Una cúpula sobre el mar
Una
cúpula es un sueño, todo un gozo. Es la plenitud del espacio, la
excelencia constructiva. Es cuando el hombre domina y reproduce el
universo, el cielo deseado. El arco, la bóveda y la cúpula son elementos
hoy comúnmente desahuciados. El arco es el elemento base de la dignidad
constructiva. La bóveda es la sucesión finita del arco. Pero la cúpula
es el festival infinito del arco. La cúpula es formalmente festiva y
reproduce una copa de champán invertida. La cúpula magnifica y propaga
el canto, en tanto rompe la palabra, la hace añicos. De ahí que los
púlpitos fueran colocados en las iglesias mirando a la nave, salvada la
cúpula. La incomunicación de la cúpula, su irracionalidad, hace pensar
que no sea obra humana.
En
efecto; el hombre ha renunciado definitivamente a la línea curva. La
línea curva está en la naturaleza, está en la copa de los árboles, en
las nubes y en las olas, en el horizonte de las montañas... La Tierra
es una esfera. Es el hombre quien ha traído la línea recta: la
linealidad en los surcos del arado, en las empalizadas, en los
ladrillos, en sus hiladas, en la plomada, en el ferrocarril, en los
tendidos eléctricos, en los rascacielos... La historia de la
desnaturalización del hombre es pareja a la historia y desarrollo de la
línea recta. La cúpula, pues, no puede ser obra de hombres, sino de
ángeles.
Por eso, cuando la grúa alzaba días atrás la estructura de la recuperada cúpula de San Juan de la Penitencia,
la gente miraba embelesada al cielo. Hasta los niños dejaron de jugar
al fútbol por contemplar el espectáculo. Incluso pararon los coches, se
detuvieron las mamás con los carritos de la compra, y las “juanas”,
monjas afortunadas, henchidas de gozo voltearon las campanas del
convento. Una cabezota enorme, rodando por los tejados, espía ahora a
los ciudadanos desde un rincón de la plaza.
La “Ciudad de Dios”, Roma la chica, la Reims
española –¡será por títulos!– ha encontrado la continuidad de la línea
del cielo y ha superado su truncada existencia. La cúpula de San Juan se
une ya a la lista de las espléndidamente recuperadas por la Universidad, la de Mínimos, Caracciolos, también la elíptica,
Trinitarios, Basilios, que se sumaron al largo festival del cielo
complutense: la de las Agustinas, la gran señora, la de las Bernardas,
con usía por dentro, la esbelta de Jesuitas y su compañera de la capilla
de las Santas Formas –las cuatro hermanas mayores–, Carmelitas de la Imagen
y Carmelitas de Afuera, San Pedro, Santa Lucía, San Felipe, Capilla del
Oidor, colegio de Málaga, Claras, Catalinas, Salón de Concilios, los
Verdes... Una
vez sentada la estructura sobre el sitial truncado, la recuperada
cúpula ha mirado en su redor y ha saludado, una a una, a sus antiguas
colegas del cielo.
Apenas
desvanecido el efecto de elevación de la cúpula, la radio anuncia que
el alcalde de Alcalá, Bartolomé González, va a construir una cúpula
sobre el mar. La noticia es sorprendente, inaudita. Este alcalde es un
auténtico hijo de Hércules. Yo andaba buscando quiénes iban en el
escalafón por encima de los ángeles. No sabía si esta sería obra de
titanes o de semidioses, hasta que caí en la cuenta de que la radio no
distingue entre mayúsculas y minúsculas, y que lo que la noticia quería
decir era que el alcalde iba a construir una cúpula sobre el MAR, que es
el Museo Arqueológico Regional. ¡Qué susto, madre!
Se trata del antiguo convento de Dominicos de la Madre
de Dios, que presenta una cúpula mochada, y cuya enhiesta imagen de
finales del XIX nos la sirvió el archivero pintor Angel María de Barcia.
La noticia del alcalde es excelente. Los ángeles seguirán cincelando el
cielo complutense.
José César Álvarez
Puerta de Madrid,18.2.2006
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