Adiós a Iluminada
Conocí a Iluminada en el Paseo de la Estación, en la apretada
concurrencia de un acto del 11-M, un aniversario del trágico atentado de los
trenes de cercanías. Creo que era un violonchelo el que allí sonaba, y al
finalizar el acto aquel mismo instrumento nos ofrecía un himno nacional denso y
grave, que fue coronado por un “¡viva a España! gritado con ganas por una mujer
que estaba a mi lado. Su grito fue coreado al unísono por aquella nutrida
asistencia con las ínfulas idénticas a las de la mujer solicitante. Cuando yo
miré su cara llevaba la sobrecarga de su reafirmación masiva.
Yo la felicité y
ella me preguntó quién era. Desde entonces he mantenido con ella una buena
amistad, hasta que el día 15 me llamó su hermana Cristina desde Puerto de Santa
María para comunicarme que había fallecido aquella mañana de un ictus.
Iluminada fue una
firma conocida de PUERTA DE MADRID y que nunca dejó de ser joven. Fue una
española inquieta y alegre, que regalaba a sus amistades rosquillas de vinagre,
su rara y reconocida especialidad. O repartía graciosos pulpitos que ella
fabricaba de todos los tamaños, o regalaba sus muñecas infinitas... Era una
auténtica artista manual. Decoraba manteles magistralmente con pintaba sobre
tela, plena de figuraciones y símbolos vivos. A través de sus hijos militares
llegó a sus jefes para canalizar desde Galicia toda la ayuda que pudo llevar a
los niños de la guerra de Kosovo, apoyada por la radio. Contó y escribió
historias preciosas. En una ocasión le dediqué esta poesía a su rara habilidad:
“La rosquilla de vinagre”:
Exquisitez culinaria la rosquilla de
vinagre del horno de Iluminada que ilumina paladares, los sabores agridulces
que la vida nos reparte y a cachitos se nos sirven como nuestra amiga hace,
para saber que en la vida hay contrarios tan amables. La vida no es la política
de las salivas salvajes, la vida es esta rosquilla de mixturas fascinantes,
donde los frentes se ahorman y se funden los contrastes, donde salivas discretas disuelven rugosidades. Dame tu
rosquilla, amiga, para reír como haces.
Al igual que
fuiste contestada al unísono en aquel Paseo de la Estación, recibirás hoy
sobre tu rostro la sobrecarga de la reafirmación de los que te leyeron y te
trataron. Adiós, amiga.
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