonso XII se lo conceda en junio de 1880. Ese ayuntamiento que ahora desfila tiene nucha más enjundia y prosapia, mucho más ‘ismo’ – excepción del progresismo– que la imagen austera de hoy, irrevestida y civil, que sólo lleva como atributo una medalla. Ahí baja el ayuntamiento tan grave, tan circunspecto, a celebrar la Navidad oficial. Ese uniforme que lucen se mantuvo hasta el expolio universitario de 1836. Sin embargo, ay, se recuperó la universidad y no se recuperó la chupa ni el calzón corto, ¡con lo bien que les hubiera sentado a muchos de nuestros actuales munícipes!
     
     Es el primer día del año de un mil setecientos ccualquiera y ya bajan otra Vez los munícipes a San Justo,  después de haber tomado posesión delas Casas Consistoriales. Cuando el Cabildo termine de salir por la puerta de la pila del agua bendita del Cristo de la Cadena, conmenzará una procesión en torno a la Magistral. El Cabíldo no acaba de salir y los munícipes se impacientan. Tardan tanto en pasar porque el traje coral de los prebendados arrastra profusa ccola. Es una salida angustiosa: pasan uno a uno, bien espaciados, como apariciones estelares. A los regidores les debe irritar ese pavoneo de arrastre talar y telar, que, además, restaba protagonismo a sus atavíos festivos. Aquella largueza del revestimiento eclesial estaba en contradicción con su exiguo pantalón corto y media de seda torneada.
     
     Pero fue la largueza del tiempo y del atuendo lo que figuró como motivo de la demanda municipal de un pleito a fin de que se recogieran con las manos losarrastres. Y no vayan ustedes a creer…: perdió la Iglesia.
     
     Siguen saliendo todavía. Estos munícipes que se impacientan parecen no salir nunca de la iglesia. Esteban Azaña se queja de que en su tiempo, finales del XIX, ya no quedara casi nada de aquellas solemnes funciones religiosas a las que asistía el Ayuntamiento, «Sólo le vemos –dice– en Sanjusto, el día del Niño, Reyes, Candelaria, Ramos, Jueves y Viernes Santos, Corpus por la mañana y octava, Santos Niños, mañana y tarde y Pascua de Navidad». ¡Y eso era poco para don Esteban! el cual fue alcalde de Alcalá y padre de don Manuel, que sería ‘alcalde’ de España, y que habría de tener, desde luego, muy distintos pareceres sobre el particular.
     
     Nosotros sabemos de estos hombres que salen aparatosamente, uno a uno, y de estos munícipes, cabreados, que les miran salir. Pero ellos de nosotros no saben ni papa, aunque les gustaría, ya lo creo. La iglesia es una tumba de profetas. Aunque sean doctores y ‘magístrí’ de la insigne Universidad de Alcalá, no saben del tiempo adelante, sólo saben para atrás como todo bicho viviente. Así,  no saben quién fue don Manuel Azaña ni saben cómo quedó ese su egregio y mimado templo, antes del 18 de julio de 1936, antes, poco antes.
    
     Y tampoco poseen  un solo nombre propio de 1994 que ahora acaba: La Mafia turca, A Palo Seko, Rosalía Rodríguez, Pilar Lledó, Alcalá-Meco, Arturo Romaní, La Pinza, La Schola Cantorum, Isidoro Pérez Montero, El Encuentro Interreligioso. . .
     
     Por fin han acabado de salir y ha comenzado la procesión del Nuevo Año en derrcdor de San Justo. Las capillas se descolgaban sobre la plaza de Abajo como bolsas desiguales, en tanto se topaba sobre su costado delantero la línea de casas soportaladas, que, cortadas como un queso, permiten hoy airear la silueta magistral.

José César Alvarez
Puerta de Madrid, 24.12.1994

No hay comentarios:

Publicar un comentario