Aquella infame mañana del 11M
Hoy toca llorar. Hoy toca llorar en Alcalá a la vista del 11M en el
calendario, la fecha maldita y tenebrosa que nunca debió amanecer en
este Alcalá donde aquel día fallaron todas sus torres vigías, donde
fallaron todas las seguridades que suponíamos en un Estado moderno. Al
río más espantoso de nuestra historia le dejaron nacer una mañana
alcalaína de hace ocho años, cuya innominada bestia se alojó en la
estación de RENFE y se camufló en cuatro de sus trenes.
Nace en Alcalá una autopista de cuatro vías férreas. La bestia se alojó
en tres trenes que a Alcalá le nacían y en otro que paraba, proveniente
de Guadalajara. Allá van los trenes de la infame mañana alcalaína como
caballos de Troya metálicos, escondiendo en sus entrañas el terror más
refinado; allá van los trenes somnolientos de la mañana alcalaína que
han despabilado sus sábanas y corren para cumplir su hora en cualquier
parte; allá van los trenes de la ingenua mañana alcalaína, legañosos y
adormilados, con la hora en sus talones y con un destino sobre sus
cabezas un destino elegido por cada viajero en la libre y pública
bancada de los trenes abiertos de la abierta mañana. Allí íbamos todos y
sólo les tocó a los ciento noventa y dos de aquel punto y hora. A otros
dos mi les tocó arrastrar de por vida la marca de aquel fuego
diabólico. Todos somos viajeros, pero les tocó a ellos por todos. Nos
abrasaron los ojos, los hijos, los ejes del alma.
Son viajeros vivos del 11-M los que viven y reviven la muerte sin
autoría de aquella confusa mañana. En la plaza de Cervantes, en torno a
su quiosco, cuando la plaza no lo impide, o en el monumento a las
víctimas en la Estación,
con frío, con lluvia y con viento, todos los 11 de cada mes, un puñado
de alcalaínos han venido siendo fieles a la cita, fieles a la palabra
del apóstol del 11-M Gabriel Moris Noguera, perito judicial en los
explosivos del proceso que se siguió en la Casa
de Campo, un hombre que guarda un arsenal de datos contradictorios en
torno a aquel malhadado juicio y que está empeñado en saber quién de
verdad y por qué mataron a su hijo Pablo en uno de aquellos malditos
trenes. Este domingo, a las
20
horas se cumplirá el 67ª conmemoración sucesiva del 11M en esta ciudad,
cabecera del magno atentado, que llegó a conmemorarse mensualmente en
cincuenta ciudades, de las que persisten Atocha-Madrid, Valencia,
Almería y Vigo. Actos que se han celebrado también en Bruselas y en
Caracas.
Dos
días después de aquel “dies horribilis”, los alcalaínos, zombis,
incrédulos, se congregaron en la plaza de Cervantes bajo el grito:
“¡Queremos saber!”, el mismo grito y la misma situación que siguen
intactos después de ocho años. La España
que quiere saber es la que no se ha creído el regalito de la ‘mochila
de Vallecas’ donde nos quisieron colar la vinculación ‘islamista’ junto
con la ‘furgoneta de Alcalá’. Y ese celo por hacer desaparecer y ocultar
el cuerpo del delito, los vagones, que es delito impune de una justicia
dudosa. Esta media España que reivindica la revisión del 11M es
motejada por la otra parte de inventar una “teoría conspiratoria” y
otras lindezas de su florilegio de apelativos. Pero olvidan que la parte
reivindicativa tiene todo el derecho en basarse en la propia
indeterminación de la sentencia judicial de ese juicio que dan por
definitivo. Y el ‘Grupo Prisa’, el que en la fatídica mañana fabuló
sobre los “islamistas suicidas en los trenes, descalifica con insultos a
la jueza Coro Cillán por reabrir el caso, del que se sienten gendarmes.
Fue declarado el 11 de marzo Día Europeo de las Víctimas del
Terrorismo, pero Zapatero, que fue presidente del gobierno de este país,
sólo quiso desvincularse de ese día, y, alejado de la calle y de la
racionalidad europea, eligió el 27 de junio Día español de las Víctimas
del Terrorismo, que fue el día en que en San Sebastián, víctima de un
atentado, murió en 1960 una niña de 22 meses, Begoña Urroz. Sin
desmerecer a esta pequeña víctima, el ‘detalle’ zapateril es enormemente
elocuente.
Hace
tiempo que la izquierda inventó la calle, bronca y obrera, de gargantas
descerrajadas y puños crispados, pero la derecha, harta de la tenencia
en exclusiva de la calle por parte de la voz desgarrada, fue y le robó
la calle a la izquierda en el tema del terrorismo, principalmente, y en
el de la enseñanza. Desde entonces, la izquierda ya no es propietaria de
la calle ni manda en ella, porque la derecha la hizo mucho más larga y
la llenó de razones como puños. La noticia ahora ha sido esta: la
izquierda obrera y sindicalista, desprestigiada en la calle por carecer
de razones, quiere robarle a la derecha su reivindicación estrella, el
11-M, nada más y nada menos. Después de ocho años de olvido quiere
abrazarse a sus obreros muertos en los trenes con el abrazo de un oso
sin cintura y con la sonrisa equina de un oso gesticulante y articulado.
Los sindicatos en este país acaban en el circo.
Es la infame mañana alcalaína del 11-M y la infame octava anual de los
sindicatos. Es una mañana varada de tanto disparate acumulado que está
suspendida en el tiempo, no avanza ni progresa, es una mañana nublada en
la que, sin embargo, saldrá el sol, porque está cuajada de viajeros
vivos que, llenos de razones, pululan sin descanso.
José César Álvarez,
Puerta de Madrid, 10-3-2012
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