Mueren los hijos de la noche
Ahora
nos devuelven sin vida los hijos de la noche. Ahora tocamos su noche
fría y sin remedio. Son sucesores miméticos de los que les precedieron y
estaban en la línea normalizada de lo corriente, piensan los hijos que
piden la noche. No hay que hacer aspavientos por ello, no hay que ser
antiguo, nos dicen. Pero las madres de los hijos de la noche siempre
durmieron su desasosiego con el tufo de que la noche podía romperse en
cualquier momento. Y los cínicos mentirosos que niegan la evidencia más
empírica nos siguen echando en cara que “aquí nada se rompe: ni se rompe
España, ni se rompe la noche, ni se rompe la calle, ni se rompe la
lengua…”
Ahora
nos devuelven sin vida los hijos de la noche, continuadores pacíficos
de los que hace veinticinco años hicieron la revolución de la noche, una
revolución que ningún ‘largo caballero’ trajo de las rusias
bolcheviques. Fueron caballeritos largos que se enfrentaron a los padres
desde las trincheras de los hogares y exigieron la noche para ellos. La
democracia de los tuteos a profesores, la indisciplina de las aulas
trajo la pérdida de la autoridad a todos los niveles. La autoridad se
resquebrajó porque era una mueca franquista, nos decían. Y la deserción
de padres, educadores, juristas y políticos les abrió el abismo de la
noche franca sin hora de retorno. Los ‘erasmus’ y viajeros europeos o
americanos se siguen quedando ojipláticos de la joven y bestial noche
española.
Ahora
nos devuelven sin vida nuestros hijos de la noche. No fueron a ninguna
guerra ni conquista, ni a misiones arriesgadas de piratas o ‘alqaedas’.
Fueron a la noche más imbécil que les dimos, la noche consentida de
todos los padres ‘democráticos’, la noche sin autocrítica de nuestra
cultura desertora y entreguista, la noche estúpida de la incomunicación
verbal, función que clasifica al hombre, la noche brutal de los
decibelios y el alcohol, la noche agresiva contra los tímpanos y los
hígados, la noche de las rayas que les dejan lívidos, la noche que duerme el día de su sol oculto.
Ahora
nos devuelven sin vida los hijos de la noche, que no son los primeros,
los hijos vivos y muertos que hicieron travesías olvidadas sobre las
frágiles pateras de la noche profunda, no exenta de roquedos y oleajes.
Es la noche que hubimos de entregar a una generación insolente, es la
noche perdida que vale más que la cesión de Cuba, Nápoles o Gibraltar
juntos, y no lo sabíamos.
Ahora
nos devuelven sin vida los hijos de la noche, nos devuelven sin vida
las hijas débiles de la avalancha, nos devuelven las niñas rotas del
embotellamiento. Era la noche donde a las damas ya no se les cede el
paso. Era la noche enamorada del caballero seductor don Juan Tenorio, donde la noche bastarda española nos pisoteó hasta la muerte a la Inés del alma mía, envuelta en la prosa más sucia y horrísona.
Todos
llegamos tarde al siniestro de la noche cedida: padres, legisladores,
fiscales, educadores, políticos, y ni ellos ni las noventa cámaras de
seguridad del Madrid Arena devolverán la alta vida a la cancha del juego
más rastrero.
Fueron
soberanos de la noche y sólo nos dejaron tocar su noche fría y sin
aliento. Y ahora lloramos el cuerpo irreconocible de nuestra
permisividad. Ay, nena nenita nena.
Alguien me dijo que con las muñecas rotas no se juega. Y me callé.
José César Álvarez
www.josecesaralvarez.com
“Era la noche enamorada del caballero seductor don Juan Tenorio, donde la noche bastarda española pisoteó hasta la muerte a la Inés del alma mía”
No hay comentarios:
Publicar un comentario