domingo, 27 de mayo de 2018

Las formas "incorruptas" de las Bernardas



Las formas “incorruptas” de las Bernardas, una historia secreta y consumada


     Terminada la guerra civil, y desde 1939, la nueva Junta de Patrimonio iba depositando en la gran sala capitular de junto al coro bajo del Monasterio de las MM. Bernardas los vasos sagrados y objetos religiosos, originarios de los conventos y templos de Alcalá, hasta entonces en poder de la “Junta de Incautación y Salvamento del Tesoro Artístico” de la República.



     Refiere Josefa Muñoz, religiosa regresada a su monasterio, que ya en 1940 le había llamado la atención un copón estropeado y sin cruz de remate, al que en repetidas ocasiones quisieron abrir sin resultado. Al domingo siguiente vino un escolapio a reconocer sus objetos y le rogaron que lo abriera, lo que realizó con dos dedos sin obstáculo alguno, comprobando que estaba repleto de hostias.



     En aquellos años era Abad de la Magistral don José Utrera y confió el cuidado y entrega de aquellos objetos a dos jóvenes, Ángel Lozano y José Bueno, el sacristán, quienes también testimonian que les llamó la atención aquel copón que se resistía a abrir, y que cuando lo consiguieron, les sorprendió el buen estado de las formas hasta atreverse a consumir una cada uno, lo cual se lo dijeron a don Eustaquio, el responsable, quien dicen que no les regañó. Pero, ante la duda de si estaban consagradas o no, fue el capellán don Jesús Gordón quien decide depositar en el sagrario las 48 formas, que poco después pasarían del copón deficiente a una cajita redonda de hostias del celebrante.



    En los tiempos inmediatos en que fue Abad don Francisco Herrero, encarga a los jóvenes de la Acción Católica llevaran a cabo la catalogación de aquellos objetos restantes. Fue entonces cuando entró en contacto por primera vez el que habría de ser el valedor de las ‘Formas de  las Bernardas’, don Manuel Palero, entonces seminarista, quien, andando el tiempo, compartiría su labor en la parroquia de Santa María con la capellanía de las Bernardas.



     Don Manuel comprobaba estupefacto que el tiempo pasaba y aquellas formas seguían incólumes, cuando colocaba otras formas a su vera y amarilleaban y tomaban moho. Por lo que la fe de don Manuel crecía imparable. Y más cuando al dar un viático a un enfermo –al hijo del director de Correos don José Pérez Rojo–, quien había sido desahuciado clínicamente, le adjuntó una partícula de ‘las ‘formas bernardas’ a la hostia normal, y sanó contra todo pronóstico, conduciendo su coche por Madrid con normalidad. Don Manuel cree tener fundamentos para convencer a la jerarquía eclesiástica de que inicien el proceso milagroso de la “incorrupción milagrosa” de las santas formas de las Bernardas, pero ante los distintos obispos de Madrid-Alcalá sólo encuentra silencio. No son los años jesuíticos del P. Juárez y, quizás, nunca segundas partes fueron buenas. A don Manuel le llega el desánimo y piensa si él no será la persona adecuada, ya que tampoco consigue se acometan las obras de la iglesia del Monasterio.



     En 1964 cedió su capellanía a don Severino Domingo. El misterio de las ‘incorruptas’ formas será de tal secretismo que ni el nuevo capellán lo sabe, siendo así que don Severino – oh desgracia– imparte un día la comunión con las formas “incorruptas”. Y debió seguir sin saberlo después, porque ‘alguien’ pasó por el sagrario para amarrar bien la tapa de la cajita. La sorpresa fue, sin embargo, mayúscula cuando se apreció que quedaban veinticuatro hostias. ¡Eran 24! Justo como las gloriosas Formas Incorruptas desaparecidas en la Guerra Civil, por lo que se quiso ver la mano de la Providencia que las señalaba así como las sucesoras.



      Pero la acumulación de sus signos anunciaba su fin cuando en el año 2000 las escasas monjas bernardas dicen adiós a Alcalá. Entonces la madre abadesa hizo reparto de las hostias a su capricho. Concedió 10 a la comunidad hermana de las Claras, y el resto a los dos destinos de León: 10 al convento de San Miguel de Dueñas, donde recalaba la autora del reparto junto a otra monja, y dos y cachitos de otras dos a Gradefe, destino de cinco de ellas.



     Las monjas de la Orden cisterciense de San Bernardo trasladadas a León dejan en Alcalá como representantes de su causa a las monjas del Monasterio de Clarisas de Ntra Sra. de la Esperanza, quienes elevan sus pretensiones, y a cuya Madre Abadesa escribe el Obispo Complutense don Jesús Catalá en abril de 2007,  comunicándole la determinación de la Santa Sede  acerca de “unas supuestas formas consagradas”, a las que se les negaba el culto y convenía fueran consumidas, rogando su entrega al Obispado. Lo mismo habría de ocurrir en León. Ese fue el fin del fin. Habló Roma.   



     Ello no quita para reconocer que Manuel Palero, delicado pintor, es un titán forjado en el revés. Don Félix Pérez Establés, párroco de Santa María, le obligó a cubrir de pintura al temple sus propios frescos de la Capilla de las Santas Formas. Más recientemente le cubrieron los dos murales de los extremos del crucero de Santa María. Y el lienzo al óleo sobre madera que compuso para la capilla de la catedral en que antes estaba el sagrario –ángeles enardecidos, enarbolan la custodia de las Santas Formas–, hubo de comérselo enterito… Y ahí sigue.



       Hoy quiero glosar una homilía suya de la Pascua de Resurrección cuando van al sepulcro y dicen: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Lo cual puede repetir literalmente el cura-titán mirando la capilla de la catedral donde puso sus ilusiones. O mirando el sagrario de las Bernardas sobre el que depositó sus anhelos. O mirando la fecha huera de la fiesta grande de las Formas Incorruptas a la que quiso restituir su gloria perdida.     

    

José César Álvarez
12.5.2018 Puerta de Madrid

Puerta de Madrid,12.5.2018



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