Cervantinas
Don Quijote y Cervantes.
Esquivias y Alcalá (1)
En este año en el que se conmemora el "cuarto centenario" de la publicación de la Primera Parte del Quijote, Alcalá de Henares, la vieja Compluto, cuna de Cervantes, mira hacia Esquivias (Toledo) con melancolía, ahora que con más encono le disputan ser la patria de don Quijote como a Alcalá le disputaron en su día ser la cuna de Cervantes. La patria de Cervantes y de Don Quijote, ambas, conocen el acoso de otros lugares. Es el paralelismo existente entre Cervantes y Don Quijote, su alter ego, "Solos los dos somos para en uno", y en ambos casos se teje un misterioso enredo. Pero las evidencias terminan aflorando, pese a la colaboración en contra del propio Cervantes.
Uno de los principales escenarios de la vida de Cervantes fue sin duda Esquivias. En Esquivias apareció Cervantes un septiembre de 1584, tiempo de la vendimia, tras de los frutos granados de su amigo del alma y poeta maestro Pedro Lainez. Va buscando los manuscritos de su obra literaria. Su amigo poeta ha muerto hace seis meses y ha dejado su obra sin publicar. Cervantes ya tiene experiencia en las relaciones editoriales. Hace tres meses que ha cerrado un contrato con el alcalaíno Blas de Robles para la publicación de La Galatea. Sus conocimientos pueden ayudar a la viuda Juana Gaitán, esa joven morisca con la que su amigo contrajo matrimonio en el crepúsculo de su vida.
Los personajes de La Galatea, primera novela de Cervantes, son reales. Tras Tirsi y Damón se ocultan sus amigos poetas Francisco de Fígueroa y Pedro Lainez. Y en este caso no se ocultan, puesto que le interesa aclararlo con otros datos relevantes. A Pedro lo veía Cervantes en Alcalá o Madrid, donde vivía desde niño, según nos dice Cervantes en La Galatea, en boca de la pastora "complutense" Teolinda, ofreciendo como único dato principal de la semblanza de ambos personajes el de sus orígenes:
Si los oídos no me engañan, hermosas pastoras, yo creo que tenéis hoy en vuestras riberas a los dos nombrados y famosos pastores Tirsi y Damón, naturales de mi patria, a lo menos Tirsi, que en la famosa Compluto, villa fundada en las riberas de nuestro Henares, fue nacido. y Damón, Su íntimo y perfecto amigo, si no estoy mal informada, de las montañas de León tiene su origen, y en la nombrada Mantua Carpetanea (Madrid) fue criado ...
Así es cómo Cervantes tomó el camino de Esquivias en volandas de su amigo, tras de su uva madura. Se subió al correo de mulas que semanalmente unía Madrid con Toledo, se bajó en illescas y se echó una legua hacia el este. El destino le reservaba a Pedro Lainez, en agradecimiento, meter a Miguel en los olivos y viñedos de La Sagra, los bordes de la alocada llanura de La Mancha, donde sólo ahí Cervantes podría volcar todo lo que llevaba dentro.
Cervantes encuentra en Esquivias a Juana Gaitán, la bella morisca casada de nuevo con un mozalbete de 23 años. Y allí quiso el destino, o quién sabe si los finos hilos conductores de Pedro Lainez, que conociera a la que había de ser su mujer, Catalina de Salazar, no la madre, que también, porque vivía cerca de la casa de Juana y, como ella, había quedado hace poco viuda y habría relación con Catalina Palacios, la madre de la Catalina moza, de apenas 20 años, en quien se han posado los ojos de Cervantes. No sabemos cómo fue y si "la gaitana" tendió sus artes celestinas. Es de suponer que las vecinas visitaran a Juana, quien, en el filo de las lenguas murmuradoras por no llorar a su marido el tiempo debido, cautivaría, sin embargo, a otras personas, ya que Juana Gaitán mantenía ante ellas el prestigio de las costumbres de una dama cortesana, porque, quieras que no, seguía siendo la viuda de un alto camarero del príncipe don Carlos, hijo de Felipe II. No sabemos cómo fue, pero lo que sí sabemos es que aquella Catalina, la hija enlutada de Esquivias, fue un flechazo para Cervantes, porque tres meses después sube con ella al altar de la parroquia de Santa María de Esquivias para contraer matrimonio con Catalina de Salazar, que así la llamamos, aunque en el acta matrimonial se la cita como "doña Cata de Palacios, vezina desquibias". De eso ya hablaremos, que las dos cosas valen. Les casó el párroco Juan Palacios, tío de la novia. Cervantes tenía 37 años y casi doblaba en edad a Catalina, quien sabía leer y escribir, y llevaba un hilo de sangre judía.
N
o sabemos nada más, ni si la novia era morena como las mujeres de La Sagra o si era rubia como lo fue Galatea. Quizás no resultara un matrimonio feliz, dada la permanente itinerancia del hombre de negocios y el hombre de letras, pero sobrellevaron las adversidades y las alegrías del contrato matrimonial hasta la muerte de Miguel en la calle León de Madrid. Entonces, Catalina, viuda a los 51 años, vino a hacer con su marido lo mismo que Miguel vino a hacer a Esquivias con su amigo, llevarle a la imprenta, aunque Cervantes no lo consiguiera. Catalina, por su parte, muerto Miguel, le llevará a la imprenta nuevas ediciones de la segunda palie del Quijote y el Persiles y Sigismunda, mondo y lirondo.
o sabemos nada más, ni si la novia era morena como las mujeres de La Sagra o si era rubia como lo fue Galatea. Quizás no resultara un matrimonio feliz, dada la permanente itinerancia del hombre de negocios y el hombre de letras, pero sobrellevaron las adversidades y las alegrías del contrato matrimonial hasta la muerte de Miguel en la calle León de Madrid. Entonces, Catalina, viuda a los 51 años, vino a hacer con su marido lo mismo que Miguel vino a hacer a Esquivias con su amigo, llevarle a la imprenta, aunque Cervantes no lo consiguiera. Catalina, por su parte, muerto Miguel, le llevará a la imprenta nuevas ediciones de la segunda palie del Quijote y el Persiles y Sigismunda, mondo y lirondo.
El problema de no poder completar la biografía de Cervantes es la
distancia. Sin embargo, de la época de Cervantes, 41 años menor, era don
Tomás Tamayo de Vargas, uno de los grandes cronistas de la época, quien
tenía familiares en Esquivias precisamente, y que, por oídas y por
vistas, las dos cosas, le hizo natural de Esquivias, donde Cervantes
vivió largo tiempo, iba y venía, allí recalaba. Lo cual no le fue ajeno
al célebre cronicón y erudito, sin importarle más ceñirse a la
semblanza de un escritor que no debía ser santo de su devoción. De
Esquivias dice Tamayo que es Cervantes en su aparatosa obra manuscrita
en tres volúmenes Junta de libros la mayor que jamás ha visto España (año 1624, Biblioteca Nacional).
Casa de doña Catalina de Salazar, esposa de Cervantes,en Esquivias.
Tamayo, testimonio apático y displicente del Príncipe de los Ingenios, de quien dice que es ingenio lego, representa la indolencia de la cultura oficial del momento por entender la obra cervantina. Ese hombre que va y viene en mula, con negocios revueltos de trigos y de letras, de costales y de libros, está creando los fundamentos de la novela moderna. Menos mal que el cronicón alaba su invención en otra de sus obras, Garci Laso de la Vega, natural de Toledo, Príncipe de los poetas castellanos (1622). Aquí están anclados sus fervores literarios, que es de reconocer hay alto estro y métricas italianizantes, y la poesía estará "desfavorecida" para otros, pero no para él. Este es su príncipe. Y el lugar de nacimiento, que se considera dato importante, se dice en el mismo título.
Nosotros, hoy, don Tomás Tamayo, porque seguimos considerando
importante el lugar de nacimiento en la recuperación del perfil humano
de nuestro Príncipe de las Letras, y un poco por su culpa, hemos
tenido que andar retrospectivamente los siglos que nos separan para
esclarecer el lugar del nacimiento cierto del hombre de Esquivias que
no fue de Esquivias.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 25.6.2005
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