Y dale que dale con el puente Zulema
Eso
que todavía está sin inaugurar. Estamos hablando de la nueva pasarela
sobre el Henares, en cuyo tránsito me hallo ahora tratando de replicar
de nuevo a los señores D. Antonio García y D. Javier Rubio, que ahora
asoman tras el “Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense”, dos
reputados arqueólogos, a lo que parece, preocupados por la ciudad.
Les quiero yo contestar aquí a su contrarréplica, un texto, el de ellos, largo, reiterativo, minucioso, como si se tratara de una clasificación de cascotes.
No
talaré yo tanto bosque, señores. No puedo descender a tanta
minuciosidad, prefiero contestarles por elevación, es decir,
contestarles al tema del puente, pero sin hablar del puente, que ya
cansa, y así iremos al meollo del asunto. Miren ustedes, yo de arqueología
no sé ni papa. Pero quizás pueda interesarles la opinión que de ustedes
tiene un profano en la materia, alguien que les ve desde fuera. En
líneas generales, el arqueólogo, el defensor de lo antiguo, practica un
puritanismo sobre el patrimonio. En el mismo escrito de referencia
ustedes hacen una relación de supuestos monumentos de interés por rescatar, algunos de los cuales puede dejar boquiabierto al más pintado. Ustedes
no pueden ir haciendo museos y monumentos de cualquier cosa. Yo salgo a
la calle, doy un zapatazo, excavamos ahí y de seguro que debajo hay
recesvintos y chindasvintos. Y los arqueólogos van dando por ahí muchos
zapatazos.
Hablan
ustedes de “los criterios internacionales de restauración”, de los que
yo soy también lego, nada sé. Pero, sin embargo, yo he estado en
Centroeuropa
y he presenciado la formidable recuperación del patrimonio perdido en
la II Guerra Mundial, y, más recientemente, en Duvronic y Mostar he
visto la flamante recuperación de monumentos imprescindibles de la
historia de estos pueblos, alcanzada a través de la técnica del facsímil
por instituciones internacionales. Y he comparado estas técnicas con la
gazmoñería de la arqueología española, por la que. en Alcalá es
irrecuperable, entre otros, la crestería del patio Trilingüe y el propio
Palacio Arzobispal, monumento primero que debe encabezar cualquier
listado de la recuperación complutense y no perderse en bagatelas.
Contaré
un solo caso de entre el largo victimario arqueológico alcalaíno. Me
contaba don Manuel Ureña ante mi requisitoria por no haber reparado las
desolladuras en la piedra que el desprendimiento de la techumbre
ocasionó en los paramentos de la nave de la Iglesia Magistral, me
contestó, digo, el señor obispo, que el criterio arqueológico exigía
restaurarlo en un color, para distinguirlo de lo auténtico, por lo que
se quedó así. Y a mí me entró la risa floja, y, desde entonces, señores
arqueólogos, no he podido contenerla.
Es
la era de Atapuerca, es la era y hora absolutista de la exaltación de
lo antiguo, es la imposición del criterio arqueológico, puro y duro,
sobre el criterio artístico, que queda marginado. Para los arqueólogos
españoles la recuperación europea es un falsario. Y ustedes ya pueden
saber por qué me tiento las ropas cuando me sale al paso un arqueólogo.
Un
par de cosas nada más. Ustedes interpretan por libre y maliciosamente
una frase mía: “nuestro colega escribiente nos reprende” –no sabía
todavía que
se trataba de un dúo– y ustedes me acosan en sucesión de preguntas de
estilo catilinario que por qué me doy por identificado, qué me
va en el asunto de su crítica al puente, concluyendo en torpes y
arbitrarias deducciones. Yo les explicaré por qué me doy por reprendido:
porque yo escribí primero sobre el “puente”, vinculándolo a los
romanos, aunque de forma lírica, como ustedes me reconocen. Acto seguido
apareció su crítica sobre el puente medieval y yo me di por aludido sin
más. No caben otras interpretaciones ni malévolas insinuaciones.
No
obstante, puedo retirarles mi acusación de implicación política, que
tanto les ha incomodado, entendiendo que hay reprocidad de su parte. Si
dije un día que me gustó el puente, al otro día condené el mercado
medieval. Yo no podría escribir si no fuera libre, soy apasionadamente
libre.
Les
recomiendo vuelvan a ir al puente, a donde creo que hace tiempo no van,
aunque de él escriban largamente, y comprueben si por allí no se va ya a
alguna parte, en el sentido de sus estrictas y empíricas exigencias.
Hay que actualizarse.
Vale, amigos..
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 29.10.2011
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