Caen las hojas del otoño
En este
otoño de tonos evanescentes, una alfombra de hojas desprendidas, larga
de espacios íntimos, nos acompaña. Es nuestra intimidad andante una
ciudad platanera de aceras reventonas y otoños desmayados. Caen las
hojas en nuestras calles y en tan formidable cantidad que se necesita
una operación municipal de emulsión que ayude a digerir tan gruesa
ensalada .
Caen las hojas longitudinales de Rajoy, tersas, como clamores de un otoño de verdores, gobernado con la fuerza de un horizonte de vientos altos e independientes. Caen las
hojas de diente de sierra de Rubalcaba, atoradas de ingestas
imposibles, agrias y zapateras. Caen las hojas de hule negro, hojas
revenidas de Felipe González y Alfonso Guerra, dos lejanosotoños, que,
sin primavera alguna en su calendario, han registrado un brote de rabia
en su macerada función transpirante. Caen los telones de una campaña inútil, de una feria donde ya está todo el pescado vendido.
Y
este fin de semana, si no surge algún tsunami o ciclón, caerán
plácidamente, una a una, urna a urna, las hojas blancas, dobladas como
un regazo, del otoño de las últimas esperanzas.
Y
al día siguiente caerán sin pen ay también sin rabia, que no es
momento, las hojas altas de las altas ramas del Estado. Y todos juntos,
si sabemos, habremos de vivir el otoño austero de las calles
destempladas de España.
La
caída de las hojas en otoño es un acto de saturada madurez, es un
ejercicio de verticalidad y un paradigma de la ley de la gravedad. Al
contrario de las hojas que no se desprenden en su otoñonatural, sino por
olvido de sus regantes, y que, por falta de clorofila, se desvanecen
tempranamente entre el ocio de la calle. Es la hora de sustituir a los
malos regantes, quienes echan toda la culpa a los acuíferos.
Ha
sido este un otoño de hojas gordas caídas. Yo no sé si verticales o
bamboleantes fue como cayeron las hojas gordas de Papandreu y
Berlusconi, y las más lejanas de Gadafi y de Mubárak. La meteorología
anuncia un veintiuno de noviembre en España denso de hojas caídas de un
otoño maduro de verticalidades. Será un otoño sin ira, apacible,
cíclicamente natural, un otoño que se supone largo de roturaciones y de
abonos.
José césar Álvarez Puerta de Madrid, 18.11.201
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