El ave que sale de la mano del hombre
Don Camilo José Cela recibió
el Premio Nóbel de Literatura en 1989 y el Premio Cervantes en 1995.
Don Camilo sufrió un ínterin tormentoso entre el Nobel y el Cervantes.
Pasaban los años y el Cervantes no caía, se le resistía. “Todo tiene un
orden” decía malhumorado. Hasta que explotó con un exabrupto de su cuño:
“El Cervantes es una mierda”. Cuando le concedieron el Premio
Cervantes, le habían anunciado en Alcalá una manifestación por su
exabrupto, pero don Camilo tomó el tanque de su pluma y apaciguó los
alborotos previstos. En efecto, el día antes de venir a Alcalá a recibir
el premio, en su sección diaria del ABC “El color de la mañana”,
ilustrada por Mingote, don Camilo escribió un breve y precioso artículo,
titulado “Alcalá de Henares”, el cual guardo desde entonces en mi
memoria, de donde rescato ahora sus primeros compases:
En
cierto trance llamé a Alcalá de Henares ‘pastora de la piedra en buen
amor’ y ‘toro bravo de sabiduría’. Y hoy te aviso, oh mi señora
Dulcinea, espejo de amantes, que la palabra dicha. la voz que sale de la
boca del hombre, no tiene marcha atrás en los mil caminos del tiempo,
ni se diluye en el agua de los espíritus que sobrevuelan las mareas
anteriores al pecado original, aquel que nos atenaza a todos.
San
Juan de la Cruz adivinó que el ave que sale de la mano del hombre jamás
volverá a ser cobrada y volará alta y libre como la estrella. Mañana
voy a entrar en tu circo, Alcalá…
Es
el ave salvaje la que no vuelve a ser cobrada, al igual que su
exabrupto tampoco hubo quién lo parara. Su excremento se diluye con la
concesión del premio, donde ya no puede mantener su venablo. En su
artículo entierra su maloliente farfolla y la dulcifica con “pastora” y
“toro”, que dice que dijo en un trance que desconocemos. Pero los aromas
de su escatología volaron sin poderlos detener, aunque él contuviera
‘in extremis’ los ánimos de la protesta.
Alcanzada
esta perspectiva, puedo afirmar que Rajoy es un ave salida de la mano
del hombre Aznar. Yo no sé si Rajoy es gavilán, halcón o zorzal, pero su
vuelo alto ha sido mirado con los ojos estupefactos como carbunclos del
hombre que le echó a volar. El hombre que le echó a volar mira atónito
al cielo, siguiendo con desagrado su órbita equívoca. No
es el vuelo de su cetrero Aznar, cuando lo fue. Dicen que Aznar, en
aquellas maquiavélicas elecciones de 2004, teñidas de una sangre todavía
impune, le rompieron el cielo. Dicen que Aznar tenía pensado retirarse
como cetrero que dirigiera los vuelos. Pero durante los siete años
largos de Zapatero se quemó el bosque, el ave Rajoy, planeando sobre un
paisaje de tierra quemada, perdió los vínculos de su domesticación y se
hizo salvaje. Aznar, lector de poesía, ha olvidado a San Juan de la
Cruz..
Aznar,
antiguo cetrero, mira ahora al cielo de sus perplejidades con su gesto
serio de contrariedad. El ave, alta, sigue su curso de referencias
cambiadas, con otro cielo, otro bosque y otro aire
. Es por eso que el ave no reconoce la voz del cetrero, la ha olvidado.
Pero la ornitología suelta del lugar ha reconocido con nostalgia la voz
del cetrero y queda a la expectativa. Puede resurgir la querencia a sus
cielos pletóricos, y el cielo puede partirse en dos.
La
voz de Aznar ha resultado oportuna a juzgar por la reacción integrista
de sus enemigos. Rubalcaba la califica de “un espanto” y ‘El País’ de
“el tóxico”, proyectándose ellos mismos en su acometida con su más
genuina radiografía.
La
gesta de América ha sido el ave más alta que jamás haya salido de la
mano del hombre. El vuelo del bronce de Colón en Barcelona, salido
también de la mano del hombre, es un alto símbolo de aquella épica. Uno
creía al principio que Colón había sido pintarrajeado por cualquier loco
empinado, al igual que fue atacada en su día la Cibeles o nuestra
alcalaína reina Isabel la Católica. Pero, no, resulta increíble, resulta
que ha sido la propia autoridad cívica la que ha vendido el uso
embadurnado de la estatua hasta el día 9 de junio. Lo que menos importa
son sus colores o su pretendido mensaje. Lo que aquí importa es que el
propio alcalde de Barcelona ha vendido el alma de su pueblo a tiempo y
precio tasado, en tanto se sorprende de la perplejidad suscitada.
Lo
que resulta lamentablemente sorprendente es que el mercantilismo
catalán ha penetrado de forma tan refinada e inconsciente por los poros
de su sociedad que ha llegado a vender su propio cielo. En Barcelona se
ha levantado la veda de sus símbolos. Ahora ya sabemos que el ave que
sale de la mano del hombre vuela alta y libre como la estrella en todas partes, salvo en la Ciudad Condal, donde se vende el vuelo de sus símbolos.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 1.6.2013
José María Aznar
La
colosal estatua del Colón barcelonés, que mide 7 metros dentro de un
monumento que alcanza 60 m. de altura, mantiene un dedo índice equívoco:
la dirección de ‘sus’ Indias está al lado contrario. El dedo índice colombino es signo del catalanismo a la contra.
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