El humanismo cristiano del PP
Este
pasado fin de semana les ha tocado bailar a los peperos en Sevilla, el
escenario inmemorable hollado por el zapateado sociata de los ‘eles’ y
los ‘eres’, el escándalo festivo de trapicheos y trapisondas, y de
sindicatos sin recatos. Llegó el PP, grave y erudito, y
quiso bailar el baile del ‘humanismo’ a secas, quitando de su baile
ideológico la palabra “cristiano”. Pero al final no hubo baile de letras
ni de conceptos.
Todo
ello fue porque hubo una bailaora pepera que dijo que en la definición
ideológica de “humanismo cristiano” bastaba con decir ”humanismo” para
entenderse, a lo que siguió el respingo de otros dos bailaores que
propusieron la renuncia a citar su confesionalidad en la definición ideológica de sus señas de identidad política, a pesar, dijeron, de ser practicantes católicos.
Por lo que yo quiero aquí responder con un zapateado particular. ¿Cómo puede ser, primero, que se pretenda una
definición ideológica con el término suelto de ‘humanismo’, sin
especificar, cuando no hay un término más manido, impreciso y
polivalente en la historia de la cultura? Pero es que sustituir la
especificación por “occidental”, como se propuso, es diluir su
referencia y renunciar al rigor y sello de su origen.
Hoy
día el significado más común de ‘humanismo’ es el del estudio de las
letras humanas. En el Renacimiento significó el retorno a las letras
grecolatinas como restauración de sus valores humanos. Pero es que
dentro del propio Renacimiento el ‘humanismo’ significó aisladamente la
recuperación de Cicerón en sus valores literarios y morales; fue también
el estudio
del griego; fue en su momento el interés por Platón; fue el humanismo,
según algunos autores, la corriente filosófica del Renacimiento, opuesta
a la Escolástica medieval, pese a englobar autores tan distintos como Erasmo, Montaigne, Ficino, Pico de la Mirandola, Nicolás de Cusa… Ha sido también el humanismo una antropología filosófica como centro de interés del universo.
Pero
como los ideales humanos son muchos, muchos han sido sus ‘humanismos’,
tales como el humanismo socialista, el humanismo liberal, el humanismo
existencialista, elhumanismo científico, el humanismo del estado… y el
humanismo cristiano, por supuesto, necesitado de identificación, si es
que no se quiere denominar, en su defecto, otra cosa por vaga o
imprecisa.
El papa Juan Pablo II intentó en su momento se hiciera una referencia en la Constitución
europea a las raíces cristianas de Europa, lo cual en modo alguno
pretendía una teocracia ni cosa que se le pareciera, y tampoco pretendía
dar un paso atrás en los logros conseguidos hasta la fecha en materia
de separación glesia-estado, de laicidad o de aconfesionalidad del
estado. No se trataba tampoco de imponer, a lo que creo, una creencia o
práctica religiosa, creo que de lo que se trataba era de constatar una
realidad y plasmar, así, el reconocimiento de
los logros alcanzados en los derechos individuales del hombre, en su
dignidad, igualdad y libertades, todo ello dentro de una dimensión
trascendente.
El ‘humanismo’, pues, no puede ser
aludido a secas, porque es algo vago, y el especificativo “cristiano”
no implica una alusión a confesionalidad religiosa alguna sino al origen
de unos valores que han quedado plasmados en la configuración de la
sociedad occidental. Pero no puede sustituirse el contenido (cristiano)
por el continente (occidente) en una huída vergonzante de su auténtica
denominación.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 25-2-2012
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