“¿A quién buscáis?”
Es la pregunta valiente del evangelio de San Juan de la Semana Santa
que se nos viene encima. Es la pregunta que se adelanta a la comitiva
de traidores y conspiradores que urde Judas Iscariote. Es la pregunta
del monte de Los Olivos, donde había un huerto, y a donde entran
personajes a los que no se les espera, conducidos por un traidor. Por
eso esta interpelación sorprende y desestabiliza: “¿A quién buscáis?”
Es
de noche y se mueven los piquetes de la silicona en las cerraduras del
trabajo y contra las ruedas de los autobuses de la madrugada. Estos
piquetes no quieren que amanezca. Ahí vienen envueltos en las linternas
de su conspiración más siniestra, decididos a no respetar ni los mínimos
pactados. Ellos se consideran una fuerza armada, llena de razones
coercitivas. Si alguien se les adelantara y les dijera. “¿A quién
buscáis?”, dirían:
–“A la derecha”, la que gana y quiere gobernarnos, para que se entere de
quién manda en la calle, que se entere que sabemos que están
conchavados con los patronos de mierda, los que se van a tragar las
cámaras como intenten tomarnos”. Y cantan su himno más original: “A por
ellos, olé, a por ellos, olé…”
La
calle Brihuega es calle de humos, de contaminaciones, una foto fija de
autobuses parados y verdes con los motores puestos. Iban los vecinos
como nazarenos por su soportal ocupado, como su calle, como sus pulmones
afectados, cuando un ocupador les dijo: “¿A quién buscáis?” Ellos
contestaron que no sabían a quién, porque nadie había al frente de una
estación de autobuses tirada en la calle, sin cabeza visible, sin cara,
“No podemos ir hablando con un conductor y otro para que apaguen
motores. Es un acuerdo municipal que deben respetar. Yo no sé si alguien
se lo ha dicho.” A los vecinos de la calle Brihuega, donde no cabe un
huerto, les queda todavía por vivir una larga pasión de ruidos y humos contaminantes.
En
el monte de los Olivos de Cataluña hay un huerto en el que entran allí
con antorchas y armas los sumos sacerdotes de la soberanía y la cohorte
de escribas a quienes conduce un Judas que conoce el sitio, no lejos de Arturo el Malo y de Oriol Pujol y Ferrusola, hijo de Jordi Pujol i Soley, el del caso de la Banca Catalana, los que quieren vender a España por unos denarios. Ellos
han acordado en su huerto de Reus que la independencia económica debe
ser anterior a la política. Eso, primero las treinta monedas de plata,
que la mafia catalana reviste como “objetivo del pacto fiscal”. Si
alguien les preguntara en lengua española: “¿A quién buscáis?” sería
fuertemente multado, incluido el mismo Jesucristo, y
así evitarían decir que a quien buscan es a España y a todos los
españoles, a cuyo lado no quieren seguir. Nos prenderán y nos entregarán
para que seamos crucificados
Pero donde de verdad hay montes de los Olivos es en la Andalucía
aceitunera, reververante de relejes moros, gitana, sultana y mora, en
cuyo campo anda lo que sólo anda en Andalucía. porque tiene una magia
especial y una Sierra Morena de bandidos con aureola de santos, y un
monte de los olivos donde el Judas de los días largos pasa a ser Jesús en su día justo. Lo cual habrá de ocurrir en la Andalucía de la gracia especial –y ahora me creo que única–, si es que las sombras de los olivos extremeños, llenos de luna, limítrofes y medianeros, no lo impiden.
Al
pueblo andaluz le han preguntado el domingo previo a la parsimonia de
su Semana Santa: “¿A quién buscáis”, y ha contestado con el desdén que
también le es inherente, prefiriendo quedarse como está, tras el ruido
de los dineros que se reparten y que pudieran un día llegarles.
José César Álvarez,
Puerta de Madrid, 31-3-2012.
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