Alcalá y El Toboso
Me fui con la Schola a El Toboso. La Schola Cantorum interpretó allí canciones de la época cervantina. Avelino, el chef de la coral decana, me invitó a decir unas palabras cervantinas como presentación. Aquellas palabras a bote pronto me dan ahora pie.
“Media
noche era por filo” cuando don Quijote y Sancho deciden entrar en El
Toboso para visitar los alcázares y palacios de la sin par princesa doña
Dulcinea del Toboso, entre una sinfónica descripción de los sonidos
rústicos de la noche toboseña. Y “media noche era por filo” cuando la
embajada cultural alcalaína sale de los alcázares del yantar entre los
inverosímiles agudos de Úrsula, los bajos fondos de Pepe y una coral
toda suelta, sin bridas y sin estribos.
Alcalá
en El Toboso. La realidad y el ensueño. La verdad y la mentira. Aunque
bella y fabulosa mentira. Cervantes no da pie con bola en lo que toca a
precisiones al llegar a El Toboso. Coloca a don Quijote y a Sancho en
una floresta o bosque de encinas a las puertas del pueblo, que existe,
pero muy alejado. No hay monte, que es llano. Y a doscientos pasos de la
entrada dice que está la iglesia –“con la iglesia hemos dado”-, cuando,
en el mejor de los casos, hay
no menos de mil pasos. Y no nos metemos en los sublimes desatinos de
los alcázares y palacios de “la gran ciudad del Toboso”. Sin embargo, el
Cervantes de Alcalá es concreto, de arduas comprobaciones, de búsquedas
y exactitudes. El Cervantes de Italia, el de Lepanto, el de Argel, el
de Esquivias, el del Quijote, deben confrontar con el de Alcalá. Fechas,
datos, precisiones, documentos, estudios… Alcalá y El Toboso: precisión
e imprecisión, el dato y el desatino, lo arduamente buscado y lo
espontáneamente dado, lo real y lo irreal. ¿Qué es más, ser Alcalá o ser
Toboso?
En El hombre de la Mancha,
una versión libre, a la americana, un Cervantes servido en barra libre,
también para mí que lo rememoro, cuando muere don Quijote, Dulcinea
monta en cólera porque va a morir de locura. “Entonces –se dice- ¿todo
es mentira? Me
has hecho creer lo que sólo vive en tu mente desvariada. Yo no soy la
que tu dices. ¿Es posible que todas las cosas bellas que de mí has dicho
se desvanezcan ahora por ser producto de tu locura? Eres el hombre más perverso que he conocido. Quienes solicitaron mis favores me pagaron en metálico. Pero tú me has engañado. Has construido egoístamente un mundo a tu medida y a mi costa, sin que yo te importara nada”.
Pero la Dulcinea
de don Quijote, que es Aldonza Lorenzo para Sancho, que es Ana Zarco de
Morales para algunos, que es un ideal para Cervantes, no tiene derecho a
quejarse. Ha sido sublimada e inmortalizada. “La mejor mano de la Mancha en salar puercos” ha pasado a ser “dulcísima, soberana y alta señora”.
La
locura es una forma trágica de superar la cruda realidad. Si hay una
Dulcinea que protesta por la locura de las inexactitudes, mayor grado de
locura puede encerrarse en el mundo de las exactitudes.
Yo
creo que a Alcalá, harta de serlo, le gustaría un tanto ser Toboso, y
que a El Toboso, o tal vez a su vecino Alcázar de San Juan, le gustaría
igualmente ser Alcalá de Henares.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 27.4.2002
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