DON MANUEL FRAGA
A
don Manuel Fraga, oyéndole hablar de Alcalá en Alcalá, podríamos decir
que eran dos sus amores alcalaínos: la calld Mayor y el Cardenal
Cisneros. Esos eran sus lugares comunes de admiración repetitiva en
discursos, mítines y conversaciones. Y sus adjetivos y ponderaciones no
resultaban repetitivas, sino que eran vistas desde ángulos diferentes.
Diré,
sinceramente, que lo que me gustaba de la rica y tormentosa
personalidad de don Manuel era aquello por lo que no gustaba: sus
arrebatos de genio/ingenio, sus acaloramientos
espontáneos de nobleza, sus “no hay tutelas ni tus tías”. En los años
sesenta –se contaba entonces– entró don Manuel, a la sazón Ministro de
Información y Turismo, en el patio Trilingüe de “su” parador de “La Hostería del estudiante” y como le sorprendiera allí la instalación de un tendal de ropa íntima en el mismísimo “sancta sanctorum” de su Cisneros del alma, dio la orden de la destitución fulminante de su director.
Por aquellos años –tengo testimonio–, entraba don Manuel en el jardín que precedía a su Ministerio en la Castellana,
y como viera un periódico arrojado en la pileta central, don Manuel, a
pie enjuto y sin remangarse, cruzó las aguas, tomó el ahogado bulto y lo
depositó en la papelera.
Los
trabajadores de RNE, ala derecha del Ministerio, me lo contaban
divertidos, esta y otras anécdotas, ya que en tiempos de su antecesor,
Arias Salgado, nunca pasaba nada
Recuerdo
uno de los recursos de sus mítines. Puede que fuera para él uno de sus
momentos álgidos de la oratoria efectista de este género. Después de
bañarse oralmente en sus concomitancias españolas y temperamentales con
el Cardenal Cisneros, después de hablar de él, decía: “¿Sabéis lo que
dice hoy Cisneros a los alcalaínos?: Votad vosotros que podéis”. Pero
Fraga se equivocaba como la paloma, porque, lamentablemente, la mayoría
de la gente no sabía quién era Cisneros o no conectaba con él.
Y es que don Manuel era un intelectual, un opositor múltiple y brillante. La primera vez que lo leí fue en la biblioteca de la Universidad,
en un trabajo, del que me serví, sobre el concepto del “ius fentiun”
del Padre Vitoria. anécdota que le conté, entre otras cosas, en una cena
en Alcalá, en la que él ni comió ni bebió, y a quien, al verle
abstemio, ayuno y mudo presidir la mesa, le abordé de frente.
Fue don Manuel un
ensayista agudo y de obra prolífica que le ponen a la cabeza del
pensamiento conservador español en la línea de Jovellanos, Balmes,
Costa, Cánovas del Castillo, Maura y Maeztu. Ya en 1987 se le
relacionaban 51 libros de ensayo y 2 de memorias, entre las que se
cuenta “En busca del tiempo servido”, además de la infinidad de
artículos y discursos. Don Manuel ha sido un Ferrari político de muchas
revoluciones a quien no le han permitido demostrar su potencia a nivel
nacional, porque aquí lo que se llevaba eran prototipos
deportivos, poca cosa. Pero para conocerle de verdad, denso y profundo,
hay que leerle. Y como no se lee, no se le conoce. Por lo que nos
quedamos divagando en la pura anécdota.
Don
Manuel Fraga, con su humanidad bamboleante, con su aguda verborrea
precipitada por barranqueras y acantilados, el fino jugador de dominó
del bar de la playa de Perbes, ha puesto ficha, ha cerrado el juego y
nos ha puesto a los demás a contar. Dicen que el inquilino perpetuo ha
obtenido piso de propiedad en el cielo, donde se ha encrespado con San
Pedro, a quien, al fin le ha tenido que enseñar sus vacíos bolsillos del
tiempo servido. Descanse en paz.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 21.1.2012
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