250 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA DE CERVANTES.
Los
literatos y eruditos españoles del siglo XVIII se lamentan hacia los
años cuarenta de no saber a esas alturas cuál sea la patria de
Cervantes, cuando su fama hierve al otro lado de los Pirineos. La
publicación del Quijote de lord Carteret en Londres, 1738, fue todo un
éxito, un lujo editorial que produce envidia entre los españoles. Dicha
edición inglesa ha ido acompañada de la Vida de Miguel de Cervantes,
de don Gregorio Mayáns i Siscar, “el Néstor de las letras españolas del
siglo XVIII” según expresión de Menéndez y Pelayo. En dicha obra Mayáns
dice: “…entre tanto, tengo por cierto que la patria de Cervantes fue
Madrid”. El polígrafo valenciano se basa en los versos del Viaje al
Parnaso: “Adiós dije a la humilde choza mía, adiós Madrid…, hoy de mi
patria y de mí mismo salgo”.
El
fallo –y falla- de Mayáns fue el pistoletazo de los eruditos del siglo
en busca de la verdadera cuna de Cervantes, un motivo de enconos y
rivalidades. Las patrias apócrifas de Cervantes se multiplican. La
polémica de la cuna de Cervantes, en la época, no consiste sólo en un
prurito localista –Alcalá no figura como parte en la polémica.
Nada sabe, nada dice, y a ella buscan-, es mucho más, es el punto de
arranque de un movimiento de erudición y de investigación ilustrada,
conocido con el nombre de cervantismo.
“Por
los años de 1748”, Juan de Iriarte, bibliotecario de Su Majestad, envía
al sabio benedictino fray Martín Sarmiento la famosa Relación de los cautivos de Argel rescatados en 1580, que ha encontrado en la Biblioteca Real,
en cuyo núm. 29 figura: “Miguel de Cervantes, de edad treinta y un
años, natural de Alcalá de Henares”. El hallazgo necesita la
confirmación moral e intelectual de fray Martín, quien se sabe está
dedicado a ello. Pero el benedictino calla prudentemente. El hallazgo es
lacónico y por aquel entonces se está divulgando la partida de un
Miguel de Cervantes de Alcázar de San Juan. Sigue investigando. Pero en
la primavera de 1752 se produce el hallazgo, que él narra sin darlo
importancia y como fruto de la casualidad. Había obtenido el libro Topographia e Historia General de Argel (1612),
del P. Haedo, y en la misma librería lo abre por la pag. 185 donde
aparece el segundo diálogo de Mártires, donde al cautivo Miguel de
Cervantes se le llama “caballero principal de Alcalá de Henares”.
Dice
Sarmiento que tuvo ese libro en sus manos en la biblioteca del convento
de Madrid en 1717 y dejó de leerlo porque no le interesaba gran cosa al
desconocer las fuentes de su autor. Pero ahora ya sabe que el Padre
Diego Haedo se ha servido de los apuntamientos de Antonio de
Sosa, un compañero de cautiverio de Cervantes, buen escritor –alguien
dirá con argumentos estilísticos que es el propio Cervantes–, quien
aporta descripciones y diálogos entre cautivos que exaltan el heroísmo y
la crueldad de los genízaros musulmanes durante el tiempo de Argel.
Estos escritos, por cierto, le fueron facilitados a su autor por un tío
homónimo suyo, que era Arzobispo de Palermo cuando pertenecía a España.
Todos ellos eran monjes benedictinos: Sarmiento, Sosa, tío y sobrino.
Dice Sarmiento que, después del hallazgo, releyó el relato del cautivo
en el Quijote con la complicidad de estar viendo la imagen disfrazada
del propio Cervantes.
“Así que tropecé con la noticia de la verdadera patria de Cervantes
–dice Sarmiento, empeñado en escribir para sí mismo y para un reducido
círculo de amigos y eruditos- la comuniqué, y con franqueza al librero
Francisco Manuel de Mena, que viene a mi celda con frecuencia. Señalele
el libro y el folio 185 de Haedo. Encarguele que esparciese esa noticia
de que Alcalá era la patria de Cervantes en la Real Biblioteca y en otros congresos de literatos. Mi fin era para que, si alguno quisiese tratar ese punto, buscase antes en Alcalá la fee de bautismo de Cervantes.
Creo que algunos hicieron la diligencia pero el que más se esmeró en
hacerla ha sido D. Agustín de Montiano y Luyando, Secretario de Su
Majestad y de la Cámara de Gracia y Justicia, y Director Perpetuo de la Real Academia de la Historia,
etc. Este discreto y erudito caballero solicitó que en Alcalá se
buscase la fee de bautismo. Buscose, se halló, y se le remitió. Y
habiéndola copiado, la imprimió, a la letra, en la página 10 de su tomo Discurso sobre las Tragedias Españolas y la Tragedia Athaulpha”.
Por
otra parte, el también biliotecario Martinez Pingarrón se ha enterado
de la noticia en casa del librero Mena. Es colaborador de don Gregorio
Mayáns en la empresa cervantina que éste ha recibido del Marqués de la Ensenada
para emular e incluso superar la edición de lord Carteret, empresa que
quedaría desbaratada por la caída del marqués. Pingarrón le dice en
carta a Mayáns que pedirá al Abad de Alcalá, Santiago Gómez Falcón, “que
es mui amigo mio, i antiguo, i erudito” me envie la certificación de
bautismo. En esta carrera por el botín gana Montiano, que obtiene la
certificación de bautismo con fecha 19 de junio de 1752, en tanto el
amigo del Abad, Martinez de Pingarrón la obtiene con fecha 18 de julio.
No
se mereció Montiano pasar a la historia con ese botín, adquirido con
malas artes a través del Recaudador de Rentas Decimales. No se lo
mereció quien dijo que el Quijote de Avellaneda era superior al de
Cervantes "por el sacrosanto principio de la verosimilitud". No se lo
mereció el que motejó a un caballero como fue don Gregorio Mayáns de
"austral", el “rojo” de aquellos días, perdedor de la Guerra de Sucesión. No se lo mereció el que conspiró contra la fundación de la Academia de la Lengua Valenciana, por la que luchó Mayáns.
Pero volviendo a Sarmiento, hemos de decir que hasta 1761 no se pone a escribir su obra cervantina “Noticia de la verdadera patria…”
y siempre para su reducido núcleo, ya que está ocupado en otras cosas.
Concretamente, cuando descubre la patria de Cervantes está escribiendo Sobre el animal Cebra que se criaba en España por
encargo del Conde de Maceda el Tuerto, y en uno de sus márgenes hace la
anotación del descubrimiento de la patria de Cervantes.
Hoy se pone en cuestión la fecha arriba referida en que Juan de Iriarte comunica el hallazgo de la Relación de cautivos a
Sarmiento. Si ello fuera así, el descubridor de la patria de Cervantes
sería Juan de Iriarte, lo cual consta en la obra cervantina de Antonio
Pellicer. Pero esa fecha fue aportada por el sobrino de aquel, Bernardo
de Iriarte, en una polémica en la que se lamenta de no haber sido citado
su tío ni por Sarmiento ni por Montiano. La vaga referencia de Bernardo
“por los años de 1748”, año en que viene a Madrid y tiene 13 años,
carece de consistencia. Por eso dice J. L. Pensado:
“Esta vaguedad cronológica contrasta con la precisión del relato de Sarmiento: fecha de su hallazgo: primavera de 1752, testigo y propalador: el librero Mena, destinatarios: La Real Biblioteca y los círculos literarios”.
Por lo que la aparición de la relación
pudo incluso ser posterior y ser confirmación del hallazgo de
Sarmiento. ¿Por qué, entonces, el benedictino no menciona a Iriarte como
menciona a Montiano? ¿Por qué su tío, que publicaba, no protesta de
ello en vida, cuando se le reconoce como descubridor a Sarmiento?
Martinez de Pingarrón dice en carta a Mayáns ver en casa de Mena,
tomando apuntes, a un amigo suyo bibliotecario, que no puede ser otro
que Juan de Iriarte. Si él hubiera tenido ya la noticia, incluso hubiera
buscado ya la partida en Alcalá. Todo lo cual va en contra de lo
tradicionalmente publicado por los cervantistas.
Que
no, que EL Cervantes de Alcalá no nace entre un buey y una mula, que
no, que renace entre cebras en la primavera de 1752, hace ahora
exactamente 250 años, y su alumbramiento conoce varón: Fray Martín
Sarmiento, natural de Villafranca del Bierzo, aunque vivió en
Pontevedra, donde como tal le consideran y la Xunta
ahora le publica. Sarmiento merece el homenaje de Alcalá en este 250
aniversario del descubrimiento de la patria de Cervantes, por lo que nos
gustaría ver en las fiestas de Cervantes, las de Octubre, las nuestras,
al alcalde de Villafranca del Bierzo entre nosotros. Que patria se paga
con patria.
José César Álvarez, Puerta de Madrid, 20.4.2002
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