El retorno de Justo y Pastor
El retorno de Justo y Pastor
Se ha
celebrado el jueves día 7 de marzo la reversión de las reliquias de Justo y
Pastor, patronos de Alcalá. Fueron dos niños de 7 y 9 años que murieron
mártires en Compluto en el 306. Militaron a muerte en el cristianismo. Esos
fueron los colores de su equipo. La lex romana, inflexible, no permitía
los alirones de los equipos ri ales, es decir, perseguía la competencia con los
dioses romanos. Allí, en el recuperado suelo de la basílica de la justicia,
recibieron una tunda para que se callaran. Lo cual les envalentonó aún más.
Dicen que Justo, el pequeño, animaba al mayor. No tuvieron miedo y solo se
callaron con la muerte. Eso va más allá que ser seguidores de un equipo de
fútbol.
Los enterraron en las afueras de Compluto,
bien afuera. Y en esas afueras nació Santiuste que fue Alcalá. Ese cogollo de
casas que fue rodeando más y más el sepulcro de los Niños, fue un abrazo que no
cesa. Y de ese abrazo que no cesa surgió la torre más poderosa de esta tierra:
la torre de San Justo.
Pero no crean, son Niños que tienen su historia.
Se marcharon de casa. Venían peregrinos de todas partes a su sepulcro, y
huyeron. Dicen que San Urbicio, peregrino y pastor, ante la presencia
musulmana, temió por sus reliquias. Y huyeron con él. Estuvieron años en
Huesca, después en el Pirineo, después en Narbona, donde Justo y Pastor dan
nombre a su imponente catedral. Ocho siglos de exilio de los Niños complutenses
hasta que Felipe II ordena su retorno en
1568, siendo recibidos aquí con esplendor en la plaza que se llamó desde
entonces “de Mártires”, que hoy dicen “de los cuatro caños”, ante la desaparecida
puerta de Guadalaxara, ornamentada para la ocasión con la exuberancia de la
flora de las riberas del Henares.
Volvió la pareja errante, volvieron los
Niños fugitivos, volvieron los Niños complutenses de Tielmes. Era ya
Compluto la cita y refugio de la vasta
comarca, como lo es hoy de la alcarria alcalaína, de la ancha campiña y de la
alcarria guadalajareña. Volvieron los Niños a su tierra junto a la piedra de su
martirio. Volver. Pero no fue lo suyo “volver con la frente marchita y las
nieves del tiempo”. Que no, que los Niños eran ya reliquias, y habían quedado
suspendidos en el tiempo. Ellos eran ya la integridad de su desintegridad. Y fue
así cómo los Niños Santos se quedaron aquí para siempre.
José César Álvarez
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