viernes, 22 de septiembre de 2017



¿Dónde fuiste, Miguel?
Madrid, tras los huesos de Cervantes

     




     Otra vez la tecnología se mete en las cosas de Cervantes.  Se metió en La Mancha para resolver no sé qué adivinanza de la patria del Quijote, y ahora se mete en el convento de las Trinitarias de Madrid –esperemos que con mayor fortuna–, provista de georradares y de infrarrojos tras los restos del alcalaíno Miguel de Cervantes. 

     Cervantes ha sufrido, tras su muerte, dos olvidos lamentables, dos lagunas que le superan: una en el nacimiento, otra en su enterramiento. La primera, la laguna de su nacimiento, la ha salvado Alcalá y sus colaboradores insignes. Esa es cuestión ya zanjada. El enterramiento, cuestión que le corresponde a Madrid, está por solventar. No podemos señalar con precisión su sepulcro. Si lo hubiera tenido, como Dante en Florencia, hubiera servido de digno contenedor de sus restos. Pero unas obras imprecisas dispersaron sus huesos imprecisos. Esperamos que la tecnología recupere el olvido madrileño y sea más concisa que la solución que en 1870 brindó el marqués de Molíns, presidente de la Academia Española: “Todo el monasterio de las Trinitarias es su tumba”. El ayuntamiento de Madrid, con un presupuesto inicial de 12.000 euros no parece ahuyentar la pobreza congénita de Cervantes, aunque a finales de este mes de mayo prometen dar los primeros resultados.

     El lugar del enterramiento de Cervantes se señala en la Historia de la Fundación de la Orden de las Trinitarias Descalzas de Madrid y en la Memoria elaborada por la Academia Española en los tiempos de Molíns. En la partida de defunción –con fecha del sepelio de 23.4.1616– de la parroquia de San Sebastián de Madrid (Libro IV, folio 270) se dice: “… mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias, mandó  dos misas de alma y lo demás a voluntad de su muger, que es testamentaria, y del Ldo. Francisco Martínez” (cura vecino que le entierra)

     En la Crónica fundacional se dice que las Trinitarias ocuparon ese cenobio desde 1612 hasta 1639, cuyo cercano advenimiento le propició a Miguel la elección de su sepulcro como agradecimiento a la Orden Trinitaria, redentora de su cautiverio de Argel, de cuyos 500 escudos de oro en oro de España, que costó su rescate, fue deudor en vida. Pagaba al menos con los despojos de su muerte.          

     Este fue su deseo testamentario: ser enterrado en el Convento cercano de las Trinitarias de la calle Cantarranas, hoy Lope de Vega, a donde Miguel acudía desde la de León como miembro activo de la Esclavonía del Stmo. Sacramento y de la Orden Tercera Franciscana, en cuyo Libro figuraba una nota con la fecha de ingreso en los franciscanos de Alcalá de Henares, su patria chica (2.7.1613). La imposición del hábito franciscano fue en el lecho de su hidropesía terminal, con cuyo hábito fue amortajado a cara descubierta, sin cruce de manos, y empuñando en su diestra una cruz.

      El pequeño templo trinitario exhibe dos pequeñas lápidas. La de afuera dice: “A Miguel de Cervantes Saavedra que, por su última voluntad, yace en el Convento de la Orden Trinitaria, a la que debió principalmente, su rescate. – La Academia Española. –Cervantes nació en 1547 y murió en 1616.” La otra lápida interior, colocada a la izquierda del presbiterio, decía: En este Monasterio yace Miguel de Cervantes Saavedra; doña Catalina de Salazar, su esposa; doña Isabel de Saavedra, su hija, y Sor Marcela de San Félix, hija de Lope de Vega.”    Después de los estudios cervantinos de Pérez Pastor fue laminado el nombre de Isabel de Saavedra. El sepelio de su mujer, sin embargo, acaecido diez años después de Miguel, consta también en su acta de defunción.   

     En diciembre de 1630 fue enterrado allí don Sancho de la Cerda, marqués de La Laguna, quien “tenía juego en su casa” y no atendió la Fundación de las Trinitarias y lo hubo de hacer  su mujer, ya viuda. Este suceso hubo de conmocionar el subsuelo trinitario.
La cláusula 21 reza: «Item: luego que se efectúe por escritura estas capitulaciones, mediante la licencia de Vuestra Alteza [el Cardenal Infante] para trasladar al dicho convento el cuerpo del dicho Marqués y dar principio a este patronazgo, el dicho convento ha de desembarazar la capilla mayor, coro y bóveda de cualesquier cuerpos sepultados y depositados en los dichos tres lugares y en cualquiera de ellos, y trasladarlos adonde hayan de estar; y hasta tanto que esto esté hecho, ni se ha de trasladar el dicho cuerpo del dicho Marqués ni ha de comenzar la renta de los dichos diez mil reales». 
Sin embargo, hubieron de anticiparse las cosas. La Marquesa hallábase enferma de gravedad, y no descansó hasta ver trasladar al día siguiente de otorgarse la escritura, 21 de Diciembre de 1630, los restos de su esposo desde la capilla de la iglesia de San Bernardino, extramuros de Madrid, al coro bajo de las Trinitarias. Lo cual no quiere decir que no se hicieran posteriormente los acomodos definitivos, porque doña María de Villena, esposa del marqués, era enterrada 40 días después en tan estrecho lugar.
Fue así como, al llegar al convento de la calle de Cantarranas el marqués ‘de la Timba’, levantó de su sitio al Príncipe de los Ingenios, que llevaba allí 14 años, sin apenas dejarle pudrir. ¿Dónde fuiste, Miguel?José César Álvarez
                                   Puerta de Madrid, 10.5.2014

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