CERVANTES NO PUDO MORIR EN PRIMAVERA
El
“Premio Cervantes” y el “Instituto Cervantes” han sido noticia casi a
la alimón. El primero, por la cita inquebrantable de Abril, cuando
Cervantes muere, dicen; y el segundo, por el relevo en su dirección.
Ambos árboles han rebrotado en la primavera alcalaína para orgullo de la
huerta. Umbral y Juaristi fueron, respectivamente, sus frutos
tempranos.
Todos
sabemos que el Premio Cervantes es el “nobel” para escritores de lengua
española y que el Instituto Cervantes es el organismo encargado de la
defensa y expansión del español en el mundo. Sin enbargo, en ambos casos
hemos evitado hábilmente el término “español” en su nomenclatura, lo
que sería impensable, por ejemplo, en organismos análogos del Reino
Unido o de Francia con sus inevitables british o francais(e). El
término “español” nos debe producir malsonancia o dentera, y es
Cervantes quien se presta a cubrir nuestros mórbidos silencios, nuestros
vergonzantes complejos.
Preguntaron, dicen, a Jon Juaristi el día de su toma de posesión que si sabía cómo se hacía un Museo de la Lengua,
proyecto del actual equipo de gobierno municipal, a lo que contestó don
Jon que no sabía. Yo creo que el primer problema del tal proyecto es el
de la denominación. Una cosa es un “Museo de la Lengua” y otra cosa muy distinta un “Museo de la Lengua Española”.
Es evidente que se trata de hacer lo segundo, pero con el primero de
los nombres. Es una elipsis vergonzante. Cuando se den cuenta del
equívoco, es posible que la corrección sea ésta: “Museo de la Lengua de Cervantes”.
Ahí,
siempre tú, Cervantes, disponible, dispuesto a cubrir nuestras miserias
y vergüenzas. Escribiste a Felipe II, ¿recuerdas?, para que te
concediera un officio de los que quedaban vacantes en las Indias, la
contaduría del nuevo Reyno de granada, o la gobernacion de la
provincia de Sonocusco en guatimala, o contador de las galeras de
cartagena, o corregidor de la cidad de la Paz. Pero
el rey sobre el que no se ponía el sol ni se dignó contestarte. Ahora
eres el símbolo de la lengua española, y los españoles prefieren tu
nombre para identificar su lengua, su inmensa lengua. Y ahora tú,
Cervantes, te yergues majestuoso, como el vuelo del cóndor, sobre los
sitios de tus ensueños frustrados, sobre Granada, el Sonocusco y La Paz. Y ahora es sobre tu nombre donde no puede ponerse el sol, superando a tu regio destinatario.
Y
mientras los españoles nos disponemos a ir a la consulta del
psicoanalista por los graves silencios sobre nuestra identidad, en tanto
encontramos el ello perturbador, tú, el manco sano, nos sirves
de bálsamo inagotable. Una prueba más de que vives, aunque mueras un día
de estos. Pero tú, Miguel, no pudiste morir en primavera.
José César Álvarez,
Puerta de Madrid, 21.4.2002
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