martes, 15 de mayo de 2018

Cuando Torrejón se nos mete



En la punta de la lengua

Cuando Torrejón se nos mete
    
     Ya se nos metió Torrejón cuando se ejecutó  su Base Aérea, también de Alcalá, y nos inutilizó el Camino Viejo a Ajalvir y dejó sin destino el viejo puente sobre el Torote, el de los arcos de traza singular y catalogada.
     

     Dos autobuses, dos, se posaban el domingo en la estación de la Avenida de América de Madrid, fuera, en superficie, ya a las 12.15 de la noche, cada uno de ellos exhibiendo en su testuz su destino: ALCALÁ DE HENARES y TORREJÓN. Pese a ello, y no se sabe por qué secreto interés, los torrejoneros, insistentes, preguntaban al conductor de Alcalá:  “¿Pasa por Torrejón?” “No” les replicaba, mientras el autobús hacía espera.

     Aquí se dice cuando se trata de fijar los límites de esta ciudad y las estrechas limitaciones de algunos alcalaínos que Alcalá va del Torote a la Venta de Meco y que de ahí no pasan. Y, sin embargo, pasan. Porque más allá del Torote, Alcalá tiene dentro de sus linderos el Soto de Espinillos, en un olvidado rincón de difícil acceso para los alcalaínos. Era vieja preocupación municipal que cuando Torrejón, en plena expansión, algún día construyera en su Soto del Henares, ‘se nos metería’ Torrejón sin poderlo evitar en nuestro pulmón de Espinillos. Y dicho vaticinio se ha consumado hace pocas fechas bajo la presencia y anuencia del alcalde de Alcalá.   

      El olvidado rincón alcalaíno, hoy propiedad de la Comunidad de Madrid, ha recibido por parte del antiguo alcalde torrejonero y consejero de Medio Ambiente de la Comunidad Pedro Rollán una importante repoblación de especies arbóreas, ayudado por muchachos torrejoneros ante la presencia de los alcaldes de las dos vecinas poblaciones. El caserío asaltado y hundido de Espinillos, que fue sede de la vieja colonia agropecuaria del último vino tinto de Alcalá, se hunde en la memoria destrozada de las regueras de su huerta ahogada, bajo el recuerdo de aquel prócer de bonhomía que fue don Enrique Allendesalazar y Gacitúa, a quien Torrejón le supo dar su calle de En medio y Alcalá no le supo dar la prometida calle Libreros, ante el peso de su tradición. En ese desolado ventorro del camino de Torres anduvo Don Enrique en su experimentación del ganado híbrido en medio también de los siglos XIX y XX.   

     Los dos autobuses de superficie siguen estacionados esperando viajeros. Los torrejoneros insisten sobre el bus de Alcalá: “¿Pasa por Torrejón?” “No” les replica el conductor.

     Pero los torrejoneros, taimados, no hacen caso al conductor y se arrebujan en los asientos de Alcalá. Se equivocaban como la paloma de Alberti. Creían que era como los autobuses que a partir de las
22.30 de todos los días van y no van a Torrejón. Porque, a partir de esa hora, dos autobuses dos, salen a la par de la Ada. de América. El de Alcalá pasa por Torrejón para recoger a los que van a Alcalá, “recoge pero no deja” “pasa pero no va”, pero los torrejoneros doblegan al conductor a su antojo.

     Son dos los autobuses posados, dos para resolver el viejo conflicto. No hace tantos años el autobús de vuelta a Alcalá atravesaba Torrejón y cumplía todas las paradas urbanas. Y es queContinental-Auto gestionaba también el transporte urbano de Torrejón, y el autobús de Alcalá se municipalizaba a su paso ante la desesperación de los alcalaínos. La mansedumbre de los trigales de la Casa Grande, que fue hacienda del Colegio Mayor de la Universidad cisneriana, se convertía en paraje abrupto a su paso.



       
     Y, sin embargo, Antonio de Solís tiene hoy día calle en Torrejón. Antonio de Solís y Rivadeneyra es un poeta y dramaturgo alcalaíno del Siglo de Oro, bautizado en la parroquia de San Pedro, quien no ha asomado la cabeza en su tierra por culpa de Cervantes. En la Universidad de su pueblo estudió cánones y fue cronista de Indias, autor de “La conquista de México”, documentada por los propios protagonistas y rescrita para buscar el estilo literario. Antes morir que perder el estilo. Gregorio Mayáns y Siscar reivindicaba a Solís en el siglo XVIII como modelo de escritura. Solís tiene a su nombre en Alcalá un irrisorio callejón tan quebrado como un cuatro, que entra y sale de Diego de Torres, de donde yo quise sacarlo para darle un colegio. Pero los socialistas de aquel tiempo me dijeron que sonaba a ministro de Franco. Un día fui al parque de Europa de Torrejón y descubrí su calle recta y larga como una avenida de clarividencias y de equidades. Que no todo en Torrejón han de ser obsesiones autobuseras.

     Porque los torrejoneros seguían insistiendo al conductor: “¿Pasa por Torrejón? Y la paciencia del conductor era proverbial: “No”, en tanto les señalaba el coche de delante. Como el conductor viera que algunas aves extrañas se habían posado en su jaula, fue el chofer, ya perdida la paciencia, y amenazó de esta guisa:

     —Algunos se van a enterar cuando se vean en Alcalá. Este coche es especial y va directo a Alcalá. No sé cómo tengo que decirlo”.

     Entonces, las extrañas aves torrejoneras abandonaban en silencio la jaula dirigiéndose al bus de Torrejón. Por fin salían al alimón los dos buses, los cuales paraban igualmente al llegar a Canillejas. Fue entonces cuando un muchacho de voz restallante, con el pie en el estribo de la puerta delantera irrumpía atronante de esta manera:

     —¿Pasa por Torrejón?

     Fue entonces cuando todo el autobús al unísono le contestó atronadoramente:

     —¡Nooooooo!

José César Álvarez
Semanario 'Puerta de Madrid', 12.5.2018
www.josecesaralvarez.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario