Serían las 7,20 de la tarde día 12 de los corrientes, víspera de Santa Lucía, patrona de ciegos y modistillas, cuando Bonifacio
Vallejo, que dicen "El Líguerín” (deformación de ‘El Higuerín), amigo
donde los haya, padre de Ramón Vallejo ‘El Artista’, más amigo si cabe,
al salir el padre, digo, de su habitáculo rotulado como ‘Casa Pezuela,
Vinos y cervezas’ le entró un aire, una tentación irresistible. Como quiera que frente al susodicho bar estaban apilados los viejos enseres y leña que los devotos de la Santa y vecindario en general habían allegado para contribuir a la tradicional hoguera, hete aquí que el señor Bonifacio prendió la hoguera.
Lo cua] fue ejecutado de por libre y sin que hubiera guapo que lo
redujera. Así las cosas, la hoguera de Santa Lucía 1978 ardió con una
hora y diez nimutos de adelanto
lanto sobre el horario previsto.
Comenzó,
no obstante, el espectáculo con unos negros nubarrones de humo, aunque,
justo es decirlo, no por culpa del espontáneo atizador, sino por culpa
de un neumático. Mas, superado el bache, pronto las llamas surgieron bravuconas, azuzadas por mano maestra, cuestión que haabrá que tener en cuenta para próximas ediciones. Una hoguera, señores, es algo serio, algo seriamente bello.
Los
incondicionales de cada año Ilegamn a las brasas esta vez con repetidas
explicaciones que sopoortaba de buena manera el reducido esqueleto del
señor Bonifacio. Llegaban los incondicionales para llevarse todavía las
cabras en sus espinillas, llegaban siquiera fuese para recordar con
nostalgia mirando el rojo vivo y decrépito de las ascuas. “Yo cuento 52
hogueras, los mismos que llevo en Alcalá” decía una señora que vendía
botones en una mercería de la calle Mayor. Puede que el alcalainismo se
cotice por enteros en la bolsa de la hoguera de Santa.
Lucía. “Aquéllas
sf que eran fiestas” decía otra, quizás al ver que este año han faltado
las patatas, el chorizo, el vino peleón... Y es que llevamos un tiempo
donde uno no sabe si seguir, si hay que cambiarlo todo, si esta hoguera
vale. Es un tiempo de hiato titubeante.
La hoguera de Santa Lucía, sin embargo, es quizás el último vestigiu de un largo rosario de fiestas ancestrales que hemos oído contar a nuestros mayores: La Feria de la Cebolla, San Antón, San Blas, el baile de los compadres,
el
baile de la blusa... Queda la hoguera de Santa Lucía, todos los años,
aquí, al pie nrismo de la torre de San Justo, la más gallarda de esta
región, frente a la ermita de la Santa y frente al rincón húmedo de "Casa Pezuela, Vinos y Cervezas”. .
MADARIAGA, AZAÑA Y LOS ALCALAINOS
Ha
muerto Salvador de Madariaga, el alcalainista, el que abrió brecha en
la prensa nacional clavando argumentos como dardos clarividentes en
favor del retorno de la Universidad
a Alcalá y desplegando su fina ironía sobre ese campus de ‘El Goloso’
donde se asentó otra universidad para Madrid. No hubo aicalaíno que le
escribiera que le dejara sin contestar. Algunas de sus epístolas fueron
en copla, chispeantes, y las guardan y exhiben hoy con orgullo sus
agraciados y espontáneos renitentes. Lo que son las cosas:
dos días antes de su muerte había releído el artículo que a Azaña
dedica el insigne polígrafo fallecido en su obra “Españoles de mi
tiempo”, y había transcrito a mi bloc estas líneas, poco conocidas, en
que con Azaña nos vemos retratados todos los alcalaínos: “El
español de más talla que reveló la breve etapa republicana era de
Alcalá de Henares. Mucho se ha escrito sobre Alcalá; no obstante, poco
sobre su clima. Alcalá es un horno en verano y una nevera en invierno,
de tal modo que los alcalaínos están cocidos por el calor y recocidos por el frío, y así criados por anbas influencias contrarias logran una singular impasibilidad. Las cosas no les dan ni frío ni calor, no al menos comparables con los excesos d e lo uno y de lo otro a que los somete su tierra...”
Llega
ahora la transcripción justamente con la noticia de su muerte. Desde
Lucarno (Suiza), lugar de su fallecimiento, nos llega la acusación de
impasibles. Y es verdad: lo bueno, lo malo, lo alegre, lo trágico, lo
urgente, lo baladlí... todo lo recibimos con idéntica innmutabilídad. A
veces da la alarmante sensación de que
esta
ciudad ha perdido su latido. ¿Será verdad que es el clima el que
conforma nuestra idiosincrasia? Sería una generosa justificación de
nuestras debilidades. Puede que Alcalá posea un microclima, aunque no
conste en ningún tratado de Geografía; pero el que sí consta ya es ese
otro clima de tlbíezas, de perezas, de desconcertante hieratismo. Para
conprobarlo, podemos hacer una relación de aspectos significativos de
nuestra ciudad, y junto a cada uno agregar como el remoquete monocorde
de un ‘ora pro nobis’ éste de Madariaga: “ni frío ni calor”..., "ni frío
ni calor”... Lo cual podemos decir mirando el huero Palacio Arzobispal,
mirando la pobre Magistral, ni sombra de lo que fueron, mirando los
pajares y almacenes de nuestros colegios y conventos universitarios del
Siglo de Oro, mirando la ruina de Santa María, mirando el tesoro
cisneriano incautado...
Puede hacernos esta acusación un hombre casi centenario que nos quiere y
que ha muerto con plena lucidez sobre su mesa de trabajo. Un hombre que
ha vivido ‘con calor’ la historia de España, que ha escrito ‘sin frío’
en los cuatro idiomas principales de Europa, que ha escrito con pasión
una novela eterna como es “El corazón de piedra verde” y una obra
histórica como “Simón Bólivar”.
Adiós
a don Salvador, el ingeniero de las letras, el diplomático español más
internacional, el cual se ha ido llevándose a Alcalá clavada.
DÁMASO ALONSO A ALCALÁ
A Dámaso Alonso le ha sido concedido el Premio Miguel de Cervantes, el nóbel de la Lengua Española (al decir de América), de la Lengua Castellana (según el decir de la Constitución Española),
sucediendo en el galardón a Jorge Guillén y Alejo Garpentíer. Porque es
algo que cae de su propio peso y por aquello de que no hay dos sin
tres, esperamos que el autor de “Hijos de la ira” reciba el premio en el
incomparable marco de nuestro Paraninfo, a pesar de lo que por ahí se
oye y se lee. Los celos que despierta Alcalá son justificados, pero su
desplante, no. Cervantes y la Universidad de Alcalá son el binomio histórico de esta ciudad, que nunca fue interactivo. Pero el espacio del Premio es el genuino del Siglo de Oro. Y único.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 23.12.1978
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