lA aSimeTRía
La plaza de San Diego o de la Universidad
sigue metida en harina. Cuando acabe diremosnos gusta. Un zapato nuevo
siempre despunta, ennoblece. A la plaza de San Diego la están poniendo
zapatos nuevos. Pero hay cosas que ya claman.
Claman
las líneas asimétricas. Porque ocurre que el lado de la plaza ocupado
por el cuartel mide más que el lado del hotel. Y esa desproporción, que
se subsumía antes en el saco de la pelouse central,
lo cual es de sentido común, haciendo casar sus líneas urbanas con sus
lados naturales, no ha querido ahora disimularse. Casan únicamente las
líneas urbanas del ángulo recto formado por la fachada de la Universidad
y el cuartel, dejando un resto de líneas a la deriva y produciendo una
disfunción óptica con respecto a los lados naturales formados por la
línea de casas ocre y la del hotel. Cantan y cantarán las líneas
oblicuas, y más cuando sean subrayadas por la vegetación de un parterre
corrido entre dos aceras rojizas. Chirriarán las líneas asimétricas
frente a la fachada clamorosamente armónica del Renacimiento, la cual
preside/no preside la plaza.
La simetría, cánon del mundo clásico, norma tradicional del buen gusto, es asaltada impunemente por los actuales gurús de la cosa en el propio templo de la simetría. La ubicación lateral del órgano en la Catedral-Magistral, bajo el arco que fue coro central, es también un ejemplo palmario de asimetría, de desequilibrio formal. Los gurús de la Dirección General
de Patrimonio -nada se mueve aquí sin su asentimiento- indicaron,
llegado el evento, que “el órgano había de estar donde antes estaba”. Y
ello a pesar de que el espacio interior de la iglesia había sido
reorganizado y desaperecido el coro central. Pero a los gurús
se les escapaba un “pequeño” detalle. Allí donde ellos colocaban un
órgano, los antepasados colocaban dos, otro en el arco gemelo. Lo cual
hacían antes en aras de la armonía y de las bellas formas. Y si ahora se
trataba de un organo, uno, habría que haber buscado otra solución. Los gurús de la Comuidad
de Madrid parecen oír psicofonías del más allá, pero con evidentes
interferencias. No se puede defender a ultranza un criterio
arqueológico, a costa de quebrantar impunemente el criterio estético más
elemental.
Veo en el libro abierto del Alcalá eterno dos titanes laterales, dos
aletas laterales, dos escudos laterales, dos naves laterales, dos
estatuas laterales, dos torreones laterales, dos pináculos laterales,
dos puertas laterales… Y veo en el libro cerradamente normativo de los
tiempos que corren: un órgano lateral. Pero ello es en defensa, dicen,
del patrimonio histórico.
La Puerta
de Madrid, monumento singular, es asimétricamente exenta. Necesita una
calle gemela que la aísle y la equilibre. Para ello habría que rebanar
la línea de casas contigua y permutar el espacio rebanado por el
excedente municipal a la vuelta. Sólo un Plan Parcial podría redimir
aquella deprimente entrada al Alcalá monumental. Pero los gurús municipales
no moverán líneas, porque hay un plano del año catapún que dice no sé
qué. La estética –y la práctica- apabullada por una norma rígida,
inflexible, allí donde no hay nada que conservar.
Sabemos que la asimetría como ruptura, como disonancia, tiene su propia
entidad expresiva, pero en otro contexto. Sin embargo, las asimetrías
creativas de la modernidad, menos lobos, fueron gritos aislados y
pasajeros. Como las cornucopias del rococó y el federalismo asimétrico
de Maragall.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 13.4.2002
No hay comentarios:
Publicar un comentario