Altos y bajos de las ‘alcalás’ que son
‘Alcalá’
es palabra árabe que quiere decir ‘el castillo’. Los españoles
expulsamos a los moros de España, pero les dimos amnistía a sus nombres y
topónimos. Por eso hay catorce pueblos con el nombre de Alcalá. Las
‘alcalás’ empezaron en un alto defensivo y desde allí rodaron al llano
de su cotidianidad, ya sin los vértigos de sus bajadas ni las
taquicardias de sus remontes. Rodaron alcalaínos, alcalareños,
alcalaeños y alcalaeros. Que en los gentilicios que se dieron ya
difieren los de un Alcalá u otro.
Los de ALCALÁ LA REAL, de
Jaén, son alcalaínos, y su alto se denomina La Mota y sus bajos El
Llanillo. El castillo y la Colegiat están encaramados en el alto que
flanqueaba los accesos a Granada. Ya no hay nada que defender y los del
Llanillo miran hacia arriba su altiva monumentalidad colgada.
Mari
Carmen Aguilera es una maestra que del Llanillo de Alcalá la Real fue a
dar sus clases a un colegio público de Alcalá de Henares, y que en las
fiestas navideñas de ahora se vuelve a la Real. Es una doble alcalaína
de viene y va como la Nochebuena, y tiene allí su casa familiar, cerca
de la
calle Bordador, que es la calle de Martínez Montañés, el genial
imaginero de la Escuela Sevillana al que relacionaron con la autoría del
Cristo Universitario de los Doctrinos de Alcalá de Henares. Pero la
insistencia en la autoría de Domingo Beltrán de Otazu, discípulo de
Miguel Ángel, se ha impuesto. Por lo que el Cristo de las serenidades
complutenses sevillanas se ha alejado de esa condición de doble
alcalaíno, como la que ostenta indiscutiblemente Mari Carmen del
Llanillo.
ALCALÁ DE GUADAIRA a quince quilómetros de Sevilla, fija
su altura en las almenas de su fortaleza almohade sobre la plataforma
mesetaria de Los Alcores. Pero las altas almenas de sus conquistas
sociales tampoco sirvieron para defender a
los que abajo pudieron llegar a morirse por intoxicación. Tres
alcalareños, que no alcalaínos –padre, madre e hija–, han desplegado por
todo el país su muerte prenavideña como negros adalides de una mesa
precaria y de una anunciada navidad pobre de turrones caducados. El
río Guadaira, que desde hace poco es Guadaíra, llora inerme en la
depresión de Los Alcores su inevitable pendiente de fluídas
resignaciones.
Los alcalaeros de ALCALÁ DE LA SELVA de Teruel siguen colgados en
un picacho de la sierra de Gúdar, a 1404 metros de altitud. Ocupan una
ladera del monte, con calles tortuosamente empinadas. Ellos siguen
siendo fieles al alma empinada de todas las ‘alcalás’ que fueron. A su
castillo subió O’Donnell en 1840 para expulsar a los carlistas allí
fortificados durante cinco años. Abajo, al pie de un peñasco transcurre
ruidoso el río Valbona.
Los de ALCALÁ DE HENARES se
llaman alcalaínos y su alto se llamaba Qal’at’Abd al Salam, que ahora
dicen Alcalá la Vieja, los vestigios de una ciudadela musulmana situada
en el cerro del Ecce Homo, cuya torre albarrana, al otro lado del río,
se mantiene en pie. Su muralla tuvo ocho torreones, con restos de tres
de ellos, así como de sus silos y aljibe. Su llano fue santiustino, de
su denominación Alcalá de Santiuste, debido a que la población se
extendió en torno al templo de las reliquias de los Santos Justo y
Pastor. Pero la denominación de Alcalá, la de los montes, rodó al llano
de manera preeminente. Ese llano pudo ser Santiuste, pero sólo lo fue
apelativamente.
Este
llano santiustino era un valle de charcas y humedales, al que San
Vicente Ferrer, de paso, hizo referencia cuando vino a misionar aquí,
increpando a la villa de esta manera: “¡Puteum iniquitatis!”, pozo de
ignominia. Los santiustinos que lo pudieron ser no se ponían nerviosos,
y, poco a poco, calmosamente, fueron taponando de escombro el canal de
inmundicias de la plaza del Mercado, hoy de Cervantes, muladar de
ignominia maloliente que serpenteaba por la abertura de la hoy calle
Trinidad para buscar el río.
Los
alcalaínos de Alcalá de Henares tienen hoy una plaza que no la
conocería ni San Vicente Ferrer que volviera. Delante de la escultura
que hicieron a un alcalaíno, que no alcalareño, colocaron cuatro
terreros de jardín como cuatro huertos de rosales. Y a la espalda de la
estatua dos terreros mayores como huertas de flores de colores. Lo cual
reduce considerablemente la capacidad de su hermosa plaza, ahora
atascada de zoco navideño, y tenderetes de fiesta, de pista de hielo y
de tren infantil, lo que reduce la movilidad y maniobra los andantes y
usuarios. Resulta una plaza incómoda y atestada. Pero nadie de estos
alcalaínos se ha decidido a eliminar definitivamente algún terrero para
buscar la comodidad perdida hace tiempo en su plaza.
Los
alcalaínos de Alcalá de Henares no han podido extirpar la humedad de
los bajos de sus casas, pero taponaron hace tiempo sus aguas malsanas, y
hoy se jactan de la vista de su plaza aunque no quepan. Han sido, en
verdad, muchos siglos de ignominia, alineada y pingante, que ahora
quieren compensar con la alineación constante y perfumada de sus
crecidos rosales. Es la historia secreta de su llano.
Poblaciones de España:
Alcalá de Henares, Madrid, complutense o alcalaíno.
Alcalá de Chivert, Castellón, chivertense o alcalaíno.
Alcalá de Ebro, Zaragoza, alcalaíno.
Alcalá de Guadaíra, Sevilla, alcalareño o panadero.
Alcalá de Gurrea, Huesca, alcalaíno.
Alcalá de Moncayo, Zaragoza, alcalaíno o alcalero.
Alcalá del Júcar, Albacete, alcalaeño.
Alcalá del Río, Sevilla, alcalareño.
Alcalá del Valle, Cádiz, alcalareño.
Alcalá de la Selva, Teruel, alcalaero.
Alcalá de la Vega, Cuenca, alcaleño.
Alcalá de los Gazules, Cádiz, alcalaíno.
Alcalá la Real, Jaén, alcalaíno.
Alcalá, pedanía de Guía de Isora, Tenerife, alcalanero.
De Colombia:- Alcalá , en el Valle del Cauca, alcalaíno.
- Alcalá de Cagayán.
- Alcalá de Pangasinán.
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