Lunes 26, IONESCO: ‘El Rinoceronte’
El
escritor francés Eugène Ionesco, el más lúcido representante del teatro
del absurdo, nació en Rumanía un 26 de noviembre de 1912, y los rumanos
habitan entre nosotros. En su célebre obra ‘El rinoceronte’, los
habitantes de un pueblo se convierten en rinocerontes. Hay unno solo que
no padece la terrible metamorfosis, es Berenguer, el protagonista, un
hombre sencillo, que no crea ni se crea problemas, de quien criticaban
cierta afición al vino.
Puede
servir de homenaje al escritor rumano-francés, en el primer centenario
de su nacimiento, echar una mirada a la ciudad de Cervantes y llenarla
de los rinocerontes que no cesan. Este es hoy nuestro propósito. Los
rinocerontes de Ionesco son no sólo las “ideologías idolatradas” del
fascismo, nazismo, y comunismo, sino toda clase de sectarismo que impide
el flujo social y la convivencia. Antes de entrar en el Alcalá de los
rinocerontes, será el propio Ionesco quien nos explique tal
transformación:
“Recuerdo
haber estado muy sorprendido en el curso de mi vida –dijo Ionesco en
“Le Monde” en 1960 – por la que podría llamarse la corriente de opinión,
por su evolución rápida, su fuerza de contagio, propia de una verdadera
epidemia. La gente se deja subyugar de pronto por una nueva religión,
una doctrina, un fanatismo, en fin… Asistimos entonces a una verdadera
transformación mental. No sé si lo habéis observado, pero cuando la
gente no comparte vuestra opinión, cuando no podemos entendernos con
ellos, tenemos la impresión de hablar con monstruos. Tienen una mezcla
de candor y de ferocidad. Os matarían a conciencia si no pensáis como
ellos. Y la historia nos ha demostrado en el curso de este último cuarto
de siglo que las personas así transformadas no sólo se asemejan a los rinocerontes sino que también se transforman en ellos”.
Agrandamos
nuestras creencias frente al otro y las defendemos con un cuerno en la
nariz, que eso es lo que en griego quiere decir ‘rinoceronte’. Se
acumulan monstruosamente nuestras ingestas ideológicas hasta no caber
por nuestra propia puerta ni en nuestra propia ciudad. El Berenguer alcalaíno está aterrado. Bajan y suben los rinocerontes por la calle de Libreros, por Reyes Católicos, por la Avenida Juan de Austria, por la de la Alcarria. Son
rinocerontes perfectamente reconocibles, la señora que vende puros, el
carnicero, la cartera de mi barrio, el predicador, el banquero, la
profesora de Física, la cajera de Ahorra Mas, la gitana que te ofrece
romero, los jubilados de la plaza y del parque… todos en su bestial
desnudez invaden aceras y calzadas sobre una ciudad inservible, donde se
acabaron las modas y el consumismo. Berenguer saca a la calle las cajas
de frutas y verduras para que coman sus difamadores. Los rinocerontes
vienen a abrevar a Cuatro Caños y a la Fuente
de Aguadores, y los que vienen de lejos critican en su nueva lengua la
falta de previsión del actual Ayuntamiento. Hay tremendos forcejeos de
hocico por ocupar los soportales durante la noche. Los rinocerontes
comunistas dicen que ya no hay propiedad privada, pero los grandes
rinocerontes del pueblo tiraron hacia el río y marcaron con su orina su
propio territorio. Los que marcharon al río para enfangarse en su lodo
protestan furibundos por el fondo del Henares, atestado de metales
punzantes.
Va por la Avenida de Juan Carlos I la caravana de los rinocerontes del Real Madrid y por la Ronda Fiscal
los del Atlético. Van por Vía Complutense los rinocerontes partidarios
del aborto y de la defensa del derecho de la rinoceronta, y en el parque
de San Isidro se concentran los que están en contra del aborto porque
es el crimen al más débil. En la plaza de Cervantes se concentra con
ruido una caravana de batas blancas y uno de ellos dice:
—Estamos
a favor de una Sanidad universal, pública y gratuita, por lo que
estamos en contra de la privatización, del copago y de la sanidad como
negocio. Por eso estamos y estaremos en huelga.
Los
rinocerontes sindicalistas cierran Telemadrid, y, en otra cadena, un
rinoceronte del gobierno que ganó en las urnas, juega a defenderse de la
calle:
—Estamos
por una Sanidad universal, pública, gratuita, de calidad y sostenible.
Tenemos que enjugar un enorme agujero. Necesitamos una gerencia
empresarial, cuyo solo nombre os da alergia. En Andalucía existen siete
hospitales así sin ninguna protesta. En Madrid hay tres, con óptimos
resultados. Tenemos que hacer reformas si queremos legar esta sanidad a
nuestros hijos.
Las alergias van por barrios. Un rinoceronte sube al hospital a ver a su amigo y le dice:
—Amigo, podrás morirte, pero aquí no vuelvo. Yo no vuelvo a toparme con el bochorno pancartero de la entrada. No los aguanto.
Pero
tales temas eran las posturas heredadas de su antigua condición humana,
porque la animalidad les iba entrando profunda hasta perder todo
vestigio racional, y las aves protegidas de la ciudad les aliviaban de
los parásitos de su gruesa piel. Los espacios vacíos de la Universidad
cisneriana fueron rellenados en el s. XIX por gusanos de seda, y a
aquella menuda metamorfosis le ha sucedido la gigante bestialidad que
ocupa ahora la dilatada ciudad de Cisneros. Los campos están hollados de
pezuñas de tres dedos como tréboles incesantes. Las hojas del otoño
parecen haber sido medida previsora: no hace falta barrenderos.
La intolerancia humana ha devenido en esta monstruosidad. La antigua disputa humana se ha resuelto de la siguiente manera: el
fútbol
se ha decantado a favor de sus detractores, porque los rinocerontes no
juegan al fútbol; el aborto no existe en el reino animal, por lo que han
ganado los ‘pro vida’; la única sanidad es la que viene del cielo, que
debe ser público; la propiedad se señala con la orina y cualquier otra
diferencia se soluciona a golpe de unicornio. Cuestión resuelta.
José César Álvarez
www.josecesaralvarez.org
Puerta de Madrid, 1.12.2012
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