¿Dónde estuvo en Alcalá la otra casa de Cervantes?
Al margen de su primera infancia,
Cervantes fue vecino de Alcalá.
Si careciéramos de la prueba documental de la vecindad alcalaina de Cervantes, La Galatea,
su primera obra, rezuma tal dosis de alcalainidad que habría que
suponerla. La relación que Cervantes demuestra tener con Alcalá en La Galatea
no es en modo alguno la de un niño que emigra definitivamente de su
villa natal. Por el contrario, Alcalá aflora indisimuladamente por
dentro y por fuera de su primera obra. Dejando ahora de lado su mención
por dentro, es decir, las alusiones a la "famosa Compluto", a "las
riberas de nuestro Henares", "a sus álamos blancos", por ejemplo, vamos a detenernos primero en su obra por fuera, es decir, vamos a fijarnos en la portada de La Galatea.
La casa natal de Cervantes, calle Imagen, 2, documentada por
Astrana Marín, antes de su "reconstrucción".
Cuatro alcalainos en la portada
En
el periodo que va desde finales de 1580, fecha de su llegada de Argel,
hasta finales de 1584, la fecha de su boda, los cuatro nombres -cuatro
hombres- que figuran en la portada coinciden en Alcalá, Son cuatro
niveles de ser alcalainos. Juan Gracián, el impresor, es propietario
de dos casas en la calle Guadalaxara (después Libreros) y recibe el
encargo del mercader de libros, Blas de Robles, quien es hijo de
Bartolomé, "librero del rey" y padre de Francisco de Robles, a quien le
va a caber la fortuna de ser el editor del Quijote y de las Novelas
Ejemplares. La relación del escritor alcalaino con los libreros
alcalainos e incluso con la elección del impresor no puede ser casual.
Nuestro cuarto hombre de la portada, Ascanio Colona es un cléligo
romano, residente alcalaino en estos años, de quien nos ocuparemos
seguidamente. Pero de momento, tenemos asegurado un "pleno" alcalaino
en la primera novela de Cervantes. Son los años anteriores a la
publicación de La Galatea (1585).
Intuimos
la alcalainidad de Miguel durante este periodo. Una alcalainidad
intermitente entre un Madrid insustituible como villa y corte, y un
Alcalá familiar, cuyo redor se va empapando del aroma de la Universidad del Siglo de Oro Español. Si Cervantes fue un "outsider" de la Universidad
de su patria chica, si no entró en sus aulas, degustó al menos durante
estos años la sombra de sus imprentas, el trato con sus poetas, el
ingenio extraacademico de sus colegiales. Esta intuición está avalada
por unos datos concretos que iremos desgranando posteriormente.
Ascanio Colona
Este es el personaje al que Cervantes le dedica La Galatea,
lo cual se hace constar en la portada: "Dirigida al Ilustrissi. seüor
Ascanio Colona Abad de Sancta Sofia", título honorífico que se le
concede nada más contestar a las responsiones magnas a que fue sometido
en la Universidad
de la patria chica de Cervantes un 17 de Junio de 1578. Justo un año
antes había obtenido en la misma Universidad de Alcalá el titulo de
bachiller en Artes. El 17 de Octubre de 1578 obtiene la licenciatura, y
después la borla y muceta de Maestro. Pasa después a estudiar Teología a
Salamanca y vuelve después a Alcalá como distinguido eclesiástico y
maestro. En un documento de 1585, año de la publicación de La Galatea,
figura como "residente en Alcalá de Henares". Felipe II, amigo de su
padre y virrey de Nápoles -enterrado en Medinaceli, camino de Madrid- se
detuvo en Alcalá, camino del campo de caza, para escuchar su
disertación “Oratio ad Philipum II” (Alcalá, 1585). Fue nombrado
cardenal en 1586 y en 1602 fue nombrado virrey de Aragón.
Ascanio
había nacido en Roma y pertenecía a una familia de la alta nobleza
italiana, mecenas del humanismo renacentista. Su padre había mandado
las galeras de Pío V en Lepanto, una de las tres divisiones de la Liga contra los turcos. Fue virrey de Sicilia.
Del texto de la Dedicatoria
nada se infiere de que Cervantes hubiera conocido personalmente a este
personaje romano a su paso por Italia, como han fantaseado tantos.
Pero que sí tenía referencias de su persona. En dicho texto, Cervantes
hace mención de su alto linaje y encuentra, como recurso de
congratulación hacia él, la referencia a su padre, presente también en
Lepanto. Con buen tino salva Cervantes una peligrosa referencia a un
"codo a codo" con su egregio padre, sabe con artificios a perífrasis
salvar las distancias entre un general y un simple soldado. Y halla,
sobre todo, un pretexto de aproximación en la mención a su estancia
romana:
"el efecto de reverencia que hacían en mi ánimo las cosas que, como en profecía, oí muchas veces decir de V. S. Ilustrísíma al cardenal de Aquavíva, siendo yo su camarero en Roma, las cuales ahora no sólo las veo cumplidas ... "
Cervantes
no conoció personalmente a ninguno de los Colona ni en Lepanto ni en
Italia. Si ello hubiera sido así, su capacidad literaria habría
encontrado el modo de magnificar el más mínimo detalle en esta ocasión
en la que se ocupaba de complacer a su benefactor.
El
cardenal Colona, virrey de Nápoles, es el Ascanio alcalaíno, dado a
las musas él mismo, estudiante de Alcalá, donde volvió a ser
eclesiástico residente después de su paso por la universidad de
Salamanca. Este evento universitario lo menciona Cervantes perdiendo
la oportunidad una vez más de mencionar a su patria chica, cuando,
prefiriendo la generalidad literaria a la denotación histórica, dice a
su benefactor que "no sólo vino a España para ilustrar las mejores
universidades della. sino también para ser norte ... "
Miguel
de Cervantes, con quien estamos comprometidos a demostrar su residencia
alcalaína en estos años, conoció a Ascanio Colona, no en Italia como
alegremente se dice por ahi, sino en "su pueblo". Miguel y Ascanio
fueron convecinos en Roma sin conocerse, y volvieron a ser convecinos
en Alcalá, donde se conocieron, quizás a través de Gálvez de Montalvo,
amigo de Cervantes y amigo y secretario de Colona, o quizás también a
través de un círculo de poetas alcalaínos del que formara parte el
propio Ascanio.
Cervantes, vecino de Alcalá.
Lo
hemos dicho: estamos a favor de la alcalainidad de Cervantes en el
período de 1580 a 1584, asi como de otros períodos anteriores, y no por
puro capricho. Nos interesa ello mucho más que la alcalainidad de
nacimiento o de bautismo, por ser éstas razones clamorosas y palmarias,
suficientemente probadas y conocidas. No podemos compartir la
testarudez de tanto ligero biógrafo de un Cervantes cincoañal que dice
definitivamente adiós a Alcalá. Ni tampoco compartimos la insistencia
de otras ciudades que, al no poderle arrancar a Cervantes la patria en
su beneficio, pasean alegremente sus mocedades por entre el ensueño de sus calles.
Aquí hay que poner papeles sobre la mesa. Y ponemos sobre la mesa El libro de Redenciones de la Orden Trinitaria
(el de 1579 y el de 1580-81), el mayor arsenal de datos de la
alcalainidad de Cervantes. Allí, en varios documentos fechados el 31 de
Julio de 1579, pedimentos y recibos de entrega de dineros, realizados
ante los Redentores Fray Juan Gil y Antón de la Bella en el convento de la Trinidad
de Madrid, la madre de Cervantes, doña Leonor de Cortinas, y su
hermana mayor, Andrea, dicen ser vezinos de Alcalá estantes en esta
corte para ayuda del rescate de Miguel de Cervantes, vezino de dicha
villa, hijo y hermano de las susodichas, que está captivo en Argel en
poder del alimami, capitán de bajeles ... (1) (hay otros tres documentos
de similar redacción e igual fecha).
¡Cervantes,
vezino de Alcalá en 1579! En principio puede parecer una ironía,
porque, a la sazón, Cervantes está desposeido de su vecindad,
soportando abyectas penalidades en la cautividad de Argel. Y sin
embargo, esa palabra, vezino, indica su lugar de referencia existencial,
su punto de identidad, el puerto de arribo, la definitiva puerta del
retorno, después de doce años de estampida por el Mediterráneo, doce
años de huida y de aventuras, de mares y expediciones por tierra, de
amores y arcabuzazos, de heroismos y humillaciones... Durante esos
doce años de impetuosidad mediterránea, Cervantes guarda en su mente un
faro en la lontananza: Alcalá de Henares.
El
dato de la vecindad de Cervantes no ha sido nunca subrayado
suficientemente, porque no interesaba, o al menos resultaba irrelevante
desde la óptica del biógrafo de turno.
Dicho
dato, sin embargo, ofrece todas las garantías de autoridad y está
emitido en una circunstancia de identidad desinteresada. El dato de la
vecindad de Cervantes está servido en repetidas ocasiones por dos
personas de la máxima vinculación de sangre, y por tanto, del máximo
conocimiento biográfico de Cervantes, como lo son la propia madre y la
hermana mayor, y corroborado por dos personas de tan irrefutable
credibilidad como son los dos padres Redentores Trinitarios. La
presencia de ambas mujeres no debe ser casual. Ambas a una han debido
tomar las riendas de una nueva casa familiar, surgida tras el fracaso de
Alcalá y el naufragio de Valladolid. Rodrigo de Cervantes, marido y
padre, respectivamente, retraido y sordo, apocado, zirujano puesto en
cuestión, ha sido suplantado por estas dos mujeres de rompe y rasga.
Valoración del dato histórico
¿Cómo
debe interpretarse el dato inequívoco de la vecindad de Cervantes,
aducido por estas mujeres en el año 1579? En ese momento Cervantes lleva
casi once años ausente de España. Ello quiere decir:
1)
Que tienen en Alcalá casa familiar, a la que pertenece Miguel por no
estar familiarmente emancipado, y que esa "vecindad" constatada está
haciendo referencia a un tiempo anterior a su salida de España.
2)
Que esa casa famillar la sigue teniendo en la fecha del documento. Ello
es obvio al declararse actualmente vecinas de Alcalá.
3)
y que la proximidad entre la fecha de la declaración de las dos mujeres
y la vuelta a España de Miguel -quince meses- nos hace suponer que en
Alcalá sigue estando la casa familiar a su retorno.
El primero de los asertos, la existencia de la casa familiar de Alcalá anterior a 1568,
queda avalado por otro dato de vecindad, es el que corresponde al ingreso de la hermana de Miguel en el convento de la Concepción
el 11 de febrero de 1.565: "Luisa de Cervantes, hija de Rodrigo y de
doña Leonor, vecina de Alcalá" (2). También, la citada casa familiar,
anterior a su huida a Italia, queda fortalecida por las referencias
"interiores" de La Galatea a Alcalá, cuya gran parte de la obra se redactó en este periodo anterior a su salida.
y
el tercero de los asertos, la permanencia de la casa familiar tras su
periplo mediterráneo, está corroborado por la portada de La Galatea, una "marañada historia" de alcalainidad cierta.
Nada
de extraño que vivan en el Alcalá donde se asentó su abuelo Juan, donde
nació su padre y donde nació él y sus hermanos Andrés, Andrea, Luisa y
Rodriga; nada de extraño, por otra parte, que en la apacibilidad de
Alcalá, en el remanso de su casa familiar, servido y adorado por su
madre y por su querida hermana Andrea, hallara el bálsamo suficiente
para superar sus heridas de cuerpo y alma, cobradas en Mesina, Orán,
Navarino, Lepanto o Argel; nada de extraño que, en la confianza de la
casa familiar,ovillara, también como terapia, relato tras relato, los
más intrincados detalles de unas aventuras jamás oidas; nada de extraño
que fuese en Alcalá, en contraste con el bullicio capitalino de la
villa y corte, donde hallara el clima para escribir su novela pastoril La Galatea. Ello
explicaría el escenario del Henares, elegido en su obra; la mención a
personajes reales, como el que se esconde bajo la "complutense
Teolinda" o bajo el pastor Tirsi, en el que, sabemos, aqui si, está
retratado su amigo el poeta alcalaino Francisco de Figueroa. Y ello
explicaría también la elección, para su obra, de una imprenta en
Alcalá.
.
La casa "de la Calzonera", esquina de la calle Mayor con la de la Imagen,fue
propiedad de la familia "Cervantes", pero la casa postrera de la
vecindad hubo de venir de la otra parte, de la familia de la madre.
El enigma de la otra casa
¿Cuál seria en Alcalá la casa de su vecindad? ¿Seria la Casa de la Calzonera,
la otra propiedad que tenemos documentada como perteneciente a la
familia Cervantes, enfrente de su casa natal? Nunca lo sabremos con
seguridad. Como quiera que fuese, Cervantes, vecino de Alcalá, se
toparía inevitablemente con la citada casa número dos de la calle de la Imagen,
y la miraría con una auto complaciente ternura, tratando de revivir,
por encima de su nebulosa, algunos lances de su primera infancia. Esa
casa también nosotros la tenemos identificada. Fue mandada vender poco
antes de salir para Valladolid la familia, por un poder que, desde
Córdoba, envia su abuelo a su tía María. Es el documento por el que
Astrana Marín nos identificó la casa de nacimiento de Cervantes,
juntamente con el que halló en el contiguo Archivo del Hospital de
Antezana, una probanza testifical de nobleza para el ingreso en su
Hermandad de unos primos de Cervantes, que viven en Guadalajara y
reciben los méritos de la vecindad de sus antepasados.
Pero,
¿cuál seria la casa de la vecindad posterior de Cervantes, la casa de
su madurez y de su consciencia, la casa familiar y anónima, la que con
seguridad acogiera el balance narrativo de su periodo postmediterráneo?
Nada hay seguro, pero
pudo serlo –hay tradición (Reymundo Tornero)– una casa desaparecida que
estaba en la misma esquina de la plaza de los Santos Niños con la
actual calle Cisneros, propiedad de la madre y proveniente –según
Astrana, de los padres de Leonor, que aunque de Arganda, tenían casa en
Alcalá, y era una de las familias más acomodadas del señorío.
En todo caso, es
ella una casa que se disuelve en el anonimato de las casas viejas de
Alcalá, un ágora familiar donde Miguel, ávido por largar tantas
vivencias y, acuciado por ser oído, daría cuenta de su larga ausencia de
la casa familiar, de su azarosa singladura. Excusaría su pendencia con
Antonio de Sigura y se honraría de su peripecia militar, narrarí el
abordaje a la galera Sol, cerca ya de las costas catalanas; expondría
las razones por las que cedió su derecho primogénito de liberación a su
hermano Rodrigo en la expedición del Redentor de la Orden Mercedaria,
fray Jorge del Olivar, quien llegó a Argel con dineros de aquella
casa. Lamentaría el inútil intento de la barca que su hermano Rodrigo
enviaría después a Argel, como compensación por su gesto, para liberarle
de su cautiverio. Describiria el chapoteo lento de unos remos cerca de
la playa y los rápidos golpes de huída por no se sabe qué causas. No
podría olvidar la lengua maledicente de Blanco de Paz y del otro
renegado traidor de Melilla, apodado El Dorador. Y, sobre todo, pondría a
buen recaudo sus papeles manuscritos, que eran muchos.
Puerta de Madrid, 10.10.1998
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