La besada de los Santos Niños
Fue el chacho y le puso a su pollo este mensaje en el Iphone:
Me pone, tio, ser yo tu binomio el sabado en el pueblo de alkalá. Yo yegaré
un poko + tarde ke tu, chacho, pero a tiempo de jalarte el belfo, tio.
Bete donde el obispo ese q. larga tanto q. ya yo te giparé X ayÍ.
Boi
a yebar gafas pastiyeras de kolor antrazita,, camisa rodweiler, bakeros
kagaos, pelo a lo zenizo estándar con mechon engominado.
Ya beras, tio ké vueno.
Después nos bamos a mirar a Kristiano kes un obús kesplota de tan güeno, no te me amodorres.
Era
la víspera doble del día de Cervantes, el día del libro y la rosa, el
día que en el ‘pueblo’ de Alcalá, todos los años, se entrega el Premio
Cervantes de la Lengua Española,
el premio al bien escribir. Lo cual ocurre, todos los veintitrés de
abril, si el día se deja, dentro del marco histórico del Paraninfo de su
vieja universidad, emblema del Siglo de Oro español. Este generoso
Paraninfo, sin embargo, metido también en la austeridad de los tiempos
que corren, no había de albergar este año ni a los reyes ni al
galardonado, como recortes impuestos –otra vez, tiña–, que no fueron
anunciados en el programa del gobierno.
Pero los hay que no colaboran con los recortes. Porque el chacho de las kas
de kilo del Iphone y su binomio se mean en Cervantes y en el Paraninfo
ese, sin que se sujeten. En las vísperas cervantinas, su gramática hace
chiribitas y funden los plomos del tendido alcalaíno. Son un caso de
sublevación en
toda regla, es un asalto a las normas que nos dimos y les dimos, es una
revolución contra los mayores, letra a letra, allí donde hace más daño,
todo al revés, para que se jodan los papás que tanto han mandado
siempre y quieren seguir mandando. Y no les toques un pelo que te
arremeten como coyotes. Provocan tanto estos tipos de caracteres
anárquicos que la pupila que les capta, se rebota de alevosía plebeya. A
este pueblo de Cervantes le escuece mirarlos en su víspera de
paraninfos ahogados de latines filosóficos y teológicos. Y es el
Paraninfo bodega del tiempo que conserva nuestro depósito normativo.
Cervantes, que se muere todos los veintitrés de abril, pudo morirse este año del ssoponcio de la lectura del Iphone.
Este
joven del mechón engominado me recuerda a aquel estudiante de las
trenzas valonas, todo un cromo de la época de Cervantes, que, montado en
su caballería, alcanza no sin dificultades a la caravana que cumple su
viaje desde Esquivias a Madrid. Cuando les alcanza, le dicen al
estudiante que la culpa ha sido de la mula pasilarga de Cervantes.
Entonces el estudiante pardal, al oír ese nombre se sorprende y le
cumplimenta así:
– Sí, sí, este es el manco sano, el famoso en todo, el escritor alegre, el regocijo de las musas.
Cervantes,
a paso bien asentado, ya con la nueva compañía, camino de la corte, le
contesta al estudiante que las efemérides de sus pulsos acabarán su
carrera, a más tardar este domingo, y que no tiene espacio para
mostrarse agradecido a sus elogios.
Especialistas del texto cervantino como Rosa Rossi dicen que este Prólogo del Persiles y Sigismunda,
escrito dos días antes de la muerte de su autor, sólo puede entenderse
dentro de un contexto ‘gay’. Los concentrados del sábado en la plaza de
los Santos Niños no sabían que estaban asistiendo a una efeméride
cervantina de esta naturaleza. Y puede que desde la críptica alusión de
aquellos tiempos, a ellos se refiriera Cervantes cuando seguía diciendo:
Tiempo
vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo diga lo que a mí me falta
y lo que sé convenía; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que
yo me voy muriendo y deseando veros contentos en la otra vida.
Hemos cumplido, pues, el 396º aniversario de la escritura de estas palabras últimas del
primero de los alcalaínos. En cuatrocientos años se ha pasado de la
insinuación al reto, del arte de la escritura a la provocación
antinormativa y de la mula parda al ‘megane’ tuneado.
En
la plaza de los Santos Niños empezó la faena a golpe de silbato, y una
currucata gangueaba algo contra el obispo. En la catedral había una boda
y el órgano imponente colmaba las bóvedas. La novia, envuelta en tules
blancos, con gran seguridad, dijo:
–Antonio: recibo esta alianza en señal de amor y fidelidad a ti.
En
la cripta de este templo, la bodega más profunda de este valle, está la
piedra del martirio de Justo y Pastor, primera piedra de este caserío.
Esta piedra, aherrojada de amores, es la reliquia más besada de esta
tierra. Es una piedra que acumula diecisiete siglos de besos de lugareños y peregrinos. Esa tarde, una mano, por entre la reja, le llevó un beso prendido.
José César Álvarez
Semanario Puerta de Madrid, 28.4.2012
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