Yo estuve en Madrid a la una
En la antigua Grecia, el canon de belleza del
cuerpo humano era siete veces la cabeza. Ese era el canon de Policleto,
que, un siglo después, se vio estilizado por el escultor Leucipo en
siete veces y media la cabeza (siglo IV a. de C.)
En
aquella Grecia clásica los cánones de ética y estética estaban
subordinados a la razón. Al contrario de lo que hoy ocurre en el triste
panorama de la decadencia ética e intelectual de España. Hoy, en España,
el canon de estética corporal está en una muchacha anoréxica, a pesar
de las razones médicas que desaconsejan el flaco empeño femenino.
Pero
lo que nos importa aquí son otros cánones sociales. Por ejemplo, si
sometemos a juicio estas dos estampas, un descamisado con “El País” bajo
el brazo, frente a un encorbatado con el “ABC”, sabemos que gana
socialmente el primero por ese canon etéreo e inasible del progresismo.
De nada sirrve decir que “El País” es partidista y que publica, gota a
gota e impunemente, los secretos sumariales de sus enemigos políticos. Y
de nada sirve aducir que el ABC perdió su corte conservador. No sé de
donde penden y a qué se deben dichas modas o cánones, pero de entre esos
dos patrones pintados, pierde el segundo, lleve o no lleve corbata.
Otro
ejemplo. El que ve “Intereconomia TV” no suele decirlo porque sabe que
recae sobre él un juicio severísimo, y disimula diciendo que sólo ve a
los clones. De nada te sirve decir en tu descargo que ahí te enteras de
cosas que no dicen las seis televisiones de los seis primeros y
palmarios dígitos. Allí supimos del dolor de las víctimas del
terrorismo. Por el contrario, los que prefieren ver a Antonio David,
Quico y la Campanario son aceptados socialmente. Esa es la decadencia
española de la que les hablaba.
Pasean
por este paisaje carpetovetónico atildados galanes que en modo alguno
quieren verse tocados de etiquetas y san benitos, escondiendo, medrosos,
su propia forma de pensar, y buscando en la calle el equilibrio en el
filo de las modas y de lo socialmente prestigioso.
Estuve
en Madrid el sábado pasado a la una en la plaza de la República
Dominicana y no debiera decirlo según los cánones prestablecidos. Estuve
el sábado a la una en Madrid a acompañar a las víctimas del terrorismo
porque pertenecen al canon social de
lo que no se lleva, lo que molesta, lo que no conviene… Estuve en
Madrid frente a esa muchacha, fuerte como una roca, que, después de
tantos años de silencio, ha salido a la luz para reivindicar la memoria
de su padre, quien le prometió irle a buscar al colegio y no ha llegado.
Pasó a un colegio de huérfanos de padres asesinados, sumido en el
silencio y el olvido, a donde nadie llevó una palabra de consuelo, donde
no llegó durante tantos años ni periodista ni cámara alguna, Ningún
medio quiso “significarse”, no estaba dentro de sus cánones. ¡Ay, de las
televisiones desmemoriadas! ¡Quién os ha visto y quién os ve! Aquella
muchacha fuerte levantaba allí la voz ante una sociedad que la había
victimado dos veces y pretendía hacerlo una tercera.
He
estado en Madrid a la una porque la “paz” solicitada por los asesinos
no puede ser posible sin que antes se establezca la “justicia” y la
“libertad”. Los asesinos más que perseguir la paz, persiguen “se les
deje en paz”.
He
estado en Madrid a la una porque quiero que los cánones éticos y
estéticos estén presididos por la razón y no por modas caprichosas.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 5.11.2011
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