Primero, el lago
Mi
sueño es un lago. Falta un lago en esta tierra alcalaína, cuyas viejas
crónicas hablan de humedales, y cuyos muros están empapados como
bizcochos. Falta que alguien pinche en esta tierra de aguas someras y
consiga un aguanal importante, un embalse de embeleso. Quizás las
charcas del nuevo campo de golf –una
de ellasb, considerable– sirvan de anuncio premonitorio de lo que va a
venir. Ya estoy sintiendo en mi rostro su brisa de la mañana.
Recuerdo
mi viaje a la ciudad inglesa de Peterborough, formando parte de una
delegación municipal que encabezaba el alcalde Arsenio Lope Huerta.
Fuimos allí en diciembre de 1985, invitados a los actos de conmemoración
del V Centenario del nacimiento de la reina alcalaína Catalina de
Aragón, allí enterrada, reina consorte de Inglaterra. Con tal ocasión
establecimos las bases de un hermanamiento entre las dos ciudades. Pues
bien, nada más llegar a la ciudad donde descansa Catalina, nos tenían
organizado un viaje relámpago, con subida de caracol a un monte, en cuya
cima había un lago imponente. Era su lago, su toison natural, su áurea,
su alto ombligo, su orgullo. Y allí estuvimos, agrupados en sendos
grupos, mirándonos en el espejo congelado de nuestros propios idiomas.
Se adivinaba la máxima de tan británico protocolo: “Primero, el lago”.
Manuel
Gala, el dilatado rector de nuestra Universidad y dilecto rey mago de
nuestra ciudad, se dejó olvidado su soberbio lago en la maqueta de su
campus universitario, junto al Real Jardín Botánico. Si Manolo no nos
dio lago, mal lo tenemos. Las maquetas de los alcaldes Peinado y Bartolo
presentaban sendos lagos en el Parque Ferial, junto al Hennares,
reteniendo el curso de sus aguas, pero los ecologistas y Bruselas dicen
que allí sólo pueden acercarse las aves. De todas formas, las aguas de
azufre de tan lejano río pródigo, que vivaquea entre sospechosas
industrias, no tienen la garantía de las aguas de nuestro subsuelo. Por
último, los lagos que figuraban en el proyecto de soterramiento de las
vías del tren, al igual que los ya citados, son lagos que no llegaron a
nacer y que son chapoteados por los ángeles bobos del limbo.
Me tengo que conformar, de momento, con la maqueta que me ofrece Jesús Domínguez, el concejal de Medio Ambiente, quien,
en su proyecto de remodelación del parque O’Donell, va a colocar un
lago en la zona actualmente reservada a los juegos infantiles, por
hallarse dicha zona por debajo de la cota cero. M e he de quedar de
momento con el lago de Domínguez, un lago como una riñonera, presidiendo
la que quiere ser concurrida plaza deese Parque de nuestra infancia,
apretada de fragancias y de peces de colores.
Y enseguida se me ha agrandado la figura de Pepe Calleja, por ser el creador de la zona de juegos infantiles y de la cota y el puente, y de la Pista Florida
y las piscinas, las primeras que fueron. La remodelación del parque en
los bajos años setenta, desde el entusiasmo de Pepe Calleja, creó las
pautas sobre las que ahora va a pivotar la próxima remodelación de
Domínguez, tanto que Pepe vino a marcar el cauce del lago. Quizás esté
yo ahora compensando a Calleja de aquel ataque furibundo que le dediqué
en un Programa de Ferias de aquellos días, a causa del la remodelación
del magno arboricidio perpetrado al parque, ya que llegaba la moda
inglesa del césped y hubo que dar paso al rey sol, en detrimento de la
umbría profunda del parque. Pero las paalabras mueren como los árboles.
En
estos días densos de propuestas e iniciativas de todo color, desde mi
rincón, sin elevar la voz por si suena a despropósito, sólo pido un
lago. “Primero, el lago”, como en la tierra alta y honda de Catalina, la
tierra hermana de la hermana reina
José César Álvarez
Puerta de Madrid
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